Domingo, 16 de marzo de 2008 | Hoy
YASMINA REZA
Yasmina Reza siguió durante un año de campaña a Sarkozy para retratar al hombre detrás del fenómeno político. Pero, ¿en qué lugar deja este proyecto al pensamiento y a los intelectuales ante el poder?
Por Hugo Salas
El alba la tarde o la noche
Yasmina Reza
Anagrama
178 páginas
Todos sabemos el cuento: durante un año, el de la campaña presidencial francesa, Yasmina Reza siguió a Nicolas Sarkozy a sol y a sombra con el fin de plasmar un retrato del hombre y sus circunstancias. No es un ensayo político ni un libro periodístico sobre los entretelones del poder –ha repetido hasta el cansancio la autora–, sino una pieza literaria. En efecto, eso y no otra cosa encuentra el lector en El alba la tarde o la noche, una serie de comentarios y anécdotas que, en vez de dar cuenta de ese fenómeno político que lleva por nombre Sarkozy (se opine lo que se opine de él), lo reduce a unos cuantos tópicos literarios por demás trajinados –la soledad del poder, la ambición humana, la mediocridad contemporánea, etcétera–, presentados por una voz narrativa que se pretende lúcida merced al sistemático empleo de una mordacidad superficial, carente de verdadero ingenio. Un ejemplo: “[Sarkozy] va de grupo en grupo, apretando el brazo a los hombres, eso forma pequeños cuartetos de conspiradores, de niños que cuentan en el patio, antes de dispersarse para perseguir a las chiquillas”.
Dejando de lado cualquier valoración literaria (a fin de cuentas, el libro es tan mediano como el resto de la producción de Reza), lo interesante de El alba la tarde o la noche es el modo en que desnuda una posición bastante extendida en el ámbito intelectual contemporáneo: considerada –a distancia y con escepticismo– un universo ficcional, la política se convierte en un espectáculo “divertido” y sus protagonistas en personajes graciosos, bufonescos y, por ende, relativamente inimputables. Sarkozy es como un nene que juega y al que no le gusta perder, un chico impaciente, cascarrabias y presumido, un enano cojo que tiene por máximo mérito creer excesivamente en sí mismo. Ahora bien, en tanto está convencido de lo que hace y ningún político pasa de ser un señor ridículo que cree que la política es algo serio y no una ficción, da lo mismo quién ocupe qué lugar o quién sea electo, a condición de que sea “interesante”.
En el proceso, al intelectual, en este caso Reza, nada le roza, lo mira todo con olímpica superioridad (“Es candidato. Como no conozco nada de la dramaturgia política, confieso que desconozco la importancia de este anuncio”). Así, progresivamente, el objetivo del libro parece más el de construir al propio autor como personaje central (abundan las referencias a sus obras y libros, sus “devoluciones de gentilezas” con otros intelectuales franceses, particularmente Onfray) que el de descubrir algo o nada acerca de su objeto. En realidad, el escándalo de El alba la tarde o la noche no es que revele mucho o poco acerca de Sarkozy, la política francesa o el sistema democrático, sino hasta qué punto desnuda la tontería de semejante idea de la política. En esas mismas páginas con que Reza intenta convencernos de que este señor “Sarko” no es más que una persona medianamente astuta en un contexto de vanidad imbécil, vicisitud que ella puede comprender desde su mirada lúcida y penetrante, advertimos más bien todo lo contrario: es la feroz inteligencia pragmática del mundo político la que triunfa, obnubilando a una escritora de armas menores, que no llega siquiera a vislumbrarla.
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