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Domingo, 28 de marzo de 2010

El entrevero

Campo y ciudad bonaerense como escenarios de unos cuentos que avanzan en la búsqueda gradual de una voz propia.

 Por Sergio Kisielewsky

¿Cómo se estructura un relato? En principio puede pensarse en el clima, en los choques de opuestos, en la tensión reinante que puede haber en una zona geográfica, social, mítica o íntima. Este libro transcurre en una zona alejada de las grandes urbes que siempre están dispuestas a fagocitarse todo lo que encuentra a su paso. Carlos Laborde elige la visión opuesta, sitúa el imaginario en una intemperie allí donde el campo no lo es todo y la ciudad queda muy lejos. Una escritura bonaerense que no es el Manual del Alumno pero que respira el aroma a batallas que fueron de la Independencia y hoy son de la sobrevivencia. Batallas que ganan el idioma, el entrevero, una suerte de metáfora entre la gauchesca y el rigor que otorga el suspenso. En el medio hay una lengua filosa a medio cerrar o, como quería Saer, a medio borrar, una zona hecha de incompletud. Si Raymond Chandler tuviera la capacidad de volver, con gusto disfrutaría del cuento “Noble oficio de la memoria”, una construcción de policial al revés donde un esposo disfruta del engaño de su mujer. Este es el puntapié inicial de un libro donde la anécdota es más importante que su desarrollo, como una promesa que el escritor otorga de su mazo de naipes y el lector espera que aparezca el ancho de espadas o el de bastos o, en su defecto, nazca por magia de las letras. Mientras tanto, el siete de espadas muestra su filo en “La vaca” un auscultamiento de la represión religiosa y “La partida de truco”, donde de alguna forma el libro empieza a encontrar su estilo, su tono, la elegía deliberada que consigue Laborde para ordenar los ladrillos de su amplia habitación donde se sitúa el taller de orfebre de la casa. Está también el amplio living habitado por el peso de la doble moral en un pueblo que sólo elige sus víctimas a dedo y las prostitutas son las primeras en saber de qué lado estar en las partidas. Donde comisarios y xenófobos hacen un entrevero más peligroso que el viento del sur y los caballos desbocados.

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Malos vientos, Carlos Laborde, Nuevo Hacer, 187 páginas
 
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