YO TE AVISé
Oliver Sacks botánico
Por M. D. A.
Habitualmente se hace difícil conseguir a precios razonables (es decir, a menos de sesenta pesos) libros nuevos de Oliver Sacks. Por eso, es casi un milagro ver por las librerías de la avenida Corrientes un Sacks auténtico, de tapa dura y editado en 2002 a ¡10 pesos!
Repuesto de la emoción, el devoto del gran neurólogo y gran escritor desconfía: tal vez se trate de un error, una obra menor o una antología mal hecha. Pero no. Se trata en cambio del diario que llevó obsesivamente Sacks cada uno de los días que duró el viaje que hizo al estado mexicano de Oaxaca como parte de un grupo de amateurs buscadores de helechos. ¿Qué hace el famoso neurólogo, autor de El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, Un antropólogo en Marte y Despertares envuelto en semejante grupo? Pues en principio continuar la herencia decimonónica de los viajes de los naturalistas (Darwin, Humboldt, etc.) en la actualidad apaciguada por tanta especialización que desdeña la experiencia en primera persona. La otra razón es que el mismo y polifacético Sacks es miembro de la American Fern Society, que reúne a botánicos aficionados de los Estados Unidos que se juntan los sábados a la mañana –a la hora en que algunos juegan al fútbol o muestran sus colecciones de estampillas– en Nueva York a hablar de helechos. Así es que esas plantitas, y en especial sus exóticas y numerosas variantes mexicanas, son las protagonistas del libro. Pero, como suele suceder con Sacks, eso no es todo. Juntamente con la gracia habitual de la excelente prosa, claridad de conceptos y las constantes y amables digresiones de Sacks, el lector se entera de algunos –otros– graciosos asuntillos. Por ejemplo, de los viajecitos lisérgicos de Sacks en su juventud californiana: el bueno de Sacks mezclaba unas prodigiosas semillitas molidas que había detectado ¡con helado de vainilla!, según cuenta, con excelentes resultados.
Otro de los puntos fuertes del Diario de Oaxaca es la descripción de sus singulares compañeros de expedición, todos eminencias en la materia. A uno de ellos le resulta difícil decidir cuál es su helecho preferido; un día es el “helecho avestruz”, otro día será el Anogramma leptophylla y finalmente concluye: “La verdad es que mis helechos favoritos ascienden a trescientos”. Otro asegura tener “orgasmos pteridológicos” y Sacks corrobora esos trances: “Lo he visto experimentarlos. Alza la voz, agita los brazos, emplea el lenguaje más extravagante (en ocasiones, comparando las esporas con el caviar)”. Todo lo cual redondea una serie de divertidos episodios que toman como eje a esa excursión botánica, pero que pueden despegar hacia cualquier otro lado.