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Domingo, 5 de febrero de 2006

EDMUNDO PAZ SOLDáN

Poco antes de la Evomanía

Escritor de la nueva narrativa latino-americana, ligado a la antología McOndo, ahora el boliviano Edmundo Paz Soldán aborda la política como delirio conspirativo en una novela que
se vuelve actualísima a raíz de la crisis política de su país, que acaba de cerrar un ciclo histórico y abrir uno nuevo.

 Por Mauro Libertella

El delirio de Turing
Edmundo Paz Soldán
Alfaguara
346 páginas.

La historia de Edmundo Paz Soldán, a sus 37 años, es un relato que comienza a escribirse, pero su vida ya ha ido dejando algunos trazos indelebles que deambulan por errantes bibliográficas y contratapas. Nació en Cochabamba, Bolivia, y si bien hoy vive en los Estados Unidos, donde enseña, su literatura está bien enraizada en el suelo natal. Desde que se inició en la literatura, sus publicaciones vienen siendo acompañadas, como una luminosa estela, por premios literarios de prestigio. Con Dochera (1997) ganó el premio Juan Rulfo, con la novela Río Fugitivo (1999) fue finalista del Rómulo Gallegos, y con El delirio de Turing, que ahora se publica en edición argentina, se alzó con el Premio Nacional de Novela de Bolivia.

Cuando se publicó la primera versión de El delirio de Turing, hace algunos años, la critica no vaciló: estábamos en presencia de una novela social, una literatura que cristalizaba el desencanto popular y las protestas de los sectores marginales. Y, si bien esta suerte de retrato de época marca al relato y lo hace ser lo que es, es cierto también que la novela excede cómodamente esa casilla ambigua de la novela social y se reafirma a cada paso como ficción pura, como literatura autónoma. La historia que se narra es, en realidad, muchas historias: la de Turing, un criptoanalista al borde de la locura que descifra códigos en un edificio del gobierno; la de su mujer, historiadora del criptoanálisis; la de su hija Flavia, creadora de una importante página web sobre Hackers (o piratas informáticos, como gusta llamarle el anacrónico Turing); la de Cardona, un juez en busca de su pasado. La novela está dividida en capítulos que siguen las peripecias de cada personaje. Es notable: cada capítulo tiene su fuerza narrativa autónoma, que los convierte en pequeños destellos de vida. Pero también se cuelan en cada capítulo, como la sombra o el aire por una rendija, las otras historias, el eco que dejan los otros relatos, que se van edificando implacablemente en un todo coherente. Los capítulos que cuentan el accionar de Turing están narrados en una segunda persona profundamente cálida que suscita a un mismo tiempo identificación y pena por el personaje. Hacia el final, la máquina narrativa se acelera y las historias se entrelazan en una cruza sorprendente y definitiva.

Para poder entender cómo se desliza la realidad política en la ficción de Paz Soldán tenemos que hacernos una pregunta: ¿cómo piensa él, desde su ficción, al Estado? Lo piensa, como diría Piglia, “como conspiración, como guerra, como máquina paranoica y ficcional”. Y es ese, quizás, el punto medular de El delirio de Turing: ese lugar en el que lo encriptado, lo interpretable y lo paranoico se confunden con el poder y lo reemplazan. El lugar en el que lo real se disuelve y cede su espacio a un entramado de voces, de subjetividades, de verdades personales. Ahí, sí, la novela de Paz Soldán se torna novela política, pero más que por ser espejo de la realidad, por intervenir sobre ella, por buscar su transformación a partir de estas categorías básicas que atraviesan toda la novela. Y así también El delirio de Turing se vuelve novela de suspenso, donde la intriga mantiene los ojos del lector pegados al ras del papel.

En 1996, Edmundo Paz Soldán fue incluido en la antología McOndo. Esa inclusión supone un corte generacional bien marcado y una clara toma de posición respecto de la tradición y el futuro de la literatura. Los autores de la antología fueron agrupados bajo esa categoría que cada tanto vuelve, “nueva literatura”, con un prólogo que rezaba: “McOndo es MTV latina pero en papel y letras de molde”. Se trataba de construir una nueva estética que lograra escapar a la omnipresencia del realismo mágico. Pero ahora, casi 10 años después, las cosas han cambiado un poco y se han vuelto algo más complejas. El delirio de Turing adolece de algunos restos de lo que fue aquella postura programática, pero también parece estar producida en el fragor de una generación literaria que empieza a escribir bajo el reciente pero ya sólido y contundente legado de Roberto Bolaño.

El delirio de Turing se cierra con una nota del autor que habla entre líneas del fantasma de la escritura y de la publicación. Paz Soldán nos cuenta allí que la novela se publicó en Bolivia en el 2003, que para una edición española, un año después, corrigió algunas erratas, pero que la edición argentina “ha merecido una revisión a fondo”. A tres años de haber entregado el primer manuscrito, el relato y su autor ya habían madurado y necesitaban mutar para la nueva edición. En esta anécdota está condensada y puesta en miniatura la historia de este escritor que empezó en aquel ecléctico grupo McOndo y terminó escribiendo una novela cargada de literatura y realidad.

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