libros

Domingo, 8 de agosto de 2004

EL EXTRANJERO

A BIT ON THE SIDE

A BIT ON THE SIDE
William Trevor

Viking
Londres, 2004
244 págs.

William Trevor (County Cork, Irlanda, 1928) es el típico escritor que una de esas mañanas de octubre se despertará con la noticia de que ganó el Premio Nobel y obligará a periodistas de todo el mundo a hurgar en Internet para saber algo sobre su vida, obra y genio y figura.
Sin embargo, Trevor siempre estuvo allí. Comenzó como escultor (disciplina y arte que nada cuesta percibir en sus textos, golpeados y reducidos hasta alcanzar una bruñida potencia medular), fue publicando novelas y ganando premios dentro del paisaje anglo y así, poco a poco, se convirtió en uno de esos perfectos “escritores para escritores” que, de paso, gozan del favor del gran público de su país al ser muy a menudo adaptado por la televisión pública. Cuentos fáciles de traducir a imagen, diálogos por los que matan los mejores actores. Porque si por algo será recordado y por algo resulta imposible olvidar a Trevor es por la calidad y la cualidad de sus cuentos. “El más grande escritor vivo de relatos”, escribió su compatriota John Banville. Y no se equivoca.
Lo que no significa que títulos como Readin Turgueniev –novella incluida en Two Lives de 1991– o la cuasi hitchcockiana novela Felicia’s Journey de 1994 sean despreciables. Todo lo contrario. Pero lo cierto es que Trevor es sinónimo excelso de cuento; y cuando en 1992 publicó el monumental Collected Stories y The New Yorker le dedicó muchas páginas a su profile consagratorio fueron demasiados los que pensaron que el hombre –que se había mudado a Dorset, en Inglaterra– se retiraba para, tal vez, volver a esculpir. Error: siguieron llegando las magníficas novelas –esos raros thrillers existenciales que son Death in Summer (1998) y The Story of Lucy Gault (2002, y que acaba de editar Salamandra en España)– pero, también, nuevas colecciones de relatos con vistas a un Collected Stories Vol. 2: After Rain en 1996 (incluyendo el magistral “The Piano Tuner’s Wives”, perfecto ejemplo de la turbia claridad del talento de Trevor), The Hill Bachelors (2000), y ahora los doce nuevos cuentos de A Bit on the Side.
¿Qué decir? Nada nuevo, por suerte. Trevor continúa siendo un escritor cruel con sus personajes –entre los que suelen abundar los seres desequilibrados, las personas en trance, los adictos a la culpa, los muertos todavía tibios y poderosos, todos ellos vagando por las calles de las ciudades y los caminos campesinos de un país que no deja de agitarse– a los que redime con una prosa elegante y exacta para placer de quien sostiene el libro y se cree lejos de ellos pero, de pronto... Chejov, claro; pero, también el Joyce de Dublineses.
Hay mucha tristeza en todos y en cada uno de los relatos –tan concentrados en su poderío, tan potentes como novelas deshidratadas– que conforman A Bit on the Side. Lo que no impide que uno vaya sintiendo la más perfecta de las felicidades a medida que los va leyendo y –habiendo alcanzado el último párrafo del relato que da título al libro, título de resonancias alimenticias, donde se lee aquello de “Nada del amor había sido destruido hoy”– uno se diga, sí, “quiero más”.

Rodrigo Fresán

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