Dom 17.05.2015
libros

¿TODO POR EL ARTE?

Nacida en Buenos Aires y radicada desde 1977 en España, donde llevó adelante una importante trayectoria como poeta, Noni Benegas afrontó el desafío de leerse y pensarse a sí misma al encarar la tarea de una antología esencial que ahora se publica bajo el título de El ángel de lo súbito.

› Por Susana Cella

Desde Argonáutica hasta Animales sagrados, Noni Benegas, nacida en Buenos Aires y radicada en España desde 1977, fue componiendo una obra que le ha valido el elogio de figuras como José Angel Valente y José María Valverde, junto con varios premios. Transcurridas más de tres décadas de un ininterrumpido trabajo poético, encarar una “antología esencial” significó para la autora una ardua revisión de lo escrito que evidencia una actitud reflexiva y crítica al buscar un diseño que no fuera una mera sumatoria cronológica, sino una labor capaz de destacar los nudos que fueron afirmando su poética.

Por tanto, El ángel de lo súbito trasunta una sutil y lúcida mirada capaz de configurar una estructura que pone en relación escritos diversos atendiendo a familiaridades que bien pueden verse como persistentes interrogaciones en clave de una “cartografía” (título de uno de los poemas). Casi ineludible es recordar aquí a José Lezama Lima, cuando al hablar del súbito se refería a algo que surge como una epifanía, turbando e iluminando lo que emerge contra una lógica causal que deparara una cierta predictibilidad. De ahí que la poeta cite en “La cartógrafa” a Lezama: “Se oía una gran sonoridad que no se oía”. Resonancias, elocuentes silencios y rumores alimentan así algo emplazado como el “lugar” desde el que se habla. La progresión queda entonces en entredicho, y se pautan capítulos o enclaves en los que lo sucesivo (del lenguaje y del tiempo) se confronta con lo que retorna y obsede, para destacar hitos de permanencia susceptibles de figurarse en una especie de mapa espacio-temporal.

Esas tensiones se ven en los diversos niveles compositivos de los poemas donde se visualizan los contrastes entre; yo y otro/; devenir y detención o suspensión del tiempo, lengua y materia; afincamiento y exilio, arte y vida. Efectivamente, apenas se empiezan a leer los movimientos entre yo/ la otra; la vigilia/el sueño, queda en escena lo que en “vaivén” –valga el título que Benito del Pliego destaca en su prólogo–, destaca una brecha, como rasgadura que hace de toda esta escritura no una mera reproducción de lo que repiten incansables los complacientes discursos sino, la manifestación misma de ese punto ciego, que posibilita el desarrollo de toda escritura verdaderamente poética.

Como punto de partida fundamental, la brecha queda manifiesta en las modulaciones que dan cuenta de la experiencia vital, de los acopios de lecturas y lo recorrido, en una dimensión amplia del viaje, en un discurrir –recorrido y discurso– entre palabras y cosas buscando aglutinarlos en nudos sustanciales.

Vale destacar cuáles son esos puntos cardinales que definen los agrupamientos de los poemas; vida, lenguaje, lugar, sangre familiar, sueño, puerta del otro y arte. Lejos de ser aislados conceptos bajo los cuales subsumir los poemas, se los vincula para que articulados desplieguen una trama. Esto bien se aprecia al recorrer cada “parte” como si se tratara de conjuntos que van mostrando sus intersecciones. Porque hay un relato del camino, con sus goces y sus sombras, donde no son de menor importancia los tramos en prosa incluyendo el epílogo, que valúan la faz narrativa.

Las flexiones y reflexiones –refinadas como quien dice pasadas por un tamiz– llevan a una expresión o precipitado surgidos de un magma donde la lengua, la tradición, lo pulsional y la experiencia confluyen para en complejo movimiento ofrecer una situada y anclada voz, que al hallar su ubicación construye una específica propuesta, una singular tentativa.

Al tiempo que se destaca cada dominio, se ven tanto enlaces como contrastes y no menos las dudas extremadas: “¿Todo por unas rimas, una musiquita con visos de verdad/ y tono fúnebre o alborozado?/ ¿Todo por el arte?”. Y, sin embargo... el sentido clama y se deja oír en los versos.

Tal raigal pregunta acude a expandidas referencias, que lejos de citas autorizantes más bien son convocadas voces cifradas en ese escribir “con”: Benegas busca en sus citas no alusiones sino confluencias, así incorpora –dedicatorias aparte– retazos de lo que acude a su memoria: “es un continente desnudo/ un equilibrio innecesario. Con Alejandra Pizarnik”, (por ejemplo) y dialoga con las artes (literatura, pintura, cine) no ceñidas a lo local (de su origen o de su exilio) sino abiertas y múltiples, lo que redunda simultáneamente en la afirmación y valoración de poner palabra afincándose en la lengua propia y en las incorporaciones cimentadas ambas en las hondas huellas de lo vivido.

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