Domingo, 1 de junio de 2008 | Hoy
SWANN
Llega un policial más que original: esta vez, los detectives son un rebaño de ovejas que investiga la muerte de su pastor.
Por Martín Pérez
Las ovejas de Glennkill
Leonie Swann
Salamandra
320 páginas
Si hay algo que esta sorprendente novela policial de la alemana Leonie Swann nunca podía ser, era un policial negro. Porque sus detectives son nada menos que un rebaño de blancas ovejas irlandesas, tercas y glotonas, pero también sumamente curiosas. Y fieles a su pastor, que un buen día aparece muerto al lado del carromato donde vivía, lejos del pueblo de Glennkill, pero bien cerca de sus ovejas. El descubrimiento hace desfilar a todos los personajes del pueblo por el prado donde pasta el rebaño, y el miedo que las ovejas huelen en ellos los transforma a todos en sospechosos. Desde el carnicero, un oficio al que las ovejas conocen muy bien ya que huelen la sangre en sus manos, hasta el párroco, del que desconocen absolutamente todo. Como escuchan hablar de la casa de Dios y, en una escapada al pueblo, descubren al párroco en la iglesia, suponen que él es Dios, sencillamente. Cuando oyen hablar de Satán, sin embargo, no se confunden. Lo conocen personalmente, y no creen que sea demasiado peligroso: así se llama el burro del campo de al lado.
Sorprendente fenómeno de ventas cuando se editó originalmente en Alemania en el 2005, y traducida a quince idiomas, la simpática Las ovejas de Glennkill es la primera novela de Leonie Swann, un obvio seudónimo que originalmente quizá quiso acercar el nombre de su autora al escenario irlandés de su blanquísimo policial. Nacida en Munich y estudiante de filosofía, psicología y literatura inglesa, Swann ha confesado que comenzó su historia tal como comienza la novela, con el pastor muerto y sus ovejas rodeándolo, pero con la idea de apenas intentar un cuento. Funcionó tan bien el experimento que no sólo terminó en novela, sino que ya está escribiendo una nueva aventura de sus ovejas.
Pero no hay que desestimar por eso la capacidad de entretenimiento de este libro divertido y desvergonzado, en el que se desarrollan dos misterios al mismo tiempo ante el ocasional lector: el del asesinato que dispara la trama, por supuesto, que se irá develando muy lentamente. Pero también el de si será la autora capaz de hacer creíble –y entretenida, claro– la posibilidad de que las ovejas investiguen el crimen. Y este último misterio es el que primero se resolverá de manera sorprendentemente natural y con mucho disfrute, ya que Swann no sólo mueve bien los hilos de su historia, sino que logra la proeza de darles entidad a todas y cada una de las ovejas del rebaño, e intentará no sólo encontrar al asesino de su pastor, sino también desentrañar los misterios de los hombres, esos animales con el sentido del olfato tan poco desarrollado, que a ellas les cuesta creer que sean realmente inteligentes.
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