TRAVESTIS: UNA INVESTIGACIóN QUE HACíA FALTA.
La era V
Cuerpos desobedientes
Josefina Fernández
Edhasa
214 páginas
Por Marta Dillon
¿Será muy cursi decir que el libro de Josefina Fernández era un libro necesario? Seguramente, aunque ni la cursilería ni el lugar común pueden ensombrecer la oportunidad en la que este ensayo aparece, cuando una travesti, Florencia de la V, no sólo convoca impresionantes escaladas en un programa de televisión familiar, sino que además pone de manifiesto la incomodidad frente al modo binario de entender el mundo: dos sexos, dos géneros, forzando la adscripción de la actriz al género femenino (“la mujer que se construyó a sí misma”, titula la revista Rolling Stone y presenta a Florencia embarazada consiguiendo con el artificio del photoshop lo que no puede la cirugía) para tranquilizar a quienes se ratonean con ella en la tele o en el teatro de revistas.
La investigación de Fernández, antropóloga y feminista, viene a cuestionar la noción misma del género como una categoría insuficiente para abarcar a estas identidades que se construyen (de ida y de vuelta, se podría decir) a pesar de la biología y de esa matriz de significados, valores y atributos que hacen al género. Porque la desobediencia del cuerpo de las travestis no está dada sólo por haber convertido el cuerpo de un macho en uno que tenga la apariencia del de una mujer (o hembra, en el sentido más machista del término), sino porque más tarde, cuando la posibilidad de actuar ese “guión” prolijamente escrito en la calle (en la calle de noche, sobre todo, en la actividad prostibularia) lo masculino emerge y reclama su lugar tanto para satisfacer al público (los clientes) como para gozar del propio placer y empezar a construir una subjetividad nueva y, por qué no, más cuidadosa de sí.
La foto de Florencia de la V. embarazada podría hacer exclamar a cualquiera de las travestis informantes de la investigación de Fernández un “¡se comió un viaje de mujer!”(como efectivamente dice una de ellas en referencia a otra que, “pasada de hormonas”, sueña con gestar un hijo), tanto irónico como comprensivo de los avatares de la construcción de una identidad travesti que, por cierto, está muy lejos del glamour que los medios buscan para representarlas.
Las travestis entrevistadas en este libro hablan de sensaciones y deseos que se manifiestan en la infancia y que demoran poco en toparse con la interpretación binaria que las deja sin lugar en el mundo. A medida que ellas (aunque Fernández, que se cuida hasta el hartazgo de usar el as/os al final de algunas palabras, se refiere a “niños” cuando el proceso identitario está empezando) se van afirmando en su diferencia, la cantidad de adversarios va creciendo: “padres, madres, maestros/as, hermanos/as, compañeros/as”, e impulsa una salida temprana del hogar, y de toda otra institución, inclusive las de salud, para encontrar la calle como lugar de despliegue de los deseos conocidos y los por conocer. La prostitución, entonces, no es únicamente la manera de ganarse la vida sino sencillamente la oportunidad de ser, a pesar de la criminalización, la cárcel, los golpes policiales y el rechazo social.
Sin embargo, Cuerpos desobedientes, que se gestó a la luz de la emergencia de grupos de travestis que reclaman su espacio en la sociedad, también da cuenta del modo en que estas luchas influyeron e influyen en las travestis que han podido pensarse a sí mismas en lo complejo de su identidad y reclaman no sólo el espacio de la noche sino también “el aire libre, la playa, el sol”. Y la educación, la salida laboral, la inclusión, la libertad de sentir y actuar de manera distinta a la impuesta por nuestras “sociedades generizadas y biocéntricas”, que evidentemente necesitan algo más que la excepción que muestra la tele para animarse a aceptar la pluralidad. Para animarse a ser por fuera de toda categoría.