Domingo, 3 de diciembre de 2006 | Hoy
POLEMICAS
¿De dónde saca sus ideas Ian McEwan? El autor contestó esta pregunta después de las acusaciones un tanto insólitas de plagio en su contra
No sólo a Jorge Bucay y a Dan Brown se los acusa de plagio. Ahora, el dedo acusador cae sobre el escritor inglés Ian McEwan, sospechado de haber copiado –según la acusación de la periodista Julia Langdon– el trabajo de una prolífica pero no muy conocida autora de novelas rosa, Lucilla Andrews, para componer su novela Expiación. A raíz de la modesta polémica que se desató en los periódicos británicos, reflejada esta semana en los medios argentinos, McEwan escribió una larga misiva que fue publicada por el diario The Guardian, y en donde aprovecha para explicar el modo en el que investigó para aquella novela. Si bien la polémica se fue disipando, quedó en pie la jugosa carta de McEwan, de la que reproducimos algunos fragmentos reveladores: “Muchos ex combatientes encuentran imposible relatar sus experiencias en la guerra. Mi padre nunca tuvo ese problema. No paraba de contarme toda la historia, y jamás me decía deteneme si ya te lo conté. Sentía la necesidad de transmitir sus experiencias, especialmente en los últimos años de su vida. Cuando empecé a escribir Expiación, las historias de mi padre fueron dictando automáticamente la estructura del libro. Cuando terminé la primera parte me vi obligado, para seguir, a reconstruir en detalle un hospital británico de 1940. Es una tarea escalofriante la de incluir ribetes imaginarios en eventos históricos. Cuando uno cruza y vuelve a cruzar las líneas entre la fantasía y el registro histórico, se empieza a sentir una pesada obligación por ceñirse a lo estrictamente fáctico. Y sobre todo a la hora de escribir sobre la guerra: uno siente un respeto por el sufrimiento de una generación arrancada de sus vidas ordinarias para ser arrojada en el medio de una pesadilla. Así, investigar a las enfermeras de Nightingale fue la parte más difícil. Entendí que, respecto de ellas, los historiadores habían descuidado su tarea. A través de un puñado de cartas empecé a vislumbrar la realidad que estaba buscando, pero la información era vaga. Entonces me sucedió algo extraordinario: encontré en una biblioteca médica de Oxford un tomo perdido de No Time for Romances, la autobiografía de Lucilla Andrews, una novelista que escribía romances de hospitales (mi madre solía leer sus novelas con gran placer). Allí estaba todo lo que necesitaba, incluso mucha información ausente en los registros oficiales. Era un documento histórico invalorable. Lo que ella narraba no eran mundos imaginarios, no era ficción. Para mí era muy importante saber que esos hechos verdaderamente ocurrieron. Me iluminó inmensas zonas históricas, y siempre le estaré agradecido. He hecho pública mi deuda con ella en las notas de autor al final de Expiación, y he hablado de ella en cuanta entrevista me han hecho sobre el libro, sobre todo para contestar una recurrente pregunta: “¿De dónde saca sus ideas?”.
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