Militares o ciudadanos
Máximo Badaró
Prometeo
363 páginas

Creado en 1869 por Sarmiento, el Colegio Militar de la Nación (CMN) constituye hasta el día de hoy la única institución que forma a los oficiales del Ejército. De sus aulas egresaron Savio, Mosconi, Perón, Valle, Tanco, Alberte, D’Andrea Mohr, entre otros militares democráticos. Una cifra de excepción si se la compara con las sucesivas promociones de genocidas y dictadores que aun desde antes de 1930, cuando Uriburu debutó con los golpes de Estado, deparó a la Argentina las peores desgracias de su historia. Solidario en el contundente desprestigio que el Ejército (en especial y las FF.AA. en general) se granjeó durante la dictadura y la guerra de Malvinas, el CMN debió aguardar hasta la década del ’90 para intentar un reciclado democrático. La transformación de una academia cerrada en un instituto universitario y la incorporación de mujeres a la carrera de oficial procuraron modificar los patrones tradicionales de autoridad hacia un modelo menos verticalista. Movida institucional que, a la cola de un coraje no exento de curiosidad científica, llevó al joven antropólogo de la UBA Máximo Badaró a meter su narices en el mismísimo cenáculo castrense entre el 2002 y el 2004, con la anuencia de sus uniformados anfitriones, hay que reconocerlo.

En esos patios, aulas y jardines plagados de arcanas simbologías, el investigador desarrolló un exhaustivo trabajo de campo, complementado con el rastreo de textos y documentos, de manera de obtener un panorama de cómo se forman esos cadetes en la actualidad. Si bien ha transcurrido ya un lustro de la redacción del informe, sus datos y conclusiones contienen una vigencia capaz de proyectar los lineamientos más abarcativos de cómo han de ser los generales de mañana.

Badaró tuvo oportunidad de charlar de modo informal con cadetes, docentes, oficiales, personal administrativo y familiares de los primeros; conocer sus experiencias, conservar su anonimato. En Militares o ciudadanos, el libro que divulga su tesis de doctorado en París, Badaró recorre los puntos de continuidad y los de ruptura con un sistema de ideas profundamente religioso, identificado con los valores de una supuesta clase dirigente aristocrática, que homologa como naturales la institución militar con la familia.

Al compenetrarse con el artefacto semiológico educativo, el autor no sólo subraya las referencias a los paradigmas académicos propios de la Universidad Austral o la Católica en tanto ideales, en contraposición a la demonizada UBA; asimismo desmenuza el enfoque pedagógico, concluyendo que la metodología no intenta desarrollar un pensamiento crítico en los cadetes sino principalmente buscar la solución a problemas; el método asume que todo problema tiene solución, y una única solución correcta; el método promueve la creencia de que todo problema puede reducirse a uno más pequeño; la solución de los grandes problemas se deriva en forma natural de la solución de los problemas pequeños. En cuanto a los contenidos programáticos, Badaró observa que la renovada currícula de manera alguna introduce “nuevas claves interpretativas para enmarcar en forma diferente las memorias militares del pasado reciente, sino que más bien ofrecen nuevas posiciones desde donde plantear desde el presente la lucha por los sentidos del pasado”.

En esta dirección, el concepto de “reserva moral de la Nación” se metamorfosea según las categorías conceptuales del management y la teoría empresarial basadas en Toffler: excelencia, calidad, rendimiento, resultados, eficacia, gastos, beneficios, elite.

Al integrar también documentos, graffiti, confesiones, detalles sobre sexualidad, Badaró logra un testimonio indispensable a la hora de reflexionar sobre las Fuerzas Armadas en la Argentina.