› Por Jorge Pinedo
En el comienzo fueron las tinieblas del terrorismo estatal, cuando dos abogados comenzaron por buscar a sus hijos detenidos-desaparecidos entre los resquicios del sólido muro erigido por los dictadores militares y amalgamado por sus cómplices de traje y de sotana. Se escurría la década del 70 cuando Emilio Mignone y Augusto Conte, junto a un puñado de mujeres y hombres en semejante condición hicieron del desespero, organización y resistencia, institución. Veía la luz el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), organismo de derechos humanos que con humilde perseverancia comenzó presentando hábeas corpus ante la justicia y llegó, en la actualidad, a sentar jurisprudencia y constituir un ineludible referente internacional en todo lo atinente a la memoria, la verdad y la justicia.
Con el declarado propósito de asentar la historia del grupo de personas que jalonaron distintos momentos del CELS, los periodistas Santiago O’Donnell (editor internacional de este diario, autor de ArgenLeaks entre otros jalones de una intensa trayectoria) y Mariano Melamed (Radio France, The Washington Post y multiplicidad de medios) desandan en Derechos Humanos. La historia del CELS, de Mignone a Verbitsky, de Videla a Cristina, una investigación que confiesa alejarse de constituir “un libro celebratorio o un mero informe de gestión”. En esta vía, las más de cuatrocientas páginas repasan los históricos logros del CELS, como el debate en la Conadep, la lucha contra las leyes de impunidad de Alfonsín y Menem, los juicios primero a los capitostes de la dictadura y luego a los otros represores, ampliándose hacia los derechos civiles, sociales y culturales; gatillo fácil, derecho a decidir sobre el propio cuerpo, libertad de expresión, en fin, un conjunto que el lector avisado sabría enumerar. Relatan la inserción de los protagonistas, la generación de los archivos, la profesionalización rigurosa de los equipos, las fuentes de financiamiento, el vínculo con otros organismos de DD.HH. así como con agrupamientos políticos, sociales y académicos.
O’Donnell y Melamed, jamás esquivos a la honestidad intelectual, prologan fijando sus principios ideológicos y subsecuente hilo conductor del relato. Periodizan la historia del CELS en una primera época signada por Mignone y Conte, y una segunda caracterizada por “la simbiosis con la figura de Verbitsky”. En tal razón, dividen la obra en dos partes: antes y después del actual presidente del CELS y columnista de Página/12, incluyendo su obra y sus pompas. Tesis que “no deja de ser una paradoja”, en tanto –señalan– “un ex guerrillero que nunca habló de sus acciones armadas en una organización que atacó a civiles, un ex montonero que nunca nombró a sus víctimas y –que se sepa– nunca les pidió perdón, hoy ocupe la presidencia del CELS”. Interrogante tan válido y estéril como –si así fuera– preguntarse de qué modo un abogado (o dos o tres...) conservador, de familia oligárquica, católico practicante, aún funcionario de recientes tiranías, es capaz de enfrentarse a su clase, iglesia, tradiciones, pares sociales y profesionales, a punto tal de combatirlos e incluso condenarlos a pudrirse el resto de sus vidas en una celda por los horrendos crímenes perpetrados; sin comerse a los caníbales, por cierto.
Confesión de parte que de modo alguno quita sistematicidad al relevamiento histórico y al mismo tiempo opera de prisma a fin de colorear la lectura de la no menos variopinta que pintoresca información que nutre sus páginas. A tal fin, la metodología de escritura de O’Donnell y Melamed requiere posarse sobre los testimonios individuales más que en los efectos y producciones tangibles de las más o menos resonantes o eficaces prácticas políticas, jurídicas y sociales (si difirieran unas de otras) concretadas. Modelo historiográfico (¿cómo decirlo?, ¿mitrista?) que privilegia la sumatoria de biografías de los Grandes Hombres (y mujeres) por encima de sus acciones sobre la polis, conserva el atractivo de las subjetividades en la misma licuefacción de las consecuencias de sus actos.
Pantallazo intenso de una institución no gubernamental que deja marcado huella y sendero en la vida contemporánea, el urgente libro de O’Donnell y Melamed concluye con la más certera definición de la historia del CELS por parte de su activa cofundadora, Laura Conte, viuda de Augusto: “... es la historia de una identidad. No es una suma de gente, es algo colectivo”.
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