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Domingo, 15 de abril de 2012

Alto, Palermo

No es frecuente que la nueva narrativa argentina aborde un personaje de éxito. O de supuesto éxito: joven, infiel y adinerado yuppie de Palermo, el protagonista de Un publicista en apuros afronta su crack up en una novela donde Natalia Moret asume riesgos y suma virtudes.

 Por Luciana De Mello

Si el tan odiado y adorado barrio de Palermo fuera hoy la víctima de una horda enfermiza de lunáticos que le prenden fuego a sus templos, estaríamos asistiendo al espectáculo socio-cultural (a la instalación, bah) más interesante de los últimos tiempos. Esto sucede en Un publicista en apuros y así es como lo observa el cínico de Javier Franco, su narrador personaje, mientras aúlla revelaciones que se le suceden en la cabeza una detrás de la otra, y a la misma velocidad con la que su vida se arroja desde el rascacielos del publicista exitoso. Una historia de derrumbes, una novela negra de amor escrita con una mirada inteligente y mucho oído, pero sobre todo desde el razonamiento de esa clase social que tiene mucha plata, se propone hacer más, la consigue, y se aburre tanto que es capaz de matar por amor. Porque el amor es más fuerte. También para los chicos ricos.

Javier Franco es un publicista exitoso de treinta años educado en los mejores colegios, propietario de un ph en Palermo y adicto a la cocaína. Además de tener una novia joven, contactada y hermosa, una agencia top tapizada de macs y empleados que se camuflan entre sus superficies libres de porosidad, el mundo de Javier Franco tiene una grieta. Acaba de contraer una deuda producto de una traición, producto de su ex amante, producto de su infidelidad endémica y así van multiplicándose las complicaciones en su vida y en su cabeza, mientras se teje una trama con escenas tarantinescas y diálogos tan desopilantes como descarnados.. Toda la novela está en código publicista, es el lenguaje que define desde los nombres de los capítulos: “Far Berazategui”, “Tenemos un país hermoso”, “Diet Coke y chill out”, “Demasiado alto para ser peruano”, hasta la voz de Javier Franco, la voz de la paranoia que ocupa todos los espacios posibles dentro de la novela y cumple su cometido: un narrador ácido, violento y verborrágico que logra transmitir el vértigo de su propia náusea. Lo único que por momentos suena un tanto inverosímil es el grado de lucidez y formación lectora del narrador. No deja un solo análisis por hacer, está más allá del bien y del mal, comprende tanto a los chicos nacidos para gobernar que egresan del San Andrés como a la madre dealer de un mogólico con el que se pega viajes de merca en una pieza abandonada de Constitución. Todo en un solo personaje que justifica su conocimiento de mundo afirmando que pasó mucho tiempo en la calle. Puede ser. La escritura seduce, las escenas van creciendo en el delirio y entonces el lector decide confiar, no cuestionar verosimilitudes y sigue.

Un publicista en apuros. Natalia Moret Mondadori 389 págs.

Porque la pregunta que se plantea frente a esta novela desde el principio es: ¿cómo se va a sostener esta voz canchera hasta el hartazgo durante tantas páginas? La respuesta está en la trama. Natalia Moret, que además de escritora es guionista, logra construir en esta novela una trama a la talla de las buenas series norteamericanas, pero emplazada en Buenos Aires 2012. Una ciudad mapeada geográfica y sociológicamente entre Palermo, San Telmo, San Isidro, La Boca, Berazategui y Constitución. En los tres primeros barrios se consigue buena comida, reuniones de trabajo y mujeres atiborradas de dinero, sexo y traición. En los otros tres barrios el paneo es más lumpen, ahí sólo se viaja a conseguir droga, o tras la pista de algún criminal que, cual secuestrador express, obliga a la gente bien a salirse del corto radio de circunferencia en el que se desarrollan sus vidas. Entonces el protagonista se disfraza de pobre, toma un colectivo y camina las calles del lejano oeste del conurbano porteño, donde además de colgar sus zapatillas del cableado de la luz también se pelea a las piñas por una chica –capítulo homenaje narrado como una traducción al español de un típico western yanqui–, Moret se da lujos y sabe cómo sostenerlos. Hace este tipo de homenaje al western, filtra análisis políticos y sociológicos en medio del discurrir mental del narrador, trama una historia que podría ser un policial, pero que entraría mejor dentro del género de novela negra aunque sin embargo, el final de la historia termina por proponer que ésta se trata de una historia de amor. Eso sí, bien cargada de tiros.

Un publicista en apuros es una buena novela de estos tiempos, con un manejo de los diálogos que sabe cómo explotar la fricción humorística en las situaciones más tensas. Es una primera novela y están todas las cartas jugadas. Moret sale a matar o morir y gana, eso queda bien demostrado en Un publicista en apuros, por prepotencia de trabajo y una escritura inteligente que se piensa a sí misma mientras avanza, rascando con la punta de la uña la pintura saltada de la pared del vecino.

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