Domingo, 30 de enero de 2005 | Hoy
UNA RECOPILACIóN DE ENSAYOS CON EPíLOGO DE HABERMAS RECUPERA TODO EL POTENCIAL SOCIOLóGICO DE GEORG SIMMEL.
Sobre la aventura
Georg Simmel
Península
442 páginas
Por Sergio Di Nucci
En el epílogo a esta póstuma recopilación de ensayos, el filósofo alemán Jürgen Habermas señala que Georg Simmel (también alemán, filósofo y sociólogo) representó un tipo diferente. Casi cien años después, no parece difícil comparar la influencia actual de Simmel a la que ejerció durante los años en que vivió y escribió. El Simmel que inspiró a tantos intelectuales que durante el siglo XX reverenciaron generaciones de profesores, escritores y críticos argentinos, norteamericanos, italianos o eslovacos, de derecha a izquierda, es el mismo a quien hoy se evoca con un entusiasmo que habría halagado pero sorprendido al sociólogo de Berlín. Simmel representó la desobediencia al absolutismo del deber kantiano, sin que esto implicara la renuncia a las premisas fundamentales de Kant ni a la modernidad. El suyo ha sido un espíritu sensible y curiosísimo, dispuesto a observar las conductas, la práctica social, la polémica política y el arte. Simmel es el coetáneo ideal de los movimientos de “emancipación” o de “decadencia” del fin del siglo XIX: del radicalismo escandinavo o de la impaciencia de Ibsen contra la presión de los ideales sociales a las fábulas polémicas contra el matrimonio burgués y la estratificación por castas en el teatro de Alejandro Dumas hijo.
Había nacido en Breslau en 1858 y murió en Estrasburgo en 1918. Sus años de formación son los de la incontestable hegemonía cientificista, triunfante durante la segunda mitad del siglo XIX en un marco religioso y filosófico que se veía cada vez más asediado. Pero Simmel supo ofrecer también una alternativa consistente a las seducciones, tan siglo XX, del irracionalismo filosófico y sus crueldades. La exaltación que realizó de los tipos morales, de los sentimientos, de las ideas que están en la base de la reconstrucción histórica ejerció una influencia decisiva en la formación de figuras como Ernst Bloch y Georg Lukács, pero también de Max Horkheimer y Theodor Adorno, y aun de Martin Heidegger, Karl Jaspers y Walter Benjamin. Justamente, Adorno señaló que “Simmel fue el primero que operó ese giro de la filosofía hacia el tratamiento de objetos concretos que luego ha sido canónico”.
Por lo general, Simmel emprendió esta tarea desde el ensayo, que es “liberador” –según Adorno– sobre lo que ha sido objeto de odio y de amor. Los textos que reúne esta colección tratan sobre la moda, la “coquetería”, el “problema de los sexos”, sobre Miguel Angel y Rodin, sobre los Alpes y “la personalidad de Dios”, sobre la “cultura femenina”, las “ruinas” y “el concepto y la tragedia de la cultura”. En todos ellos se revela un arte sutil de la reconstrucción a partir de indicios. A través de un análisis minucioso de las costumbres desnudas y de las vestimentas que las disimulan, de las modas sociales e intelectuales, de las frases dominantes y de los lugares comunes, Simmel busca reconstruir las inclinaciones típicas y los principios reguladores de un mundo histórico, y, más allá de éste, de la esquiva intimidad humana. El modelo sirvió de base al ensayismo de los años ‘20, como el de Ortega y Gasset en España, y posteriormente fue una de las inspiraciones para la moda de la historiografía de la vida cotidiana y de la vida privada.
Algunos de los títulos de sus libros podrán resultar obsoletos para el lector actual (Introducción a la ciencia de la moral, 1892; Problemas de la filosofía de la historia, 1892; Filosofía del dinero, 1900). Pero después de todo, este autor al que se identifica con el relativismo fue fiel hasta el fin a la reflexión, a la serenidad y al rigor de la ética.
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