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Domingo, 16 de septiembre de 2007

MALHARRO

Todo policial es político

En las mesas del legendario Bar Británico da comienzo un policial negro que, como es ley, empieza en el llano y termina en las esferas del poder.

 Por Juan Pablo Bertazza


Banco de niebla
Martín Malharro

Edulp
224 páginas.

Si todo libro empieza con su portada, hay portadas que nos sumergen inmediatamente –y de lleno– en el libro. Es el caso de Banco de niebla –primera novela del periodista Martín Malharro– que se da a conocer a partir de una foto del mítico Bar Británico, desalojado hace 14 meses, pese a un reclamo emotivo y poco común. Además de su condición emblemática que –según propone la novela– guarda tantas coincidencias con Buenos Aires y con el país ("Cortó y sintió una lánguida nostalgia del Británico, del barrio, de esa ciudad que era un cobijo de todas las pasiones y de todas las fechorías, hasta de las peores, las inimaginables"), es en las mesas de este bar, ubicado en Defensa y Brasil, que Mariani –un detective de medio pelo– se compromete a trabajar en un caso que le demandará 224 páginas, hasta darse cuenta de que es un "perejil" (como el propio Malharro entrecomilla) y sufrir algunas alteraciones en su conducta que parecen, al menos, un poco bruscas.

Beatriz, una mujer distante y apurada, le encarga encontrar el paradero de Inés Berazadi, una supuesta novia de ella, desaparecida desde 1975 aunque aparentemente no estaba "metida en política". Y el punto es importante porque Martín Malharro decide trabajar una vuelta de tuerca muy atractiva de la novela policial: la del detective que es tomado medio de forro y, por ende, la de que la compradora de sus servicios no está exenta del juego de sospechas. Mariani –el conciso nombre entre tribunero y tribunalesco del detective es un hallazgo– entre mucho ensayo y error, y gracias a la incondicional ayuda del gordo Demarchi, un simpatiquísimo pseudoWatson, se dará cuenta poco a poco, y a punto de renunciar a la suculenta suma de 5.000 pesos de prima, de que donde hay olor a gato encerrado suele haber explicaciones políticas de por medio. ¿Y qué hay en el medio en este caso? Los asesinatos de la Triple A y unos papeles utilizados como escudo por López Rega que comprometen a las altas esferas del país y, en especial, a una importante empresa alemana. Con un lenguaje rico –con altibajos pero en general cuidado– que da con muchas frases poco transitadas, podría decirse que lo mejor de esta novela son los diálogos, tremendamente cinematográficos pero al mismo tiempo auténticos: una combinación poco común. Por el contrario, con el correr de las páginas, la historia va perdiendo su cauce y resuelve un poco a las apuradas un misterio sólidamente construido en la primera parte.

De todas formas, Banco de niebla, además de retratar a varios niveles la siempre nebulosa historia de nuestro país a partir de aquellos ficticios pero verosímiles papeles secretos de "el Brujo", genera ganas de leerla –como dice Juan Sasturain en su prólogo– hasta en el baño. Y sumándose a una nueva tendencia del género, que tal vez se haya reactualizado con el film Crónica de una fuga, confirma que acá lo policial –aun hablando en términos literarios– siempre es político. Tal vez porque los secretos más intrincados no estén tanto en la creatividad de nuestros escritores como sí en las hojas en blanco de los libros de historia.

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