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Domingo, 3 de diciembre de 2006

UN ENFOQUE SOCIOLóGICO PARA LAS DIVERSAS GENERACIONES DE VARONES GAYS.

Esa es la cuestión

 Por Cecilia Sosa

La cuestión gay
Ernesto Meccia
Gran Aldea
197 páginas.

¿Qué experiencias en común pueden tener dos gays, uno porteño de más de 40 años, otro nacido después de la transición democrática? Finales de 2006. Buenos Aires se promociona como meca gay y no sólo para Latinoamérica: unión civil, joviales marchas del orgullo, noche, tango y dulce de leche. Pero ¿qué hay detrás de todo aquello? Inspirado en las teorías de Pierre Bourdieu y Ervin Goffman, en La cuestión gay, el sociólogo Ernesto Meccia propone una nueva mirada sobre la experiencia homosexual local. En el libro –que no por nada lleva por subtítulo “Un enfoque sociológico”– coinciden teoría y sexualidades para alumbrar, a través de voces múltiples (ilustres y anónimas), los reversos insospechados de una intimidad que, si bien se exhibe con un ímpetu apenas imaginable una década atrás, sigue sufriendo las huellas de siglos de discriminación.

La cuestión gay se inscribe en la tradición local signada por Médicos, maricas y maleantes, de Jorge Salessi; Historia secreta de la homosexualidad en Buenos Aires, de Juan José Sebreli, o y el más reciente Sueños de exterminio (2004), en la clave ensayístico literaria de Gabriel Georgi. Si Fiestas, baños y exilios, investigación de Flavio Rapisardi y Alejandro Modarelli, descubría la vida cotidiana de la comunidad gay durante la dictadura militar, en tono casi opuesto y hasta pedagógico, La cuestión gay busca ocupar un espacio vacío dentro de la historización de la experiencia gay en democracia.

Luego de presentar la homosexualidad como una experiencia social, Meccia dedica un capítulo entero a impugnar el concepto de “tolerancia”, indisociable de la violencia simbólica con la cual el Estado pretendió normalizar las voces que desde el interior de la comunidad intentaban contar su propia historia. En esa línea, el sociólogo impugna el “imperativo heterosexual” y reflexiona sobre la actualidad del movimiento por los derechos sexuales en el país y sus espinosas redes de alianzas, recelos y desavenencias varias.

Quizás el hallazgo del libro sean sus últimos tres capítulos donde el autor se dedica a reflexionar sobre los cambios en la vida cotidiana acontecidos a partir de los ‘80, marcados por la epidemia del sida. Meccia propone una suerte de careo intergeneracional entre gays mayores de 40 años y aquellos menores de 30, en el que a través de vívidos testimonios donde se contrastan las experiencias de la última generación marcada por el diagrama disciplinario y la primera generación de jóvenes autonomizados del Estado.

Apelando a los “estilos de vida”, Meccia indaga en algunas figuras de la iconografía gay (homosexualidad masculina masculinizante vs. homosexualidad masculina feminizante) para analizar los modos de discriminación presentes dentro de la misma comunidad y su lucha por imponer la representación “legítima” del ser homosexual. No falta el relevamiento de la primera (y equívoca) experiencia del culto religioso que abrió sus puertas a sus feligreses gays ni “El terrible dilema del sauna”, capítulo final, donde Meccia se zambulle con buen humor en las trampas que el lenguaje cotidiano impone a una comunidad siempre fallida.

Un libro imposible 20 años atrás y que hoy... ¿se podrá leer en el colectivo?

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