Domingo, 15 de abril de 2012 | Hoy
Arnaldo Calveyra recurre al inolvidable libro de Hudson, Allá lejos y hace tiempo, para recuperar los tonos y la materialidad de la infancia del hombre. Un volumen especial que incluye ilustraciones de Antonio Seguí.
Por Claudio Zeiger
Y de pronto, como quien se desliza hacia atrás en un tobogán pulido, estamos leyendo allá lejos y hace tiempo en el doble sentido que propone este singular libro: como un viaje al pasado de y guiado por Arnaldo Calveyra, el poeta y novelista que nació en Mansilla, Entre Ríos y vive hace muchos años en París, y como referencia directa al libro Allá lejos y hace tiempo de Guillermo Enrique Hudson, uno de esos inoxidables fierros literarios de la memoria y la infancia. De hecho, Calveyra transcribe numerosos fragmentos del libro de Hudson, que van pautando las evocaciones y ganando un lugar creciente en el libro de Calveyra, texto en el texto, encabalgamiento y ensueños compartidos. Singular, repetimos. Durante varias tardes de fines del año 1989, Calveyra lee a Hudson, recuerda a Proust (por la memoria) y a Ezequiel Martínez Estrada (por el amor a Hudson y a lo que Hudson representaba: el apego fuerte a la naturaleza y la tierra) y entre líneas de Hudson, Proust, Estrada y Calveyra, se van tramando los hilos que conducen al pasado como una materia etérea que se nos devuelve firme y consistente en sustantivos. Palomar, sauce, álamo, pichicho, lechuza, ombú, leña, apero, cardo, duraznillo, culebra, culebrilla, nidales. El sustantivo vence al tiempo.
Hudson vivió en Argentina hasta los treinta y pocos años y después se fue al home, Inglaterra, y ya nunca volvería, salvo cuando hacia el final de su vida escribió este libro inigualable. Pura nostalgia y hueco, pero nítida recuperación de una infancia en el campo más horizontal y poblado de colores y sonidos que pueda imaginarse. La pampa bonaerense entre 1840 y 1850. Mirada de niño gringo, despliegue inusitado de recursos imaginativos. Calveyra, al calor de la lectura de Hudson, recupera momentos, sensaciones y reflexiones de su propia infancia en el campo y la casa, en los años ’30. Trabaja con dos versiones: la traducción castellana y la traducción francesa de Far away and long ago y trabaja sobre todo con su sensibilidad de hombre adulto pero abierto de nuevo al vendaval de la infancia, cuando todo estaba por delante.
Un poeta lee una novela. Esta es básicamente la apuesta de Allá en lo verde Hudson, pero llama la atención que no la lee porque se trate de un texto “poético” sino que busca la tierra bajo los pies, el sustantivo más que el adjetivo o el tiempo verbal. Y en esa materia, y en ese hacer y deshacer la materia vamos avanzando en la lectura y siguiendo este movimiento por el cual Calveyra le va dejando crecientes espacios a Hudson, hasta confesar el puro placer de “fijar” su texto, transcribirlo como si quisiera grabarlo a fuego en la memoria.
“Me dedicaría a copiar a mano, imagen a imagen, cada línea, cada párrafo de su libro, con la lentitud requerida por estas horas de tregua y acaso de víspera, hacer de Allá lejos y hace tiempo un libro de horas, saborear las imágenes en su propia luz y sombra, cada palabra así convocada, cada uno de los sustantivos que resaltan como en relieve de la trama del libro, palabras bajo el hechizo y la advocación de una mente enamorada”, escribe Calveyra sobre el final, y un poco más al final, hace el llamado a considerar Allá lejos... como un libro fundador de la literatura argentina escrito originalmente en inglés. Un libro que funda una patria literaria y luego se expande hacia la patria geográfica.
Y todo esto que señala Calveyra se comparte, claro. Y también la sensación de que su propio Hudson es como su home, reflejo imposible pero necesario de los brillos de la infancia, aquel momento fundacional en el que dejamos de ser parte de la naturaleza y perdido por perdido, empezamos a volvernos parte de la cultura.
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