Domingo, 8 de marzo de 2009 | Hoy
RESCATES
Puntual como la Navidad, el Premio Nobel actualiza la obra de un autor en general sumamente prolífico. En el caso de Doris Lessing, faltaba una visión sobre sus cuentos europeos, repartidos entre libros de su bibliografía oficial y otros dados a conocer en The Partisan Review. Ahora publicados en un solo volumen, cristalizan la visión de un continente desgarrado por la guerra, la posguerra, la miseria y el fascismo como patología.
Por Juan Pablo Bertazza
Cuentos europeos
Doris Lessing
Lumen
930 páginas
Navidad, las películas de Woody Allen y el Premio Nobel son algunos de los acontecimientos que, como suceden una vez por año, no siempre pueden recordarse con claridad. Con el tiempo, se confunden o se mezclan en la memoria. En el caso del Nobel de Literatura, esa misma condición anual atenta un poco contra lo que, tal vez, sea uno de sus objetivos: dar a conocer a la mayor cantidad de gente posible la obra de un escritor valioso. Pero los escasos y vertiginosos 365 días que median entre un premiado y otro, por más reediciones que se pongan a disposición, no resultan suficientes para hacer una inmersión profunda en obras que tal parece ser uno de los grandes requerimientos del premio– siempre son prolíficas, por no decir inabarcables.
Doris Lessing obtuvo el Nobel en 2007, con 87 años y luego de haber sido postulada durante décadas, a tal punto que esa misma insistencia parecía jugarle en contra como si aquello de “eterna candidata” fuera ya un calificativo de rutina. Hasta que, claro, la fuente se rompió.
Y lo cierto es que su obra no se agota ni en ese rostro de abuela de vuelta de todo –con numerosas parejas, libros y un curioso itinerario político que, alguna vez, la acercó al Partido Comunista inglés, del que se alejó ruidosamente en 1954– ni en El cuaderno dorado, novela que la catapultó al futuro no sólo como defensora de los derechos de la mujer sino también como abanderada del humanismo.
Por eso mismo son tan bienvenidas las ediciones extemporáneas, es decir, las que aparecen fuera de esos 365 días que le corresponderían a un Nobel. Ya con Le Clézio en el podio, acaba de salir una verdadera joya editorial: los cuentos europeos de Doris Lessing, una compilación de casi mil páginas que reúne todos los relatos y nouvelles de la autora británica ambientados en el Viejo Continente y escritos durante medio siglo, desde su llegada a Londres en 1949 hasta finales del siglo XX, y aparecidos ya sea en su bibliografía oficial –La costumbre de amar (1957), Un hombre y dos mujeres (1963), Historia de un hombre no casado (1972)– o en reediciones de bolsillo y publicaciones como Partisan Review.
Una panzada de cuentos clásicos –con introducción, desarrollo y finales abiertos que, en general, no dejan dudas sobre el relato en cuestión pero sí sobre todo lo demás– que, no obstante, llevan su marca distintiva: sus tramas son algo así como una gran puerta giratoria que nunca se sabe bien por cuál de sus entradas se va a terminar abriendo. No sólo porque para centrarse en un personaje Lessing suele retratar a la totalidad de sus amantes o incluso a los amantes de sus amantes, sino también por el rotundo protagonismo que adquiere el medio, el escenario.
Y si algo puede decirse acerca de la manera en que Lessing retrata Europa, es que logra enfocar el no-va-más, el momento en que cayeron todas las fichas, sin apartarse un instante de los convencionalismos y las buenas costumbres, un contraste que constituye la mismísima desesperación. Con un centro de operaciones claramente anclado en Londres –ciudad desde donde los personajes casi siempre salen con cierta urgencia– y el estetoscopio puesto en los ingleses –que siempre evitan encontrarse entre sí cuando viajan–, o mejor dicho, en la mirada de los ingleses hacia Europa, en el Viejo Continente de Lessing conviven las ruinas de las guerras con el tímido brote de una reconstrucción inverosímil y el fantasma fresco, demasiado fresco, del fascismo, insinuado en estos cuentos como la gran patología mental de la humanidad; patología cuanto más peligrosa porque siempre esconde un costado amable, como en uno de los relatos más valiosos, El ojo de Dios en el paraíso, en el que un alemán psiquiatra e interno en su propio hospital exhibe ante una pareja de médicos ingleses sus extrañas pinturas: de cerca, un rejunte demencial de colores y, a partir de cierta distancia, el armónico trazo de paisajes bucólicos.
Ese doblez se trasluce en casi todos los relatos, ya sea en un mismo personaje como sucede en el extraordinario La otra mujer, en el que un hombre se hace demasiado cargo de Rose, una joven formal dedicada sólo a su padre, luego de que bombardearan su vivienda en la guerra o, entre varios personajes, como sucede en La mujer, cuando un alemán y un inglés, ex rivales de guerra, se disputan a una joven e indiferente camarera en la terraza de un hotel de cinco estrellas hasta que algo los disuade por completo. En muchos otros relatos esa misma dualidad adquiere forma de choque generacional –parejas con muchos años de diferencia que encarnan la desconsolante paradoja de sólo poder estar juntos separados porque “si quiero conservarlo, nunca podré decir lo que pienso, nunca podré decir la verdad”–, cruces entre pasado y presente –matrimonios que cometen el terrible error de volver al lugar donde fueron felices, el lugar donde pasaron su luna de miel, por ejemplo– y entre infancia y adultez –-mayores con menor poder de decisión que un chico y menores que desarrollan un entrenamiento de índole asceta para atravesar un túnel de rocas bajo el agua–.
Treinta y siete relatos de diverso estilo y grosor que comparten, además del anclaje geográfico, la maestría de Lessing a la hora de retratar minuciosamente y, a la vez, de manera sutil una amplia gama de las relaciones humanas. Esa rarísima capacidad, que podría definirse como la costumbre de hacer literatura shockeante sobre gente aburrida, tal vez la ubique como fuente de inspiración o, al menos, precursora directa de escritores más jóvenes que ella y hoy expertos como McEwan, especialmente el de la extraordinaria Chesil Beach.
Cuentos europeos constituye así la vuelta a Europa en casi mil páginas, un viaje con fecha de ida y sin fecha de vuelta de la mano de Doris Lessing. Acaso la autora mejor premiada con el Nobel desde Coetzee en 2003.
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