Domingo, 18 de octubre de 2015 | Hoy
ANDREA CAVALLETTI
A partir de una escena decisiva de una breve novela de Thomas Mann, Mario y el mago, Andrea Cavalletti analiza el papel de la mirada, la hipnosis, la sugestión y el magnetismo vinculado con los liderazgos totalitarios. Un interesante abordaje sobre los mecanismos de control social.
Por Fernando Bogado
No debe sorprendernos que cada comentario hecho en relación con alguna que otra figura política siempre se detenga en una particularidad, en un detalle que puede parecer insulso pero que luego cobra una importancia determinante a la hora de caracterizar o entender al “líder”: sus ojos. Los ojos de más de un dictador mantuvieron cautivo a un pueblo durante un tiempo como si hubiese algo allí que condensara perfectamente el poder ejercido sobre la voluntad de la masa. Los ojos negros, rígidos de Mussolini; los ojos determinantes, fríos de Hitler; la “mirada franca” de Stalin: los ojos son más que una ventana al alma. Son, también, la superficie más elocuente del ejercicio de un poder. Andrea Cavalletti, profesor de estética y literatura italiana en el Instituto Universitario de Arquitectura de Venecia, inicia su libro Sugestión, potencia y límites de la fascinación política con esta contundencia de ciertas miradas para proponer un análisis dentro de los marcos metodológicos y epistemológicos de la biopolítica, y así entender el complejo vínculo entre un líder, la masa y, claro está, ciertas emergencias históricas que aún al día de hoy nos persiguen como imágenes pesadillescas propias de la duermevela, en donde se hace difícil distinguir qué pertenece al territorio de lo onírico y qué al de la vigilia.
La escena inicial que dispara todo el libro es recuperada de una nouvelle bastante intrigante de Thomas Mann, Mario y el mago, texto aparecido en 1930 pero que recoge ciertas experiencias pasadas por la familia Mann en 1926, en un viaje a Forte dei Marmi, en la vieja y antigua Toscana italiana. En ese breve texto, se atestigua el esotérico acto de hipnosis llevado adelante por el hipnotizador Cipolla, un hombre que parece ser la emergencia de todo el terror de un ambiente, una suerte de presentificación de lo que estaba en el aire. Cipolla es, a los ojos de Mann, la figura de un ser grotesco, tanto cómico como siniestro, que recuerda inmediatamente al Duce. Gracias a esta breve y marginal meditación de Mann, Cavalletti comienza a desanudar la lógica de ese acto hipnótico en un lugar antiguo de Italia (que, por definición, parece conectarse por eso con la médula misma de lo europeo, como si allí hubiese algo oscuro del inconsciente continental que Cipolla y el escenario toscano también convocan) para poder entender cuál es el nudo que vincula al líder con la masa, y cómo, en algún sentido, la propia historia de la hipnosis en tanto problema científico es por demás elocuente acerca de ese extraño vínculo.
Así, pasamos del estudio pormenorizado de la nouvelle de Mann a los estudios médicos de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX –digamos, los que corresponden a nuestra contemporaneidad–, en donde se comienza a hablar del hombre en tanto ser eléctrico y a postular que es posible controlar su voluntad a partir del manejo adecuado de las ondas magnéticas que moldean su carácter. Los nombres de esta peligrosa genealogía empiezan a sucederse, como los del alemán Anton Mesmer (1734-1815), padre del “mesmerismo” y descubridor del magnetismo animal; o el de Charles de Villers (1765-1815), introductor de Kant en Francia pero, también, “mesmerista”, responsable de la novela Le Magnétiseur amoureux (1787), texto que pone en clave literaria los avances de los estudios sobre el magnetismo y la sugestión, esto es, la capacidad de implantar una idea en el otro a partir del control de la voluntad ajena –uso de la hipnosis y otros artilugios mediante, claro–. Cavalletti retoma aquí una preocupación que ya había surgido en su libro anterior, Clase, el despertar de la multitud, editado en nuestras costas en 2013, cuando se preguntaba por el nacimiento de la sociedad moderna y el funcionamiento del control y circulación de la “masa”, de la “muchedumbre”, en tanto categoría que servía para pensar su contrario, la sociedad organizada. La sugestión hipnótica, como término que también ha sido utilizado para entender manifestaciones en el espacio público, aparecía en ese texto como una posible línea de investigación que aquí se encuentra totalmente desplegada: ¿cómo se pasó del magnetismo animal al control del individuo y la puesta en práctica de las estrategias sugestivas, esas que implantan una idea y siguen al afectado a los fines de poder asegurarse que “cumple con lo dicho”? ¿Qué vínculo existe entre la figura del hipnotizador y el nacimiento de las ciencias policiales como estrategias de vigilancia? ¿Cómo opera la idea de un “líder” y, en última instancia, cómo puede entenderse (o cómo ha sido entendido) su influjo sobre los demás? A medida que pasan las páginas, la única conclusión que parece asomarse en este breve recorrido histórico y biopolítico es que el ejercicio del poder conserva numerosas similitudes con el acto hipnótico, y que ese conocimiento, en alguna medida, ha pasado a un segundo plano porque, como se sabe, a cualquiera le molesta que sea público el secreto de su encanto. “Lo político es siempre espacial, ambiental”, señala Cavalletti, entrevistado luego de su visita al Filba de este año. “Es algo que también trabajo en otros libros, y que tiene que ver con ciertas nociones de Foucault de que el espacio es variable”.
Siguiendo la tradición biopolítica que tiene en Italia sus nombres más destacados (Agamben, Espósito, hasta el propio Toni Negri, en algún sentido), Cavalletti detecta los “indecidibles” del ejercicio del poder y muestra cómo hay un frágil equilibrio que sostiene las partes separadas y que sólo puede ser levantado mediante el uso de la violencia organizada, de la vigilancia, algo que bien sabe la policía ejercer en más de un territorio. Será por eso etéreo de un “ambiente” que Cavalletti parta de la literatura, ya que allí hay una efectiva captación de lo que la filosofía y la política luego recuperarán y organizarán de otra manera. En un libro breve, que insiste sobre ciertas ideas sin atosigar y que posee, inclusive, la ventaja de ser escrito a partir de cierta “atmósfera” literaria, Cavalletti parte del magnetismo animal para llegar a la hipnosis, de allí al psicoanálisis (ciencia que se creo a partir de la resistencia al método hipnótico) y, finalmente, abordar la lógica hipnótica detrás de todo poder, que supone siempre a alguien que implanta una idea, que mueve a las masas, pero que también es víctima de su propio encanto, como si amo y esclavo (para retomar a un Hegel que, también, estaba interesado en lo hipnótico) tuvieran que reunirse en una sola persona, en la víctima pero también en el victimario.
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