Domingo, 21 de marzo de 2010 | Hoy
Viene de Suecia y del frío. Y aunque no tiene parentesco alguno con Stieg Larsson, entra en la esfera de renovación de la novela negra y de acción que crece en fama mundial después de Mankell y tiene sello escandinavo. Asa Larsson logró con Aurora boreal una buena propuesta donde la claustrofobia del invierno polar ayuda a deducir asesinatos.
Por Fernando Bogado
Uno de los más efectivos inventarios de crímenes de la historia occidental es un texto sagrado, denostado y al mismo tiempo defendido con ciego fanatismo: sí, estamos hablando de la Biblia. El primer libro de Asa Larsson, el policial negro Aurora boreal, recientemente traducido al castellano y publicado en estas costas, insiste con una historia en donde este sagrado compendio brilla por su costado más polémico, el del asesinato.
Ya en las primeras páginas, el acto que dará motivo a la investigación policíaca se perpetra: Viktor Strandgård, un joven perteneciente a una comunidad religiosa ubicada en Kiruna, a 200 kilómetros del Polo Norte, aparece asesinado en la Iglesia de Cristal, el templo principal de un numeroso grupo cristiano. El cadáver está sádicamente mutilado: los ojos vaciados, las manos cortadas. A todo esto, la guinda del postre: no es la primera vez que Viktor muere. Al igual que en su momento lo hizo otro Victor, Sueiro, vio la luz y decidió quedarse del lado terreno del túnel, luego de ser atropellado en sus años de juventud. Sobrevivió a eso para traer un mensaje: las diversas sectas cristianas de Kiruna debían fundirse en una sola, permitiendo así crear una gran congregación dirigida por un triunvirato de pastores.
Dos mujeres serán las encargadas de tomar el papel de detectives: la primera, una abogada fiscal amiga de la hermana de la víctima, principal acusada, que se introduce en el tema sin quererlo (Rebecka Martinsson, la Kurt Wallander de Larsson que protagoniza otras tantas novelas prontas a publicarse). La segunda, una policía embarazada llamada Anna-Maria Mella que, claramente y siguiendo las confesiones de la autora, no puede dejar de recordarnos al personaje de Marge Gunderson, la oficial de policía embarazada interpretada por Frances MacDormand en Fargo (1996) de los hermanos Coen (en la foto de contratapa al menos, la autora es también sorprendentemente parecida a la actriz).
El núcleo del conflicto parece centrarse en el siguiente interrogante: un caso que incumbe a este cerrado y rutinario pueblo de fuertes tradiciones, ¿podrá ser llevado a la luz racional, causal y como mínimo herética de estas dos mujeres?
Asa Larsson (nacida en Kiruna en 1966) logra aquí un policial negro extremadamente clásico: devenida en escritora luego de dedicarse a la abogacía, se abocó a su actual profesión nacido ya su primer hijo. Las dos protagonistas parecen el reflejo desdoblado de la vida de la autora, criada también en una cerrada comunidad cristiana sueca en el mismo lugar en donde se llevan adelante los hechos. Con otros éxitos como Sangre derramada (2004), Larsson, quien no tiene ninguna relación de parentesco con Stieg, comparte con su tocayo y con otros nombres de la literatura de policiales sueca como Henning Mankell, el privilegio de ser parte de toda una explosión editorial que incumbe novedades y varias traducciones de estas obras septentrionales. Y mutuas validaciones, claro: dicen las lenguas publicitarias que Stieg Larsson, un año antes de morir, no podía dejar de leer la novela de Asa.
Ganadora del premio de la Asociación de Escritores Suecos de Novela Negra a la Mejor Primera Novela en el año de su publicación, Aurora boreal se convierte en una interesante novedad para revisar el boom del policial negro sueco; en este caso, concentrado en reconstruir las costumbres de un lejano pueblo y, por momentos, ofrecernos escenas que se escapan de la rígida estructura del misterio-en-donde-ganan-los-buenos para sumar un plus que no convierte a la novela en una genialidad, pero sí en una lectura interesante. Para ser más precisos, la acción no pasa aquí por las descripciones de inmensos paisajes blancos y delincuentes en fuga sino por los diálogos claustrofóbicos que se dan en ambientes muy cerrados, mostrando cómo los personajes se guarecen del frío, comen algunos bollos de canela y tratan de resolver un crimen en un policial negro con notas deductivas a la Dupin.
Y sí: la Biblia está llena de asesinatos. Desde los castigos divinos y los pueblos quemados por ángeles del Antiguo Testamento hasta la muerte de miles de niños por Herodes o los castigos infernales destinados al pecador anunciados en el Nuevo Testamento. No tendríamos que sorprendernos cuando Asa Larsson, en varias entrevistas, declare que de aquí sacó las principales motivaciones para dedicarse a la escritura de policiales negros: es que escribirlos es, casi casi, como seguir reescribiendo la Biblia.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.