Domingo, 5 de febrero de 2012 | Hoy
Hace décadas que no se llevaba a cabo una antología de poetas argentinos traducidos al inglés. Pero además, la de Andrew Graham-Yooll incluye las versiones en castellano. Equilibrio regional y estético en una obra altamente inclusiva.
Por Juan Pablo Bertazza
Empieza con “La Siesta” de Macedonio Fernández (“La Siesta omnipotente gravita/ donde el tiempo fulminado/ se detiene”) y termina con “Notas para un agitador” de Verónica Viola Fisher (“cuando era pequeño se le cayó un piano/ en la nuca, desde ese día sus vértebras/ suenan cada vez que baila”). Y entre los extremos figuran cada una de las voces que Andrew Graham-Yooll y Daniel Samoilovich consideraron las más representativas del siglo XX, o por lo menos las que deberían tenerse en cuenta en una lectura retrospectiva del siglo cambalache, pero desde el siglo XXI.
De hecho, si toda antología ofrece su propia perspectiva, su propia visión y su propio tamiz, el nombre de esta compilación permite gravitar, tal vez, no exactamente en las voces más importantes del siglo XX sino en aquellas que lo siguen siendo cuando ya pasó más de una década de otro siglo, y tal vez esa diferencia no sea un detalle menor.
Por supuesto, la otra gran característica de esta antología –que a su vez es una actualización de un trabajo no comercial que Samoilovich presentara en la Feria del Libro de Frankfurt 2010, cuando nuestro país resultó invitado de honor– es que se trata de un libro bilingüe (inglés-español) con una serie de traducciones muy cuidadas, que en algunos casos fueron especialmente confeccionadas para esta obra: así, resulta al menos estimulante leer en el conciso y rotundo idioma inglés (¿la lengua por excelencia de la poesía?) los poemas de Alfonsina Storni (“you desire me as dawn/ seek me sparkling, made of mother-of-pearl”), Leopoldo Lugones, Olga Orozco, Mario Trejo, Ricardo Zelarayán, Miguel Angel Bustos, Paco Urondo, Laura Wittner y Martín Gambarotta, entre otros. Algo que, además de abrir un campo inexplorado y acaso otra forma de análisis, no ocurría, según se cuenta en el prólogo de este libro, desde el año 1971, cuando William Shand, en colaboración con Alberto Girri, publicó una antología con más de cien nombres aunque no bilingüe, es decir, solo en idioma inglés.
Además de incluir poetas jóvenes que hasta el momento no habían participado en demasiadas antologías de estas características, Poesía argentina para el siglo XX –sus autores decidieron dejar de lado las biografías de los antologados por considerar que sólo había espacio para poemas– no tropieza con una recurrente piedra en este tipo de trabajos, que tiene que ver con una ausencia notable de federalismo: acá están presentes las diversas provincias con cada uno de sus exponentes, como el mendocino Jorge Enrique Ramponi, el entrerriano Arnaldo Calveyra, el rosarino Hugo Padeletti, el jujeño Néstor Groppa, el cordobés Alejandro Nicotra, el salteño Leopoldo Castilla, el santiagueño Julio Salgado o el catamarqueño Leonardo Martínez.
En cuanto a la selección propiamente dicha, y a pesar de que lo que advierte Graham-Yooll acerca de que “la ‘crítica’ inevitable es que cualquier selección versará sobre la selección de nombres y la ausencia de creaciones que merecían ser incluidos”, hay que decir que no hay grandes sobresaltos canónicos, es decir, no se registran demasiadas sorpresas en lo que hace a la inclusión o exclusión de nombres, más allá de que al final, casi cayéndose del libro, figure en letra chica una lista aun más extensa de nombres de poetas recomendados que, en este caso, va de Baldomero Fernández Moreno hasta el joven poeta mendocino Fernando G. Toledo. Una forma original, acaso, de adelantarse a las críticas.
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