La letra es pequeña y a través de fotos de originales de su obra se ven las correcciones en detalle. Es la escritura de una joven mujer que desde la cárcel de Rawson les escribe a las pecas de su hermana que cumple 15 años. El lenguaje es el que empieza a nacer de una poeta, una expresión adolescente, indomable, tenaz, cuando lo maravilloso es que el mundo exista y que una joven pueda disfrutarlo. Todo lo que la rodea la estimula a pensar y soñar, le da fuerzas para enhebrar las palabras sencillas con calidez inusual en plena juventud. Ella es testigo y parte de que el mundo se tornó complejo y violento. Rosa María Pargas es una de las escritoras detenidas-desaparecidas en agosto de 1977, a los 28 años. El título de la obra es todo un acto de fe y se ve a las claras que la escritura fue su destino de vida. Ve luz en la oscuridad, calidez en el viento helado y es una caminante que no se detiene en los obstáculos y en el medio de la batalla vislumbra el humor (“con esa cara de zapato que te falta”) o entrega sus poemas a su mejor amiga, Seda Borrajo, antes de que sus vidas tomen rumbos disímiles. Se despide de Gualeguaychú, su ciudad natal, y comienza a sentir el amor y la lucha por un mundo más justo con igual intensidad (“me acariciaste toda,/sin tocarme”). Sabe nadar entre las lágrimas y puede encontrar la forma de escribir con toda la fuerza en su presidio durante la dictadura de Lanusse en 1972. Son miradas que la alientan a ser mejor cada día, a redoblar la confianza en los proyectos vitales.

La perspectiva es la de alguien que sabe que su deseo de justicia nada tiene que ver con la muerte. Juegos con la altura de los diccionarios, rimas cariñosas a la madre, caballos jadeantes en medio de la llanura y siempre el latido de las cosas que no dejan de asombrarla. Rescatar esta gran ternura en forma de libro es mérito de los editores Julián Axat y Juan Aiub, la valoración de la escritora Alejandra Szir y la evocación sin estridencias de María Raquel Camps Pargas y Rosario González Sánchez.