Sábado, 31 de diciembre de 2011 | Hoy
El libro póstumo de Héctor Libertella, A la santidad del jugador de juegos de azar, se inscribe en la tradición argentina de la biografía apócrifa inspirada en Vidas imaginarias de Marcel Schwob. En la línea de Borges en Historia universal de la infamia y Luis Chitarroni en Siluetas, Libertella desarrolla el arte de la biografía subrayando el valor de estas vidas apócrifas cuando elaboran su destino mediante la provocación del azar.
Por Damian Huergo
Hace apenas cinco siglos, un tal Nicolás Maquiavelo escribió que en los acontecimientos humanos pesa tanto la virtud como la fortuna. Equitativo, eligió graficar el postulado con una fórmula matemática: 50 por ciento para cada una de las partes; las cuales deberán sopesarse entre sí para que cada mitad no arrolle con la fuerza de un río a la restante. Sin embargo, en A la santidad del jugador de juegos de azar, libro póstumo del escritor Héctor Libertella –fallecido en el 2006–, la ecuación para el perfecto equilibrio de la vida social tiene otros valores, otros principios: llámense lo sagrado y el azar, o la providencia y la fortuna. De este modo, como si fuese un gurú o un chamán, Libertella parece prescindir en estos relatos inéditos de la virtud, de la acción del hombre por determinación propia, dejándolo –a priori– cautivo de lo inconmensurable. En otras palabras, maniatado a esos dos territorios –lo sacro y lo azaroso– que está imposibilitado de controlar.
Ante este escenario desalentador por la supuesta anulación del sujeto, Libertella elabora –en el sentido lúdico del término– estrategias, artimañas, para darle una vuelta de tuerca a la falacia sacro-metafísica que insiste en que todo está digitado de antemano por un dedo divino o por eso que llamamos destino. Así, en un paisaje dominado por el azar y lo inexplicable, los protagonistas de estas biografías breves van a tener siempre un resabio de su capacidad de acción, una última posibilidad, al manipular ese territorio; es decir las reglas del juego. Tal como sucede en el relato que bautiza al libro, “Herbert Louis. A la santidad del jugador de los juegos de azar”, donde Louis despliega su oficio de jugador utilizando “suertes varias”, entre las que incluye girar un tambor de ruleta (rusa) con una bala adentro. Algo similar sucede en el borgeano “Flitner. Un cowboy”, cuando un grupo de cowboys, para sobrevivir a la mercantilización de su cultura por la industria del espectáculo, actúan de ellos mismos y –figurativamente– se dejan morir en realidades circulares de ficción.
A la santidad... puede leerse como el hijo díscolo de esa familia díscola de libros argentinos que –paradójicamente y no tanto– tiene su raíz en la obra de un francés: Vidas imaginarias de Marcel Schwob. En la misma línea, con sus respectivas variaciones, Borges en Historia universal de la infamia y Luis Chitarroni en Siluetas (sobre todo las historias que no tienen carnadura real), desarrollan el arte de la biografía tanto como un elogio a la lectura como a la capacidad inventiva que nutre a la literatura. En sus relatos, Borges presenta a los personajes en un instante psicológico o en un relámpago metafísico; en cambio Chitarroni disemina esa comprensión a lo largo del argumento. Libertella, como si buscara diferenciarse de ambos libros a pesar del género que los emparienta, con frases bellísimas y párrafos condensados, subraya el valor de estas vidas apócrifas cuando los personajes elaboran su destino mediante la provocación del azar; cuando arrojan la moneda al aire para que se active o se acelere o se interrumpa la maquinaria de lo imprevisible.
El libro incluye una segunda parte, “Miscelánea”, que se puede sumar a los textos –Las sagradas escrituras, La Librería Argentina, entre otros– donde Libertella encauza el ensayo con la ficción, los modos de leer con nuevas formas de escritura. En estas páginas agrega elementos al contra-canon literario que fomentó desde Nueva escritura en Latinoamérica (1997), ya sea barajando nombres –Onetti, Vallejos– o sistemas de lectura corporal que remiten a sus años beatniks, como en el maravilloso “La Idea del Amor en la Edad Media”.
En términos literarios, la publicación de una obra inédita representa el equilibrio exacto entre la virtud y la fortuna. La cantidad de manuscritos inéditos de Héctor Libertella aparecidos desde su fallecimiento parece ser su última apuesta literaria; como lector y escritor eligió provocar una vez más al azar, al dejar girando en la rueda de la fortuna la posibilidad de ser leído o la de permanecer oculto, de aparecer o de nutrir el mote gastado de escritor fantasma.
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