Domingo, 2 de diciembre de 2007 | Hoy
SOMOZA Y CATUOGNO
Hoy la bibliografía del management cita a Maquiavelo como si hubiera sido un pícaro con suerte. Maquiavelo light es un agudo estudio de esos libros que dictan decisiones.
Por Pedro Lipcovich
Maquiavelo light
Sandra Somoza y Carlos Catuogno
Biblos
124 páginas.
Hamlet al poder. Tomará el poder en la Argentina un partido formado, no por políticos, sino por los grandes personajes de la literatura: ellos lograrán que resucite la carne del sujeto humano arrasado por la lógica empresarial. Tal es el proyecto político —quizás el más realista de los últimos años— que subyace a Maquiavelo light. Una crítica sobre el trabajo en la modernidad tardía, de Sandra Somoza y Carlos Catuogno.
Eligen a Hamlet, sí: ¿por su decisión de lanzarse a la lucha en el acto final? No, sino por el teatro en el teatro: ese instante en que Hamlet, a los actores que han de representar una obra en Palacio, les propone cambiar el texto “para poner en escena las palabras proscriptas por la comunidad opresiva”, dice Maquiavelo light.
Somoza y Catuogno, ellos mismos consultores de organizaciones, montan en este libro su teatrito de verdades proscriptas, y en la escena baila, desangelado y solo, el sujeto-objeto de la corporación: el “equipo de trabajo” le exige una “mística sin fisuras”; se le demanda la más alta identificación con la empresa pero, a la vez, ha de saber que en cualquier momento el amo puede descartarlo “en un contexto donde las continuas reestructuraciones fragilizan todo contrato y tornan cualquier estadía en mero tránsito”. Así, explican los autores, el empleado está condenado a ser un pequeño Rey Lear, fascinado por las palabras que lo adulan, lo engañan y lo perderán: “El rey Lear no advierte que los tiempos han cambiado y que las palabras son sólo herramientas para llegar al ‘éxito’”. En este contexto, “hoy la bibliografía del management cita a Maquiavelo”: El nuevo Maquiavelo, de Dick Morris, Qué haría Maquiavelo, de Stanley Bing, Más allá de Maquiavelo, de Roger Risher. Pero “lo rescatan como un mero personaje ‘de transa’, que ayuda a los ejecutivos a justificarse en el goce de sus propios procedimientos. Cuanto más leves y antiéticos, más maquiavélicos” (pág. 63).
Al Maquiavelo light de los poderosos, Somoza y Catuogno le oponen el Maquiavelo de los lectores. Cumpliendo cinco siglos en el imaginario de Occidente, el florentino se ha convertido en el personaje que cada uno de nosotros quisiera tener junto a su oído: un consejero lleno de sabiduría y libre de toda traba moral, que nos indique la manera de llevar nuestros deseos a la realidad. A este Maquiavelo recurren para “pensar otra forma de colectivo que articule la revuelta del sujeto con su protagonismo plural, sin que esta intención parezca otra vituperada utopía”.
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