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Domingo, 8 de junio de 2014

YO ME ANIMÉ

Cuando se convocó el Concurso Municipal de Poesía Felipe Aldana, se desdobló en dos categorías: para mayores y menores de 21 años. Esta poco frecuente decisión dio por resultado dos libros de poetas jóvenes entre los mayores y una sorpresa en la categoría menor: el premio para una chica de 15 años, tucumana y fan del animé. Ahora la Editorial Municipal de Rosario publica las obras de los tres ganadores.

 Por Mercedes Halfon

La Editorial Municipal de Rosario ha editado recientemente los tres títulos ganadores del Concurso Municipal de Poesía Felipe Aldana, realizado en 2013. La novedad de este certamen fue el desdoblamiento en dos categorías, una para mayores y otra para menores de 21 años, algo bastante inusual. El jurado del premio para los mayores, integrado por los poetas Mirta Rosenberg, Mario Ortiz y Laura Wittner, decidió que el primer premio fuera compartido entre Un foquito en medio del campo, de Daiana Henderson (Paraná, 1988), y Leiden y otros textos, de José Sainz (Rosario, 1987). En la categoría sub 21 la ganadora fue la tucumana Sol Figueroa de quince años, con 101: Memorias de un pianista, elegida por un jurado integrado por los escritores y editores Selva Dipasquale, Daniel García Helder y Gustavo López. Y hoy los libros ya existen, se distribuyen en Buenos Aires, se pueden conseguir y deparan sorpresas.

Leiden y otros textos. José Sainz 32 páginas

¿Quiénes son estos poetas? En el caso de Daiana Henderson, se trata de una poeta édita y con un cierto reconocimiento en la joven poesía nacional. Estudiante de Comunicación Social en Rosario, en los últimos tres años publicó Colectivo maquinario (Santa Fe, 2011) Verao (La Paz, 2012), El gran dorado (Rosario, 2012) y A través del liso (Buenos Aires, 2013). Daiana es dueña de un estilo reconocible en todos estos libros: poemas sólidos, de corte narrativo, en los que abundan imágenes de una belleza natural, contaminaciones mutuas entre paisaje y personas que se funden con él para volverlo humano y, a su vez, nutrirse de ese tiempo pausado y luminoso de los espacios abiertos. En los poemas hay caminatas, trayectos en bicicleta, asados en la oscura noche campera, o simplemente paseos destinados a ver el río. Como en el hermoso poema “Apagón”: “Las preguntas serpentean el oído/ como los mosquitos/, hasta que alguno las espanta pidiéndome que le pase la coca”. Están construidos con un lenguaje sobrio y una terminología sumamente específica, anudada con una gramática implacable. “Desconozco la simbología climática,/ por lo tanto: mañana tal vez encuentre/ el piso del patio mojado,/ pero tal vez no”. La claridad y lucidez de su tono sorprende. Cada uno de los textos –alrededor de veinte poemas con una extensión que en cada caso excede el golpe de vista– aborda un aspecto de la cotidianidad pasada o presente de la poeta, para extraer de allí una reflexión acerca de la vida vincular. La familia pequeña, los amigos que crecen y se van del pueblo, los amores. Como el poema “Equilibrio”, donde cuenta desde el presente, el crucial momento donde aprende a andar en bicicleta sola, bajo la mirada de su madre y termina diciendo: “Pero es necesario que mamá aprenda./ El equilibrio se fabrica con la distancia,/si nos quedamos quietas/ seguramente nos vamos a caer./ Ahora rebobino el cassette/ y resulta que soy yo la que se aleja/ mientras ella se queda parada,/ palideciendo bajo el sol de un domingo./ Pero yo no te suelto, mamá,/ yo no te suelto.”

Un foquito en el medio del campo. Daiana Henderson 34 páginas

José Sainz, por su parte, trabaja como periodista y corrector. Leiden y otros textos, es su primer libro de poesía. El volumen está compuesto por tres poemas largos –“Leiden”, “Un teléfono” y “Memoria del cuerpo”–, en donde el primero es no sólo el que le da nombre, sino también carácter al poemario. Según cuenta, este texto comenzó como una prosa coloquial y enrarecida que luego se convirtió en el particular poema que quedó en la edición final. Allí, una voz diferida en tiempo y espacio, retorna a un episodio de su infancia, el momento en que su familia comienza a desmembrarse. Con unos versos largos, llevados casi hasta el extremo derecho de la página y un ritmo que se va acelerando al contar ese derrumbe, el poema avanza tomando a los integrantes de su familia como personajes principales y al propio poeta como un observador afectado. El poema avanza en ese ir y venir temporal, desde un presente anómalo en una pequeña ciudad holandesa, hacia ese pasado tortuoso del niño que ve cómo los adultos de su casa se pierden en la tristeza. Los otros dos textos mantienen la premisa de ser los devaneos de una voz que decide hurgar distintos estadios y episodios de su conciencia autobiográfica. Suerte de monólogos teatrales, con mucho de balbuceo, de historias que siempre aparecen fragmentadas, estalladas, como partes de un cuadro que la memoria ha roto y devuelve de ese modo azaroso y no exento de dolor. Algo de esos tres tiempos simultáneos que operan en el libro aparecen enunciados en el final de “Un teléfono”: “Hay futuros y pasados de la vida de uno dando vueltas, la vida de uno sucediendo por ahí al mismo tiempo, lejos de uno, sin que uno lo sepa, muchas vidas de uno al mismo tiempo, el tiempo todo entero, en simultáneo, como si la vida de uno no dejara de pasar nunca, en ninguna parte”.

101: Memorias de un pianista. Cleffa Takahashi 91 páginas.

Y por último Sol Figueroa, cuyo libro ganó con el seudónimo Cleffa Takahashi, denominación que parece ser mucho más que un simple seudónimo: es el heterónimo con el que decidió publicar el libro. En el interior de sus páginas este desdoblamiento continúa. En el libro dialogan cuatro personajes: dos varones y dos mujeres. Kurefura Takahashi, Kieko Takahashi, Zero Kai y Hero Aoi, cada uno de ellos puede pensarse como partes de una misma persona, que se desdobla para comunicarse. Los nombres tienen un sentido. Figueroa es una otaku, es decir, una fan del animé y el comic japonés, como dijimos, de quince años. Con buen tino, una profesora del Politécnico, donde cursa el secundario, la incentivó a participar en el concurso. Y resultó una revelación. Los poemas están acompañados de dibujos en el interior y las tapas, realizados por la misma autora, que siguen la línea manga. Hay todo un trabajo de tipografía, con diversas fuentes y tamaños de letras en los que se observa un uso intuitivo y libre del género lírico, dando por resultado un libro singular y, sin duda, auspicioso. Las voces de estos personajes revelan una interioridad: lo que esperan, anhelan, lo que sienten el uno por el otro. La fusión es inevitable y así termina el poemario: “El metal se quebró/ una guerra interna comenzó/ no puedes imaginarlo, pero puedes amarlo. Amalo, por favor”.

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Sainz / Henderson / Figueroa
 
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