Dom 20.10.2002
libros

RESEñAS

Hasta la Victoria (Ocampo)

El mundo como destino
María Esther Vázquez

Seix Barral
Buenos Aires, 2002
316 págs.

Por Martín De Ambrosio

María Esther Vázquez deja claro desde las primeras páginas que es una admiradora de Victoria Ocampo (1890-1979): “Esta biografía es testimonio de ese sentimiento que acompañó toda mi vida adulta”. Afortunadamente, no todo el libro es una colección de elogios de fan y de comentarios prescindibles (“Victoria todavía no había aprendido que la mayoría de las veces las grandes admiraciones, como las grandes ilusiones, se alimentan de espejismos”) o banales (“paralelamente al descubrimiento del mundo del teatro, Victoria descubrió otro mucho más desagradable, el del dolor; se rompió un brazo”). Tal vez sea una tarea complicada explicar por qué, entonces –sobre todo después de este par de ejemplos–, esta biografía tiene una rara perfección: logra que vida y época de Victoria Ocampo fluyan y que esos comentarios aparezcan como piedras en un camino que por lo demás se recorre con placidez.
Como cada vez que se habla de VO, abundan las referencias a la revista literaria Sur y a todos los escritores que encontraron cobijo bajo el manto de Victoria. Porque la historia de VO es también la historia de Tagore, Ortega y Gasset, Borges, Keyserling, Bioy, Octavio Paz, entre tantos escritores a los que publicó o con los que trabajó o se enamoró (las categorías no son excluyentes). Mecenas de escritores, antes que escritora ella misma, la obra de VO más recordada es la creación –y durante mucho tiempo, edición– de Sur, que publicó su primer número en el verano de 1930-1931. Según señala Vázquez, Sur era “apolítica” y por eso se granjeaba enemigos surtidos a diestra y siniestra. Lo que es seguro es que los peronistas la consideraron un buen ejemplar de gorila (y por cierto que su aristocratismo no hacía mucho a su favor). Tanto, que VO fue detenida en mayo del ‘53, después de que Perón convocara a “dar leña” contra quienes habían puesto dos bombas en la Plaza de Mayo en un acto de la CGT. Así pasó de los hoteles más distinguidos de Europa a una breve temporada de 26 días en la cárcel El Buen Pastor de San Telmo por “complotar contra el justicialismo”. En ese breve lapso, alcanzó a formarse un Comité Internacional para la Liberación de Intelectuales Argentinos, encabezado por Aldous Huxley y Waldo Frank; el New York Times exigió su libertad (algo similar a lo que hizo cuando el reo fue Cavallo); el primer ministro de la India Jawaharlal Nehru y Gabriela Mistral también le protestaron a Perón, que finalmente condescendió a liberarla.
Antes, hacia 1934, Victoria había sido invitada por el Instituto Interuniversitario Fascista de Cultura (junto con otro de sus escritorespareja, Eduardo Mallea) a dar una serie de conferencias en universidades italianas. En el libro, el episodio está un poco diluido: aparentemente VO les había aclarado a los del Instituto Fascista que no simpatizaba con el régimen de Mussolini, pero después aceptó entrevistarse con Il Duce. Según Vázquez, ella le criticó el rol que el fascismo le otorgaba a la mujer; acto seguido le dedicó un ejemplar de De Francesca a Beatrice.
En todo el libro no queda nunca claro por qué había gente que pensaba mal de VO; las posibles críticas que desliza el libro están en negativo y son del estilo “no es posible que se tratara de esnobismo de mujer rica sino que...” Esas voces quedan desterradas, tal vez a la espera de una (improbable) historia peronista de la cultura.

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