Domingo, 10 de septiembre de 2006 | Hoy
FERNANDO CONTRERAS CASTRO > LOS PEOR
Una expresión entre lo social y lo maravilloso proveniente de Costa Rica.
Por Sergio Kisielewsky
Los Peor
Fernando Contreras Castro
Norma
205 páginas.
¿Hay en la actualidad herederos del estilo de Gabriel García Márquez en nuestro continente? ¿Es lícito adscribir a García Márquez toda estética que no abjura de lo maravilloso, o que mezcla lo real con lo irreal en dosis soportables? Se sabe que cada época produce sus estéticas y, sin duda, es muy difícil igualar al creador de la abuela Ursula en Cien años de soledad. Lo cierto es que el costarricense Fernando Contreras Castro, escritor nacido en 1963 y autor de más de una novela y libros de cuentos, lleva la impronta del maestro caribeño. Sólo en la primera imagen se ve a un hombre bebiendo un caldo donde parecen proyectarse imágenes imprecisas. Ahí se anticipa que el imaginario llegará hasta niveles insospechados.
Toda la acción transcurre en un prostíbulo en San José donde Consuelo protege a Jerónimo, su hermano que luego de dar vueltas por el mundo recala en la pensión con perfume de mujer. “Era pálido, como hecho de cera, muy parecido a las imágenes franciscanas de los conventos coloniales de América del Sur adonde se lo llevaron a formar”, se nos informa.
Consuelo cuida a su vez a su marido enfermo mientras en la casa entran y salen personajes con matriz teatral y entonación grotesca. Es en esta disposición donde aparece un hecho imprevisto: nace un niño, Polifemo, con un solo ojo en la frente.
El crecimiento del vástago remite, por momentos, al abordaje cinematográfico antes que el literario. En especial en las construcciones estéticas del cine checo de la década del ‘60 y en particular en películas como Mi dulce pueblito donde los tontos no son lo que parecen.
Poco habituado al trabajo, Jerónimo construye con el niño un vínculo indestructible. Primero se hace el ciego en sus recorridos por la ciudad mientras las mujeres lo hacen todo. La trama juega con la posibilidad de ver, de entender el mundo. ¿Cómo mira un cíclope? ¿Qué intuye un ciego? Elementos que empiezan a circular en la novela dejando que cada lector intente sus propias conclusiones. El texto, por momentos, describe la nada, las tardes de aburrimiento de seres marginales hasta que Polifemo descubre la cueva de las maravillas, un lugar secreto usado en siglos anteriores por contrabandistas de licores.
De esta forma da con una rosa de los vientos y un catalejo con el que, por supuesto, espía las instancias previas al encuentro entre los clientes y las chicas. Su vida da un vuelco cuando sale a la calle por primera vez. El andar de los ómnibus, el ritmo de los habitantes de la ciudad producen en el niño más preguntas que asombro. Seres que no se sabe por qué recalan en el lugar y rescates en alcantarillas de dentaduras postizas. Todo puede ocurrir en las páginas de Los Peor. “Colabore con la policía, péguese usted mismo”, dice uno de los grafitti ante las razzias donde las meretrices de Panamá, Puerto Rico y República Dominicana van a parar a las “perreras”. Es ahí donde aparece en toda su dimensión las condiciones económicas de los menores en América latina. Cantan en sitios públicos por monedas, aspiran cemento barato y traspasan, casi siempre, la frontera del delito. Es en esta zona donde el autor queda atado al habla popular abriendo el camino a que los elementos sórdidos y lo pequeño en la novela cobren mayor volumen.
Una de cal y varias de arena. Contreras Castro, poco imaginativo a la hora de titular la novela, encuentra, de a ratos, el tono en donde la escritura habla desde los márgenes, márgenes que no desdeñan el toque de lo maravilloso y diferente.
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