Domingo, 13 de agosto de 2006 | Hoy
ALEJANDRO VACCARO: BORGES, VIDA Y LITERATURA
A veinte años de su muerte, una voluminosa biografía de Borges intenta aproximarse al mito, relacionando vida y literatura.
Por Rogelio Demarchi
Borges, vida y literatura
Alejandro Vaccaro
Edhasa
784 páginas
Partamos de una sospecha: es probable que para un crítico argentino no exista hoy tarea más difícil que analizar un libro que tenga por objeto de estudio a Jorge Luis Borges, escritor que representa, a un mismo tiempo, el tedio y el desafío; porque si por un lado es de rutina que se lea, se cite y se investigue a Borges por cualquier motivo, por otro lado cada tanto uno se pregunta cuándo ocupará el lugar del otro, ¿cuándo “yo” escribiré “mi” Borges? Entonces, ¿cómo poner entre paréntesis lo que uno piensa sobre su obra, el autor, el personaje público que supo construir y su halo de leyendas para leer y percibir el Borges que nos transmite un libro particular? Con mayor precisión: ¿cómo leer esta nueva biografía, otra más que se suma a una extensa lista, publicada a veinte años de su muerte? ¿Hay nuevos datos para aportar, nuevos documentos? ¿Se puede reconstruir esa vida desde una perspectiva que aún no haya sido abordada? Estas preocupaciones, a no dudarlo, han estado presentes en Alejandro Vaccaro a la hora de justificar su escritura. Si el segundo párrafo de la introducción se abre con el interrogante de “¿Por qué una biografía más de Borges?”, el tercero afirma que “la primera intención a la que aspira este trabajo es mostrar al ser humano”. ¿Cómo? Relacionando “vida” y “literatura”, priorizando la palabra del propio Borges o de su omnipresente madre frente a la de sus críticos o biógrafos. Estas elecciones significan que, con suma delicadeza, aquí y allá, Vaccaro toma por “vida de Borges” lo que su madre cuenta a sus amigas o parientes en sus cartas, se distancia de otras biografías sin perder la oportunidad de dar a entender que se excedieron en la descripción de alguna intimidad, y cada tanto justifica algunas opciones ideológicas del propio Borges a través de variadas operaciones discursivas. ¿Ejemplos? Será la palabra de Doña Leonor la que dé cuenta de, entre otras cosas, ciertos amoríos fallidos del hijo porque “nadie mejor que su madre, que ha dejado una nutrida correspondencia, para conocer las inquietudes de la vida cotidiana de Borges”; dirá que Estela Canto “parece haberse regocijado al relatar en Borges a contraluz anécdotas de la vida privada del escritor”, y no dejará de apoyar la teoría borgeana de separar la literatura de la política, de modo que no se explaya demasiado sobre la conflictiva relación de Borges con el peronismo como determinante de, por ejemplo, su “militancia gremial”. Porque, sí, aunque parezca mentira, Georgie fue presidente de la Sociedad Argentina de Escritores y su vice fue nada menos que Manucho, durante el período 19501952 (lo que quiere decir que la famosa conferencia de “El escritor argentino y la tradición” fue pronunciada en ese contexto) y, en un momento clave de su mandato, Borges “se ocupó personalmente de un proyecto de contrato que regulaba las relaciones entre escritores y editores”, pero Vaccaro no cita ni analiza el documento. (Por el contrario, el famoso folleto sobre la leche cuajada que escribió junto a Bioy Casares es transcripto hasta el aburrimiento.)
A Borges, recuerda Vaccaro, le gustaba pensar a la biografía como un género extraño: hay un autor que intenta despertar en un lector recuerdos que pertenecen a un tercero, el biografiado; tal vez por eso su forma de biografiar reducía “la vida entera de un hombre a dos o tres escenas”, como escribió en el prólogo de Historia universal de la infamia. Vaccaro podría haberlo hecho con Borges: el joven de 16 años que “vertía opiniones críticas sobre Don Quijote, leía a Schopenhauer y a Eduard von Hartmann, a Kant y a Goethe, a Heine y a Meyrink, clásicos y contemporáneos,filosofía, poesía, ficción”, y avanzaba con firmeza en el dominio del español, el inglés, el alemán, el francés y el latín, prenuncia al hombre que recién a los 38 años va a tener su primera “ocupación diaria y permanente” como empleado de una biblioteca y que unos meses más tarde, por un accidente ridículo (golpearse la cabeza con el marco de una ventana mientras sube una escalera), va a estar al borde de la muerte, temiendo en su recuperación únicamente por su integridad mental; aquel adolescente también permite deducir por qué Borges percibe que tiene que oponerse al peronismo y todo lo que éste representa, aun a costa de modificar su forma de entender la literatura; y finalmente, las elecciones del adolescente asistirán a quien intente comprender cómo es que el afamado Georgie vivió con mamá hasta casi sus 68 años. No es fácil escribir la biografía de semejante “aparato”. Y este libro lo demuestra.
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