La amistad y el intercambio intelectual entre el escritor argentino Eduardo Muslip y la profesora de Literatura brasileña Isis Costa McElroy dio lugar en estos últimos años a una serie de investigaciones interdisciplinarias y un conjunto de textos literarios que ahora se presentan como dos libros. En Brasil. Ficciones de argentinos y Passo da Guanxuma. Contactos culturales entre Brasil y Argentina, desde la ficción y el ensayo, respectivamente, se ponen en juego los cruces históricos, políticos, artísticos y lingüísticos entre los tan lejanos y tan cercanos gigantes sudamericanos.
› Por Mariano Dorr
La temática del viaje había sido uno de los tópicos más intensos del último libro de Eduardo Muslip, Phoenix (Malón, 2009); entre las dedicatorias aparecía el nombre de Isis Costa McElroy como una de las amigas “que tuve la dicha de conocer en mi estadía en Phoenix”. Entre la amistad y el intercambio intelectual, Muslip (autor de Plaza Irlanda y La vida perdurable, entre otros) y Costa McElroy (profesora de Literatura brasileña en Arizona State University) exhiben en estos dos libros el resultado de una serie de investigaciones interdisciplinarias y un conjunto de textos literarios presentados en el Encuentro Cultural Passo da Guanxuma, realizado en la Universidad Nacional de General Sarmiento en julio de 2009. El nombre de Passo da Guanxuma fue tomado de la obra de Caio Fernando Abreu, “un narrador en cuya obra se establecen múltiples referencias a la literatura rioplatense; ese passo refiere a un espacio fronterizo ficcional entre Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina”, escriben Muslip y McElroy en el prólogo de Brasil. Ficciones de argentinos.
La mirada del viajero es uno de los rasgos comunes a los doce relatos que componen las “ficciones de argentinos”. Muslip y McElroy se preguntan qué es exactamente lo que obnubila –del Brasil– a la mirada argentina: las ciudades costeras, los bosques y cerros, los cuerpos de sus habitantes en las playas o en las fiestas populares o deportivas, las marcas raciales, de clase, de género. Y la música. En el actual contexto de integración latinoamericana, la mirada se detiene también en el desarrollo económico y en la expansión del sistema educativo y científico. Hay una histeria del observador, un movimiento oscilante: “Por suerte no somos como ellos; por desgracia no somos como ellos”. En “Como un pez durmiendo”, de Federico Bustos (el primero de los cuentos de Brasil. Ficciones de argentinos) un hombre camina por la playa bajo un sol inmóvil, del trabajo a su casa. Es un empleado argentino de la Bolsa de Comercio de Río de Janeiro; en su departamento lo espera Simone, presumiblemente para terminar con él. En el camino se encuentra con Parménides, un profesor de surf cuya escuela cuenta con un solo alumno. La conversación, la cerveza, el porro y las estupideces de Parménides sumergen al protagonista en una deliciosa demora que lo interna en el mar hasta el momento de enfrentar los fantasmas de un amor roto.
En “Azul turquesa”, de Inés Garland, una mujer y su hija preadolescente se registran en un hotel all-inclusive; el viaje funciona como una forma de reencuentro entre madre e hija luego de los descuidos propios de todo divorcio. En cuanto ingresan a su habitación, la niña llora porque extraña a su padre. La soledad de la narradora conmueve. Como dijera Scott Fitzgerald, se trata de una mujer cuyo espíritu un día finalmente se partió como un plato viejo. Pasa las horas bebiendo alcohol, conversando con otros viajeros, fantaseando con un muchacho chileno que podría ser su hijo. La fantasía sexual es un elemento que regresa en distintos cuentos; Brasil opera como territorio de libertad y desinhibición de los cuerpos. En “La mujer que me gusta llega tarde a la playa”, de Gabriela Bejerman, por ejemplo, la narradora pone la mirada en dos mujeres que se seducen en el mar de la prosa poética.
