Gloria Pampillo fue reconocida como una de las primeras escritoras en cultivar y reivindicar la literatura femenina en Argentina, además de dedicar grandes esfuerzos a la enseñanza y transmisión de la escritura. La flamante editorial Cienvolando publica su novela póstuma Una mala mujer, con historias de secretos familiares entrelazados con los no menos secretos destinos de la historia política del país.
› Por Andrés Tejada Gómez
Los textos póstumos adquieren la espectral dimensión de clausurar una obra desde su arquitectura interna; su propio esqueleto frágil tiene voluntad de mensaje último, tal vez revelador. Una señal lanzada a la posteridad. Digamos que la función del texto póstumo es horadar la mácula que el autor/a ostenta como perspectiva de reconocimiento a través de las planicies del campo intelectual. A su vez, en sentido inverso, se podría sospechar que ese texto inaudito logra señalar esquelas hacia nuevas sensibilidades interpretativas, o de goce por la extrañeza de un viejo tópico asimilado desde un punto de vista inclasificable que surge de la pereza académica: el suspiro último del autor que guarda ese texto como cierre o apertura hacia lecturas intempestivas. Expandir los recorridos, ampliar los campos de batalla o diseminar figuras inesperadas de su propia escritura, ésas son las operaciones que se establecen como protocolo de buenas costumbres entre el famélico ejército de lectores de literatura argentina contemporánea.
Los lectores de textos póstumos se convierten en pescadores de aguas turbulentas que van contra corriente, buscando un tesoro que se va posponiendo o defraudando: la obra publicada tras el fallecimiento de su autor está impregnada de un aura desconcertante: pertenece al humilde reino del sentido común crítico sostener la precaria esperanza de la multiplicidad de sentidos que se le pueden adosar a un texto. Los límites tienden a ser mucho más férreos de lo que estaríamos dispuestos a admitir en primera instancia. ¿Qué tipo de lector ideal o infrecuente tendría la insobornable condición de higienizarse ideológica o estéticamente frente al concreto acto de lectura que nos arrastra o enfrenta ante su correntada?
Gloria Pampillo es una autora de sólido reconocimiento en la órbita de la literatura infantil y juvenil. A su vez ha ejercitado con fortuna novelas correctas para adultos, que atrapan por sus tramas que viajan a través de una narración atenta. A su vez ha cumplido con eficacia y esmero el noble cometido de gestora cultural, tanto a la hora de exponer las razones para incluir dentro del canon de la literatura argentina al panorama de género como la promoción de la lectura. Sus metas tenían, todavía persistente, un fulgor ético que trasciende las rencillas en las que se encuentran atrapados algunos de nuestros autores. La generosidad de Pampillo por el vasto y complejo sector de lectores que le son fieles requiere de un minucioso estudio, entendiendo que la autora ha formado una considerable capa de seguidores que la acompañan con cariñosa persistencia.
Una mala mujer es una novela narrada en primera persona que nos cuenta la historia íntima y pública de una familia de clase media alta, dentro del marco histórico-político que va del ascenso del peronismo al esperado retorno de la democracia luego de haber atravesado el período más oscuro de nuestra historia reciente. Para ser más precisos, deberíamos remarcar que son dos historias que se van entrelazando como una cinta de Moebius: la historia principal que se centra en los hechos que Magdalena, amiga de la narradora, le va confiando desde una memoria puntillosa zurcida a partir de un hilo de Ariadna tenso y dramático. La contracara a la perspectiva de Magdalena son los sucesos de la propia narradora, que como un puzzle se van encastrando con la historia central. Denise, madrastra de Magdalena, es el punto ciego donde ambas historia convergen. Buscando un tono que logra articular dimensiones que revelan hechos munidos de intriga, la novela esgrime sutiles rasgos en su orden sintáctico. Trazada a partir de diálogos y reflexiones sobre los más diversos aspectos de la existencia. Atravesando la introspección generacional, marcando el pulso de la memoria dolorosa que da forma y contenido a la subjetividad de una mujer que se encuentra atrapada en la angustia. La novela fluye con brío y caudal de peripecias. Estructurada con cimientos compactos, la historia va adquiriendo la proyección de capas y capas familiares donde los secretos, los sobreentendidos, las mentiras, los engaños, los dolores, las traiciones, las diferencias de clase y la ferviente necesidad de continuar con la vida para poder ser narrada, hace de esta novela un ejercicio discreto. Su narración alcanza una vital y vigorosa condición que excede el de ser un rosario de anécdotas hilvanadas por una transparente voz femenina. Pampillo nos obsequia un texto donde los últimos años de la Argentina son repasados desde una orilla que aún presenta interrogantes urticantes para nuestros prejuicios.
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