Domingo, 4 de marzo de 2012 | Hoy
Una biografía novelada del poeta Virgilio se plantea como un viaje al corazón de una época y una sensibilidad signados por las relaciones del artista con el poder.
Por Omar Ramos
Virgilio, memorias del poeta, es la primera novela de Hugo Francisco Bauzá, doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de París y especialista en antigüedad clásica. Como explica el autor en la Nota introductoria, es ésta una supuesta autobiografía del autor de La Eneida, hallada en las cercanías de la domus aurea, el fastuoso palacio de Nerón, no muy lejos de donde hoy se encuentran las ruinas del Coliseo. Habría sido conservada y anotada por un amigo del poeta; ¿acaso Tucca?, se pregunta el autor. Podría haber sido Tucca el que agregó opiniones en tercera persona para distinguirlas de las memorias del poeta, escritas en primera. Con un estilo refinado y pulido de notable erudición plasma animados cuadros en los que se aúnan y armonizan escena y paisaje, el relato y la fuerza descriptiva de los antepasados y maestros de Virgilio, la evocación de los padres y el abuelo con preguntas metafísicas que indudablemente podrían haber sido planteadas por el poeta. “¿Sentirán también las cosas? En ocasiones creo advertir que hay lágrimas en las cosas.” Entendimientos propios de un poeta y filósofo cuando súbitamente dice comprender la muerte: “El abismo, la aniquilación, el desgarro, la soledad infinita, la noche sin mañana”.
Se podría asociar estas memorias de Virgilio con Pericles, de Atenas, de Laura Elizalde, publicada por esta misma editorial. También con las memorias imaginarias del emperador Claudio, escritas por Robert Graves o Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar. En todos los casos la introspección se anuda con la historia y la política. Pero a diferencia de Claudio, Adriano y Pericles, Virgilio está afuera del poder, es un poeta desencantado del poder y en muchos casos presionado como cuando el gran Augusto le propone escribir La Eneida, concebido el proyecto por Virgilio entre los años 27 y 29 a. de C., cuando Octavio regresa victorioso de Accio y de sus campañas de Oriente a inaugurar con el título de Augusto la nueva historia de Roma.
Augusto, sobrino lejano de César, necesitaba que su familia estuviera emparentada con el origen de la historia de Roma y ser un patricio. Es cuando llama a Virgilio para que le cree un antecedente histórico. De ahí surge La Eneida, por ser Eneas héroe troyano, uno de los fundadores de Roma. Virgilio, en la cabeza y verosimilitud de Bauzá, no muy complacido debe alejarse de los caminos del ser para transitar ahora por los de la historia. Virgilio hubiera querido decirle: no puedo encarar el poema porque no lo mereces, porque no eres digno de alabanza, pero el mismo poeta refiere que su cobardía no le permitía plantear las cosas con claridad. Si obtuvo placer al escribir las Bucólicas y Geórgicas fue porque de su ser emanaba la poesía y se sentía un dios porque transformaba la realidad en la medida de sus versos. Pero al evocar la memoria de la madre, Bauzá pone en boca de Virgilio los límites del lenguaje, la impotencia de las palabras, en un intento desesperado por evocar ausencias, tal vez porque todo poeta en algún momento siente la banalidad de la palabra. “El lenguaje no basta, es menester la vida.”
Es muy elocuente el capítulo donde Virgilio se sumerge en la mitología griega, más precisamente en la leyenda de Orfeo, la que más cautivó su admiración, la reflexión filosófica y la experiencia lírica e incluso el amor.
El lenguaje en Bauzá es un exponente de palabras que posee el plus de la riqueza infinita de un vocabulario apropiado para el espacio, tiempo y personaje, donde su relación con el lenguaje trasunta intimidad y saber sobre la vida del poeta, incluso Bauzá utiliza palabras de una resonancia musical acorde con la sensibilidad de un poeta como Virgilio.
Es evidente que a través de Virgilio, memorias del poeta está presente el cantar y la epopeya del poeta que concebía al lenguaje como un álgebra de palabras, como una forma de elevar el alma para la contemplación de las esencias y que los “mitos permiten que el acontecer humano nos acerque a ese tiempo intemporal que llamamos eternidad”.
En definitiva, esta autobiografía novelada tiene con qué ser pretenciosa por su recóndito saber sobre la historia romana, su mitología y la griega, y los múltiples personajes que rodean a Virgilio dotándolo a éste de una profunda credibilidad, asentada en el lenguaje y los múltiples conocimientos de la época.
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