Es imperdible la crónica de Hebe Uhart, “Río es un estado de ánimo”, donde la ciudad carioca es descripta –y se describe a sí misma– como una sinfonía coral donde siempre hay mucho de todo. En una postal, por ejemplo, “hay diez tucanes”, y sobre un semáforo “hay diez pajaritos posados”, escribe Uhart con asombro. Las anotaciones de la cronista no tienen desperdicio: “El carioca no parece amante de las definiciones tajantes, ni deseoso de señalar la diferencia entre lo que es y lo que debería ser. Mis diálogos eran más o menos así: –En esa esquina debería haber un semáforo, es un cruce peligroso. Interlocutor: –Debería, sim, mas nao existe. Y ningún comentario posterior, porque tal vez deberían existir los elefantes azules”. Al mismo tiempo, Uhart encuentra una extraña ambivalencia en los cariocas contemporáneos. Por un lado, parecen más antiguos que los rioplatenses, y por otro más modernos: “Parecen más antiguos por el lenguaje, con sus agora, mesmo, mulher, como si la lengua fuera una mezcla de latín con algún gauchesco exótico y caprichoso. Pero cuando salen de la playa y entran en la ciudad, semidesnudos pero limpios, con apenas una toalla debajo del brazo que llevan como minúsculo paquete, parecen ciudadanos del futuro”, sostiene Uhart en un texto impecable.
Passo da Guanxuma. Contactos culturales entre Brasil y Argentina es un conjunto de ensayos y artículos divididos en cruces históricos, artísticos, lingüísticos y “crónicas del contacto” académico y editorial junto a aquellos contactos propios del traductor y el escritor. En “Pampa bárbara, casa grande, hombre cordial”, Marcela Croce repasa cómo se desarrolló la ensayística del ser nacional en la Argentina y en Brasil. Del lado argentino, Croce estudia algunos textos de Ezequiel Martínez Estrada, mientras que del lado brasileño se ocupa de Gilberto Freyre y Sérgio Buarque de Holanda. Muslip y Costa McElroy escriben en el prólogo que en el análisis de Croce “pesa, en el caso de Martínez Estrada, una actitud pesimista y el rechazo al paisaje natural y humano observado, frente a las diversas maneras en que los intelectuales brasileños, a pesar de sus contradicciones, mantienen una voluntad de integrar las complejidades de su historia y de adaptar las ideas europeas a la realidad brasileña”. Entre el pesimismo de Martínez Estrada frente a una “pampa bárbara” que oprime y la fantasía brasileña de la “casa grande” se dibujan las “líneas dominantes del modo en que argentinos y brasileños se ven a sí mismos”. En el estudio de los cruces y cortocircuitos culturales entre ambas naciones cobra especial interés el artículo de Cecilia Palmeiro, donde la figura de Néstor Perlongher aparece, tanto en la Argentina como en Brasil, encarnando un passo, un punto de frontera, contrabando y filtraciones. Palmeiro recuerda un chiste de Perlongher: “Me llaman el padre del movimiento gay argentino cuando todos saben que soy la tía”, y agrega: “No sólo fue la tía del movimiento en la Argentina, sino que fue la madrina del movimiento en Brasil”.
Hace algunos años, el saliente presidente Luiz Inácio Lula da Silva lloraba ante las cámaras de televisión, conmovido ante los resultados de su propio trabajo, gracias al cual Brasil se habría encontrado consigo mismo. Si la alegría brasileña es contagiosa, el llanto de Lula lo es todavía más. Brasil. Ficciones de argentinos contiene historias que parecen acariciarnos o posarse en nuestra piel. El trabajo que viene registrándose entre Brasil y Argentina tiene en estos dos libros de Eduardo Muslip e Isis McElroy un ejemplo rotundo del buen encuentro entre dos países que, hasta hace poco, se miraban con desconfianza. El inminente mundial de fútbol dirá cómo sigue esta historia de cruces, entre la alegría y el vacío en la garganta, atragantada de limítrofes euforias.
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