Domingo, 3 de octubre de 2010 | Hoy
Un poco de paranoia sobre los inmigrantes y ciertos abusos de género agregan un tono polémico a las novelas detectivescas del español Lorenzo Silva.
Por Martin Kasañetz
Varias de las novelas policiales del escritor español Lorenzo Silva parecen tener un mismo punto de partida –la muerte– desde la perspectiva de la reconstrucción que los investigadores llevan a cabo para recrear los momentos finales de la víctima. Pero primordialmente (y aquí viene el verdadero valor que le da una sustancia diferente y original a cada novela) lo que realmente las nutre es la relación que los encargados de develar la trama aportan a la resolución del crimen a partir de sus propias historias íntimas. Luego complementa a cada historia, como una especie de envoltorio final, el entretenimiento propio del método deductivo utilizado.
En esta ocasión –y con una fórmula comprobada– la última novela de Silva llega para continuar la saga de historias policiales en donde participan Rubén Bevilacqua y la sargento Virginia Chamorro. Esta pareja perteneciente a la Guardia Civil española retorna por sexta vez desde su primera aparición juntos en El lejano país de los estanques (1998), increíblemente escrita en el tiempo record de un mes. Bevilacqua conocía a la inexperta Chamorro para resolver la muerte de una extranjera cuyo cadáver había aparecido en una urbanización mallorquina. La relación continuó fortaleciéndose con El alquimista impaciente, La niebla y la doncella, Nadie vale más que otro (2004), La reina sin espejo y por último la reciente La estrategia del agua (2010).
Además de ser escritor, Lorenzo Silva es abogado. Este título le proporciona un vasto conocimiento de los vericuetos del sistema judicial que en todo juzgado se desarrollan. Quizá por esto su nueva novela comienza con la fuerte contrariedad que sufre su personaje Bevilacqua al enterarse de que luego de haber trabajado durante años para encerrar a un delincuente la Justicia ha resuelto dejarlo en libertad. En este contexto, el policía recibe un nuevo caso –quizá como una forma de remedio o de superación a su decepción anterior– que lo fuerza a dejar de lado su resentimiento y seguir trabajando para la Guardia Civil. El caso refiere a un hombre que es encontrado con dos tiros en la nuca en el ascensor de su edificio. Todo indica que se trata del trabajo de un profesional, lo cual llama la atención, ya que la víctima sólo tiene algunos antecedentes menores que no cuadran con la violencia de la escena.
La estrategia del agua parte desde un desencanto con la Justicia –comienzo no casual– para luego demostrar, a través de la trama, una marcada intención de exponer una postura polémica referente a la violencia de género y, puntualmente, sobre la aplicación de la justicia sobre estas leyes. La novela, a través de sus personajes, señala una potencial falla legal respecto de ciertas mujeres que parecen utilizar la protección de esta ley para perjudicar a sus ex cónyuges. Silva, a través de ciertas publicaciones en su blog, manifiesta sobre sus personajes: “En fin, son ellos los que hablan”, lo cual puede considerarse, al menos, inocente de su parte. Pero Silva, al parecer queriendo completar una idea, va más allá de este punto controversial, demostrando opiniones llamativas sobre los extranjeros que habitan en España para delinquir perteneciendo a bandas criminales. Esto no quita que estos escenarios puedan existir en toda sociedad; lo que es necesario indicar es que, resaltarlos, destacándolos por sobre los demás, es tomar una posición ante un tema sumamente delicado.
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