EL EXTRANJERO
Un cuore di troppo, de Aldo Bus
Un cuore di troppo
Aldo Busi
Mondadori, Milán, 2001.
124 págs. 11,38 euros.
Aldo Busi es uno de los escritores más conocidos en el mundillo literario italiano, seguramente el mejor de su generación (la de los nacidos alrededor de 1950), alejado tanto de las versiones peninsulares de la pulp-fiction norteamericana como del vanguardismo teórico-político encarnado en los herederos de Luther Blisset: “He querido que mi obra sea la reina de la literatura”, dijo Busi alguna vez, y en cierto sentido lo ha logrado. Nacido en un hogar campesino de la provincia lombarda de Brescia en 1948, Busi entró en el panorama de las letras peninsulares con una extensa novela, escrita, según él mismo ha confesado, “en un italiano inexistente”, que –siempre de acuerdo con Busi– permaneció ajeno a la gran tradición novelística del siglo XIX: Seminario de la juventud (Adelphi, 1984, traducido al castellano por Anagrama). En los años siguientes, además de publicar prácticamente un libro por año, Busi (un exquisito traductor de literatura clásica alemana) supo construir su propia figura de escritor público desde los diarios y la TV, con contundentes intervenciones, especialmente acerca de su homosexualidad.
La obra de Busi es de variado nivel: hay narraciones de largo aliento (como La delfina bizantina), parodias de manuales de autoayuda y un cúmulo de textos de difícil clasificación, como Sodomie in corpo 11 o el alucinante libro de viajes australiano Cazzi e canguri (1994). Con Un cuore di troppo, el autor retoma, después de varios años, la novela. Como a lo largo de toda su obra, se narra algo del orden de la experiencia, o mejor, de la imposibilidad de dar cuenta de la experiencia (concretamente, de la relación erótica) mediante el relato. En una clínica anti-stress, el narrador, un escritor bastante famoso por sus apariciones mediáticas (cuyo nombre, Aldo Subi, conoceremos ya muy avanzada la novela), decide contar la historia de un amor difícil con un paciente (un maduro fabricante de embutidos, casado). Elige como depositario del secreto, de manera nada casual, a Menelao Filatterio, un transportista tosco y bien casado, mujeriego y de una vulgaridad apabullante. La triste clínica funciona como un verdadero mirador de la sociedad italiana, un lugar ominoso poblado de miembros de los sectores recientemente enriquecidos (la amplia y patética base electoral berlusconiana). En esta montaña mágica degradada, Busi pone en escena un amor entre dos hombres maduros que –así es Eros– nunca tuvo lugar del todo: el intento por narrar la imposibilidad de narrar ese amor fluctúa entre lo que no puede ser del todo dicho porque, en definitiva, no quiere ser escuchado. Una pequeña y sarcástica novela proustiana.
Por Diego Bentivegna