Un delirio, un caudal de irreverencias: eso puede pensarse, por ejemplo, mientras se lee Operación medibacha, debut literario de José Eduardo Moreno, que se presenta como sociólogo, nacido en Tres Arroyos, en 1978. Desde la portada se avisa, ya, subrayando el carácter del título, del sesgo paródico del libro: “Una misión imposible del agente secreto Denzel Washington Ferreira”. La bandera norteamericana, al fondo de la ilustración, ante una cama, y en primer plano las piernas de un tipo con medias de mujer anticipan el encargo que recibe este espía uruguayo entrenado en Cuba: conseguir algo que desestabilice la imagen del presidente de Estados Unidos (se sobreentiende que refiere a George W.). Reunión confidencial de tres mandatarios en un bunker sin ventilación:

“–Lo que a mí me parece es que hay que tomar alguna medida concreta, pero hacer algo con estos hijos de puta –tomó la iniciativa el argentino–. Se siguen creyendo los dueños de todo. Se cagan en todo el mundo. Y este que está ahora es el peor de todos.

–Estamos todos de acuerdo en que es un reverendo hijo de puta –comentó el uruguayo–. ¿Pero qué vamos a hacer? ¿Matarlo? ¿Para que encima se convierta en mártir? Mirá el otro pelotudo de Kennedy, no se podía atar los cordones solo, lo matan, y de repente es el mejor presidente que tuvieron.

–Pero algo hay que hacer –lo cortó el brasileño, mientras mascaba un chicle sabor cola–. Aprovechemos que hoy nos podemos poner de acuerdo y hagamos algo. Hay que alborotar un poco el avispero.”

Operación medibacha. José Eduardo Moreno Planeta 216 páginas

Se sobreentiende, también, que ese trío está compuesto por Kirchner, Lula y Tabaré Vázquez. La misión, le dicen a Ferreira, tiene una importancia fundamental “para el reordenamiento geopolítico mundial”. Así que allá va a encontrarse en San Pablo con un narco fumón brasileño, Zé Tapihna Gonçalvez, vinculado con Hollywood, con la idea de llegar al presidente a través del gobernador Arnold Schwarzenegger. Bueno, un despropósito. En la narrativa de Moreno parecen claras las huellas de Roberto Fontanarrosa y de Osvaldo Soriano: el humor de ambos, las voces populares, los códigos masculinos (alguna incorrección, y la incorrección de esa incorrección), el cruce delirado con la política, la aventura, el fútbol: Obdulio Varela, capitán de aquel equipo del Maracanazo, es el héroe de Ferreira.

La linealidad del humor con el asunto de las nacionalidades y algún lugar común en torno al levante amenazan con ser boletos para el patinazo (borde de estudiantina), pero Moreno reformatea la parodia con lo bizarro y consigue entonar una voz que se sostiene, impulsa y en algún momento hace reír. A pura gansada, por supuesto: “Es la hora de los grandes hombres, es el tiempo de salvar mi honor: ¡es el momento de recuperar la dignidad de América Latina!”, dice Ferreira en un momento crítico, a poco de meterse en la boca del lobo, recién rescatado, tras una zozobra, por el comando Pablo Milanés. De arranque, el prologuista Joaquín Morales del Solar (periodista, presidente de la ONG lobbies compartidos), avisa que la historia, novelada, proviene de unas carpetas que el jardinero de Julian Assange encontró, en una valija enterrada, mientras desmalezaba ortigas. A Ferreira se le atribuyen la participación en el asesinato de Somoza, el diseño de los pasamontañas de los zapatistas y romances con Lady Di, Bo Derek y las hermanas Norma y Mimí Pons.

Poco serio lo de este Moreno, que al parecer ya tiene escrito otro relato con su espía como protagonista: Código Tripa Gorda. “Le digo la verdad –parece quejársele Ferreira–, tengo los huevos llenos de esta vida a lo James Bond, pero en total anonimato y con menos glamour.”