Clara Obligado, radicada desde su exilio, en 1976, en España, despliega en su último libro de cuentos, El libro de los viajes equivocados, su pericia narrativa y poética, y por qué no, matemática. Estructurada como una novela atomizada, la obra se expande en el tiempo y el espacio de cada historia de vida. El primer cuento, a modo de axioma, abre el libro: la espiral de una caracola como metáfora de un algoritmo a descifrar en la lectura de la totalidad. Y la protagonista del último cuento lo confirma: “No es una espiral constante, aburrida y previsible, sino que encierra un diminuto cosmos que se abre como un torbellino, en progresión geométrica, girando en cada curva cada vez más abierta”. Así, estos axiomas recorren los destinos de estos personajes, gente común de la periferia de Europa marcada por el dolor, la pérdida, la venganza, el horror, el amor, la maternidad. Los lugares: Polonia, Normandía, Siberia, Italia, Albania, Madrid, Buenos Aires. Los tiempos: quinientos millones de años atrás, 1481, 1996, 1936, 1741, 2014, 1930, 1960. Una isla –Europa en sus orígenes–, y su realidad que, a través del tiempo, se deforma y expulsa inmigrantes, viajeros, aventureros, huérfanos que habitan un planeta sin tiempo ni lugar fijo mientras sus historias se cruzan en algún punto de esa fuga, punto que a la vez modifica el azar y deviene parte de esa totalidad del universo.

Como un homenaje a Borges, su profesor universitario, Obligado abre el Aleph y desgrana cada detalle de ese microcosmos, lleno de preguntas que viajan, como la vida misma, en cada historia, y vuelven y se retoman en distintas generaciones y lugares. La escritora misma es parte de estas historias en el cuento “La escritura”. Su vida cotidiana y la escritura que irrumpe en su cotidianidad borra las fronteras de la ficción como prefiguración de una realidad en sí misma que llega para quedarse: “La casa está en calma: todo el mundo duerme. Yo escribo”.