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Domingo, 25 de junio de 2006

HAROLDO DE CAMPOS: DEL ARCO IRIS BLANCO

El arco y la lira

Un volumen recopila los ensayos en los que el poeta vanguardista brasileño Haroldo de Campos estuvo trabajando hasta su muerte.

 Por Sergio Di Nucci

Del arco iris blanco
Haroldo de Campos
Adriana Hidalgo
252 páginas

Una fotografía de Isaac Behar nos muestra al poeta brasileño Haroldo de Campos rodeado de amigos y mirando el horizonte. Siempre atento a lo nuevo, figura de primer orden en las letras brasileñas, poeta, ensayista, traductor, Haroldo de Campos nació y murió en San Pablo. Con alguna injusticia, hoy es recordado casi con exclusividad por su asociación con la llamada poesía concreta, en el horizonte literario de la década de 1950. De Campos escribió más de treinta libros, estudió derecho, letras, y como poeta se graduó en semiótica: su poesía, que utiliza la materialidad gráfica del texto y de la puesta en página tanto como la sintaxis y la elección de las palabras, se suele asociar con la estética de la información y las investigaciones sobre la naturaleza del signo, que alcanzaron su mayor fama en los ’60.

Del arco iris blanco reúne un puñado de ensayos que el autor organizó en marzo de 2003, muy poco antes de morir. Los dos primeros tratan sobre Goethe: el primero sobre la “nueva pubertad” que el gran poeta alemán cree experimentar al ver un arco iris blanco –tenía 65 años–, el segundo acerca de su “actualidad”, de cara al sesquicentenario de la muerte de Goethe (el ensayo es de 1982). En su conclusión, este brasileño inclasificable encuentra que Goethe no se corresponde con la imagen canónica que ofrece el instituto que lleva su nombre. Si bien De Campos acude aquí a la fatal, inevitable trinidad Adorno-Benjamin-Derrida, su visión del poeta alemán dista de la que a menudo hace de él un sujeto místico y aturdido, con irrefrenable afición por los irracionalismos de todo tipo. Tampoco es muy mainstream De Campos en su visión de Hegel, en el tercer ensayo del volumen. Ante la idea de que el autor de la Fenomenología del Espíritu expresa las ideas de un dictadorzuelo ávido por las reconciliaciones monárquico-religiosas, De Campos exalta su ideal republicano, como cuando el filósofo, junto a Hölderlin y Heine, se emocionaba con “La Marsellesa” y los ideales estrictamente republicanos. Continúan impresiones más celebratorias que analíticas sobre Kafka y sobre Brecht. En el volumen, que se lee sin sobresaltos merced a la traducción de Amalia Sato, hay lugar para el poeta chino Wang-Wei (701-761), para Mallarmé, que si ya siempre impuso un esfuerzo al lector, De Campos lo redobla, para Francis Ponge, Julián Ríos, Severo Sarduy y Hélio Oiticica. Interesan desde luego las visiones panorámicas que ofrece De Campos de autores tan distantes, aun cuando por momentos parecieran lecturas tan argentinas, en el sentido de que las fuentes a las que recurre De Campos están, también ellas, muy circunscritas a ciertos lugares influyentes, inevitables, omnipresentes de nuestra sociedad. Este vanguardista que en El arco iris blanco también traduce y “transcrea”, cita a Juan José Saer para hablar del “gran ‘tapado’ de la poesía argentina”: J. L. Ortiz. Y el ensayo que cierra el volumen será un manjar para paladares argentinos: “Psicoanálisis y literatura: el afreudisíaco Lacan en la Galaxia de la lengua”, escrito con la debida ambigüedad premeditada.

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