Domingo, 8 de marzo de 2009 | Hoy
Biografía intelectual de Da Vinci, La ciencia de Leonardo, del físico teórico Fritjof Capra, deriva en un original ensayo que postula al genio del Renacimiento como el primer científico moderno. Pruebas, dibujos y especulaciones convergen en un libro polémico y estimulante.
Por Damian Huergo
La ciencia de Leonardo
Fritjof Capra
Anagrama
412 páginas
Leonardo es el Hamlet de la historia del arte, a quien cada uno de nosotros tiene que recrear a su medida”, dijo el historiador del arte Kenneth Clark. El físico teórico Fritjof Capra, al leer la declaración, la siguió al pie de la letra, y en su último libro se atrevió a confeccionar a su Leonardo. La aparición tardía de los cuadernos de notas del genio del Renacimiento –en donde describe sus experimentos mediante dibujos y meditados análisis– y la caducidad del paradigma newtoniano le permitieron a Capra explorar una zona oscura y poco frecuentada en Leonardo: su obra científica.
En la primera parte de La ciencia de Leonardo, el autor realiza una biografía intelectual sin dejar de lado el objeto de su investigación. Guiado por un historicismo atemperado, Capra logra un contrapunto entre la historia y la educación científica y técnica de Leonardo. Con una prosa sencilla y lucida –necesaria para avanzar en estos terrenos fangosos para el gran público– narra la influencia en Leonardo de los años florentinos del Renacimiento, que promulgaban al uomo universale, al hombre unido a la naturaleza. Este código de época aplicado al conocimiento, y sumado a la inmensurable curiosidad de Leonardo, fue lo que lo estimuló a adquirir y manejar múltiples saberes –entre ellos la pintura, la escultura, la anatomía, la arquitectura, la ingeniería militar y la música– en los cuales, según el físico teórico, subyace una base científica.
La tesis que Capra desarrolla en la segunda parte del libro afirma que Leonardo Da Vinci fue el primer científico moderno. Según el físico teórico, Leonardo rompe con el legado aristotélico acerca del conocimiento de las formas naturales, cien años antes que Bacon y Galileo. El nuevo enfoque empírico de la ciencia, que desarrolla en el período de transición de la Edad Media al mundo moderno, se apoya en la observación sistemática de la naturaleza, el razonamiento lógico, la construcción de modelos teóricos y las generalizaciones matemáticas; es decir, en las características de lo que en la actualidad se conoce como el método científico. Además, Capra diferencia a Leonardo de los popes de la ciencia mecanicista –Galileo, Descartes y Newton– al adjudicarle un enfoque científico basado en lo visual, propio de su actividad como pintor. Es en sus dibujos donde Capra halla la clave de su método científico: la síntesis entre arte y ciencia. Leonardo entendía la pintura como un modo de acercarse a las formas naturales. Al elaborar una representación artística de la naturaleza, según Capra, el genio del Renacimiento buscaba su comprensión intelectual para conocer nuevos modos de organización de la vida, tal como se observa en sus estudios sobre la articulación entre el macrocosmos y el microcosmos, y cómo, a posteriori, los plasma en la pintura La Virgen de las Rocas.
Esta visión holística de la naturaleza y del cosmos es lo que acerca a Leonardo, según Capra, “a los avances más recientes de la ciencia moderna”. Siguiendo el modelo de acumulación científica propio de las ciencias duras, Capra se permite la ucronía de imaginar qué habría sido de la ciencia actual si los cuadernos de apuntes de Leonardo se hubiesen revelado en su época. Así como su pintura revolucionó la historia del arte, para el físico teórico este eslabón perdido de la evolución científica “hubiera contribuido a equilibrar el mecanicismo y el holismo, el estudio de la materia y de la forma”. Sin embargo, uno de los inconvenientes de la ucronía que plantea Capra es que el historicismo atemperado de la primera parte del libro desemboca en un presentismo de la historia, mediante el cual –como dice el sociólogo Alejandro Blanco– observa las teorías del pasado en una línea de continuidad con el presente, como si hubiesen “anticipado” o “contribuido” al desarrollo de las teorías o disciplinas que fueron reconocidas varios siglos después. Esta visión es la que llevó a Capra a ver en Leonardo al fundador del diseño, de la ecología profunda, de la ciencia cognitiva, del paisajismo, y hasta de la teoría de la complejidad.
Capra escribió sobre la ciencia del genio del Renacimiento para poner luz donde había oscuridad y no para enaltecer una disciplina como si fuese la panacea del conocimiento. Más allá de las perspectivas en que se apoyó el autor para contar la historia, es para festejar el Leonardo que nos refresca Capra. En La ciencia de Leonardo vemos a un hombre multifacético, que logra relacionar diferentes disciplinas para la comprensión de las formas naturales, incluidas las relaciones humanas. En este tiempo de hiperespecialización de las ciencias y tecnologías, en donde ante problemas concretos se revela la incapacidad de unificar una perspectiva, este modelo de Leonardo nos sirve para incitar el trabajo interdisciplinario y para pensar que –como se suele decir en estos días– si se pudo, sí se puede.
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