Domingo, 18 de abril de 2010 | Hoy
Se vuelve a editar Angeles derrotados, el magistral debut de Denis Johnson, uno de los novelistas líricos y ásperos más inspirados de la literatura norteamericana del último cuarto del siglo XX.
Por Rodrigo Fresan
Cuando en 1983 el poeta de culto norteamericano Denis Johnson (nacido casi por casualidad en Munich en 1949) publicó su primera novela, fueron muchas las firmas de renombre que celebraron su llegada al género. Da vértigo pensar lo que habrá sentido un debutante ante las loas de gente como John Le Carré, Richard Ford, Robert Stone y Philip Roth. Da aún más vértigo la lectura de Angeles derrotados y volver a experimentar –en lo que constituye un rescate imprescindible de la editorial que la tradujo a nuestro idioma en 1986– el arribo de alguien que ya entonces era un maestro y que no ha hecho otra cosa que volar cada vez más alto hasta alcanzar la altura de clásicos modernos como Hijo de Jesús o Already Dead.
Titulada sin calificativos como Angels en el original, Johnson –al igual que otros novelistas que vienen de la poesía; pensar en el Roberto Bolaño de Estrella distante y 2666 o en el Michael Ondaatje de En una piel de león, El paciente inglés o Divisadero– posee un extraño y admirable talento para narrar, con exquisito lirismo, el funcionamiento disfuncional de una mente delictiva.
De ahí, la saga de los amorosos forajidos Bill y Jamie, triunfadores en el arte de perder y dispuestos a apostarlo todo conscientes de que no tienen nada. Con una prosa entre cósmica e íntima que recuerda las texturas de ciertos films de Terrence Malick –esas panorámicas casi místicas, llamémosle Zenemascope, de joyas como Malas tierras o de Días del cielo–, Johnson nos cuenta, con delicadeza de bardo, la caída libre y sin retorno de estos jóvenes que nunca fueron expulsados del paraíso porque jamás estuvieron allí. De hecho, con los años, nos enteraríamos de los orígenes del marine encallado Bill Houston en la monumental y vietnamita Arbol de humo (Mondadori, 2009), ganadora del National Book Award. Pero todo comenzó aquí y –hasta alcanzar esas estremecedoras páginas finales– aquí vuelve a comenzar. De regreso en el sitio que jamás debió dejar, Angeles derrotados despliega otra vez sus alas. Historia maldita, sí, pero buena nueva.
“Una pequeña obra maestra”, bendijo Philip Roth en su momento. De acuerdo. Pero el tiempo pasa y –cuando se lo merecen– las obras maestras también crecen. No dejemos caer a esta novela que ahora, más de un cuarto de siglo después, es una gran obra maestra.
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