Domingo, 29 de septiembre de 2013 | Hoy
Cuando lo invitaron a visitar la Argentina, lo primero en lo que pensó David B. fue en Garibaldi, porque le hizo recordar a los relatos que leía en su infancia, donde aparecía el Río de la Plata. Y después en Borges. Lo cierto es que el famoso dibujante de Epiléptico fue uno de los protagonistas de Comicópolis, el festival internacional de historietas que se realizó esta semana en Tecnópolis. Aquí cuenta la historia de la historieta de su familia, de la enfermedad de su hermano y de los próximos pasos que pueden llevarlo al cine, aunque siempre con dibujos animados.
Por Martín Pérez
A una década de la aparición del último de los seis tomos en los que se publicó inicialmente su obra maestra, Epiléptico, David B. se ríe al asegurar que lo primero que se le ocurre aclarar ante el aniversario es que la historia todavía no ha terminado. Por eso es que sigue dibujando Babel, una historieta en la que por momentos vuelve a contar las mismas escenas que recordó en Epiléptico, pero desde otro punto de vista. “En el primer tomo de Babel volví a dibujar el momento en que mi hermano tuvo su primera crisis de epilepsia, pero lo hice recordándolo desde mi adultez. Porque en Epiléptico intenté recrear lo que pensaba cuando era un niño, de la misma manera en que lo hago con las historietas en las que ilustro mis sueños, sin cambiarles nada”, explica uno de los invitados estrella de Comicópolis, el festival internacional de la historieta –heredero de Viñetas Sueltas– que se realizó el fin de semana pasado en Tecnópolis.
Una de las obras maestras del nuevo comic, Epiléptico es una historieta monumental, un admirable ladrillo de casi 400 páginas, que recién desde hace un par de años se puede conseguir en las librerías porteñas, completo y traducido, gracias a una edición de la editorial española Sins Entido. Publicada originalmente en Francia entre 1996 y 2003, bajo el sugerente título de La ascensión del gran mal, es una obra en la que David B. cuenta su vida y la de su familia, a la sombra de la enfermedad que sufre su hermano mayor desde su más temprana infancia. “Dibujando Epiléptico fue que aprendí a hacer historietas, descubrí un estilo gráfico propio y me transformé en un autor”, asegura David B., que también se peleó con su familia al publicarse su historia, y estuvo sin hablar con ellos durante cuatro años. “Mi madre dijo que le molestó que contase que su abuela y su bisabuela eran alcohólicas. Pero fue lo primero que ella recordó al hablar de ellas. Yo creo que fue la excusa que encontró para no decirme que lo que le disgustaba era que fuese yo el que contase su historia. Y no sólo la contara, sino que también la dibujara, algo que resulta mucho más impresionante.”
Aunque David B. dibujó su primera historieta a los cinco años, junto a su hermano, confiesa que recién cuando fundó la editorial independiente L’Association, junto a otros dibujantes de su generación, y publicó en ella el volumen Le cheval blême (1992), fue que empezó a encontrar su propio camino. “Cuando fundamos la editorial, las primeras obras para publicar las teníamos que presentar nosotros. Yo tenía un cuaderno donde anotaba mis sueños, pero no creía que con eso pudiese hacer un álbum. Se los mostré a mis compañeros, y ellos me alentaron a que lo hiciera.” Así nació Le cheval blême, cuenta David B, que explorando su inconsciente descubrió un estilo gráfico con el cual podría contar esa historia que siempre le había obsesionado: la suya. Pero Epiléptico se aleja de la mera historia-de-vida, porque David B. no pretende contar simplemente una tragedia de hondo contenido humano, sino que investiga su infancia de la misma manera en que investiga sus sueños.
Las fantasías oscuras que dispara la enfermedad de su hermano se multiplican desde sus ojos de niño, se profundizan recorriendo la historia familiar y el fracaso de la medicina tradicional permite que ingresen en la trama los años sesenta en pleno, con barricadas y medicinas alternativas al mismo tiempo.
“El mundo de los sueños y la violencia con la que ingresó la enfermedad en mi infancia son mis obsesiones principales, y por eso terminan apareciendo también en historias con las que no están aparentemente vinculados”, explica el dibujante, orgulloso de haber regresado hace un par de años a L’Association, de la que se había distanciado luego de una pelea con uno de sus colegas, al que finalmente han terminado desplazando. “Lo que quisimos hacer en su momento con L’Association fue llevar la historieta hacia géneros en los que la literatura ya había incursionado, como los diarios personales o las crónicas de viaje, por ejemplo”, cuenta el descubridor de Marjane Satrapi, la autora de Persépolis, uno de los más grandes éxitos comerciales no sólo de su editorial, sino de la historieta en general, trascendiendo largamente al género. “Cuando la conocí, Marjane estaba intentando hacer libros infantiles. Le dije que si dibujaba su historia personal en Irán, estaba dispuesto a publicarla en mi editorial. Como ella nunca había hecho historietas, me pidió que le enseñase.”
Siguiendo el camino de Persépolis, David B. anuncia que se encuentra trabajando en una adaptación cinematográfica de Epiléptico. “Será en dibujos animados, y abarcará sólo una parte del libro –señala–. Ya me habían propuesto antes adaptarla, pero eran productores norteamericanos, y nunca lograron convencerme, porque querían usar actores.”
Cuando se le pregunta qué es lo primero que pensó cuando lo invitaron a viajar por primera vez a la Argentina, David B. contesta que pensó en Garibaldi. Porque a través de su historia fue que el Río de la Plata apareció en sus fantasías infantiles, alimentadas por los libros de historia e ilustraciones que husmeaba en la casa de sus abuelos. También pensó en Licio Gelli, porque se encuentra trabajando en un libro sobre la época de las Brigadas Rojas en Italia, y asomó en su investigación ese personaje, vinculado con la Logia P2 y a la dictadura argentina. Pero, en realidad, en quien más se encontró pensando durante su corta visita porteña fue en Jorge Luis Borges, ya que otro de sus proyectos es el de dibujar historias breves sobre personajes históricos. Lejos de ser biográficas, esas historias serán anecdóticas, y la que involucra a Borges también incluye al escritor francés Drieu La Rochelle.
“Es una anécdota que tanto Borges como La Rochelle han recordado alguna vez, y por eso estuve caminando por Buenos Aires, para poder dibujarla –cuenta David B–. Cuando Drieu La Rochelle hizo una gira por América del Sur, fue recibido en Buenos Aires por Victoria Ocampo, y ella le presentó a Borges. La Rochelle era un escritor político y de derechas y Borges era más bien metafísico, pero cuando salieron a pasear por Buenos Aires, se entusiasmaron tanto con la charla que caminaron hasta que ya no hubo más ciudad, y se asomaron a la pampa. Y Drieu La Rochelle dijo: ‘Ahora entiendo, la pampa es el mar’.”
Hoy tendrían que caminar mucho más para asomarse a la pampa.
–Bueno, pero Borges y La Rochelle eran grandes conversadores, así que nunca se sabe.
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