UNA NOVELA SOBRE LA OMNIPRESENCIA DE LA MUERTE
La vida continúa
Golpe de aire
Miguel Vitagliano
Norma, 2004
260 Págs.
Por Martín De Ambrosio
Cuando comienza esta novela, Ponci –su personaje principal– ya está muerto. ¿Qué hacer con esa muerte? se van preguntando sucesivamente allegados y familiares. Sobre todo la viuda, quien en medio del duelo y sin proponérselo descubre el rastro de una infidelidad y lo sigue un poco instintivamente hasta dar con la amante. La muerte de Ponci auspicia el encuentro de las dos viudas que pese a la común desolación están seguras de que “Ponci había sido tan buen hombre como pudo, pero había podido muy poco”. Se encuentran en bares y saben que están ante un espejo que no sólo les muestra la parte oculta de su hombre sino también un pasado equivocado; sin embargo, los reproches no superan un mínimo razonable. Ahí mismo, en medio del duelo, para exorcizar y de modo acotado y fantasmal para recuperar a ese muerto querido, aparece la memoria. Y Mercedes Ponci, la viuda oficial, vuelve sobre toda su vida. El exorcismo que intenta Mercedes (es decir, el olvido completo del marido muerto) no se termina de completar, pero un par de veces está a punto de hacerlo: un par de escenas de erotismo contenido –con un amigo de su hijo y con el ex socio de su marido– insinúan que logrará el conjuro, como quien dice, “rehacer su vida”.
Con Golpe de aire, su sexta novela, pareciera que por momentos Miguel Vitagliano busca salir de cierta temática de sus novelas más políticas (como Vuelo triunfal, con la década del ‘50 y el peronismo como marco de una historia de profecías supuestamente cumplidas), pero finalmente se cuela como trasfondo algo de ese panorama de secuestros y exilios de la década del ‘70; la familia Ponci había tenido que exiliarse en México. Del mismo modo que retoma las vidas de profesores universitarios (que había tratado con un dejo de sarcasmo en El niño perro, su segunda novela, publicada en 1993), en este caso encarnada en el hijo de Ponci y su novia.
Golpe de aire narra la muerte como episodio del pasado, como ausencia de un ser querido –no necesariamente idolatrado–, la muerte contante y sonante; la muerte que descoloca y trastorna cualquier rutina posible. Y por ese camino parecen estar la búsqueda y la intención de Vitagliano: bucear en las consecuencias de la muerte como lugar común. Porque está claro que los personajes hacen gala de la más absoluta mediocridad y jamás dicen o hacen nada especialmente memorable. Y muchas veces se comportan como miserables, pero tampoco son especialmente miserables ni lúcidamente miserables. Es como si no se les ocurriera ser de otro modo. Sin embargo, esa llaneza no se traslada a la obra en sí, que se estructura con idas y vueltas al pasado y con diversos puntos de vista en los que se enfoca la narración, que transforman a Golpe de aire en algo que podría calificarse de realismo complejo, con el agregado de la historia de María de las Estrellas, la niña poeta colombiana –de existencia confusa pero real– cuyos versos son el objeto de investigación de la nuera de Mercedes Ponci o la referencia implícita y permanente al estoicismo, esa doctrina filosófica hecha para consuelo de esclavos y de emperadores.
Suele afirmarse, naturalmente sin la más mínima prueba, que en el último segundo uno ve pasar toda su existencia. Un efecto similar tiene la muerte en los personajes de Golpe de aire, una novela que funciona como crítica de la vida de unas familias ordinariamente constituidas pero que, gracias a su riqueza de procedimientos, brilla como un espejo mejorado de aquello que relata.