Domingo, 18 de octubre de 2015 | Hoy
MARIANO BLATT
Empezó a difundir su poesía a partir de Internet, pero no se considera un poeta de la era digital. Autor de varios libros de culto, algunos agotados, editor de la ascendente Blatt & Ríos, Mariano Blatt acaba de publicar un poemario que condensa su obra de los últimos diez años, Mi juventud unida, donde se exhibe una mezcla de frescura, lenguaje oral y una sensibilidad por los paisajes urbanos y naturales, el fútbol y el goce de los cuerpos.
Por Mercedes Halfon
Puede parecer raro que un poeta nacido en 1983 tenga editada una poesía “reunida”. Pero lo cierto es que así como los tiempos cambian, los poetas y los libros también: publicar hoy es mucho más accesible que décadas atrás –muchísimas editoriales independientes, tiradas reducidas, ediciones digitales– y eso hace que los libros, tiempo después de lanzarse al ruedo, muchas veces se vuelvan inhallables. Ese era el caso de Mariano Blatt de quien algunos de sus poemarios ya no se conseguían, e incluso un libro suyo –increíble– estaba agotado y circulando en una edición pirata. Mi juventud unida viene a saldar esa carencia con un bello volumen de casi 250 páginas editado por Mansalva. El libro compila una década: desde 2005 hasta 2014, incluyendo dos textos largos sin fecha de inicio ni finalización, puro presente continuo, de los que el poeta aclara que la intención es “escribirlos durante toda su vida”.
Mariano Blatt es, además, editor del sello Blatt y Ríos, junto al también poeta Damián Rios. Es además uno de los referentes de la poesía que se empezó a escribir en Buenos Aires después del 2000. No hay antología, ni ensayo, ni mesa redonda que trate de mapear la cuestión que no lo tenga entre sus filas. Y hay que darles la razón, porque la poesía de Mariano se lee mucho y genera una adhesión que rompe el cerco de los iniciados, que de hecho inicia en la lírica a nuevos lectores. Cosas que solo generan poetas tocados por la gracia de saber nombrar con un lenguaje propio la sensibilidad de una época.
Suele relacionarse a Mariano Blatt con la escritura que emergió con Internet, de hecho su aparición en la esfera pública fue diez años atrás a partir del fotolog nevraskanevando, donde pequeños textos suyos aparecían junto a fotos casuales de chicos y chicas con capuchas, lentes oscuros y zapatillas llamativas, en espacios naturales o nocturnos. Sin embargo su poesía no hace de la web un lugar de pertenencia, ni un tópico que se filtre en la escritura como un signo de su tiempo. Internet parece ser para él un espacio de difusión al que siguió, a veces superponiéndose, el fanzine, el libro y ahora la obra reunida. La poesía de Mariano se escribe hacia adelante y leyendo su libro completo es posible encontrar etapas, formas que van siendo superadas, a veces hacia un lugar de más síntesis, otras hacia una mayor complejidad conceptual en sus planteos estéticos.
¿Para vos la poesía empieza con el fotolog?
–En todo caso lo que empieza con mi fotolog es mi figura de “autor”, si se quiere. Ahí, en Nebraskanevando es la primera vez que me siento leído y que empiezo a experimentar, de a poco, la idea de forjar un estilo, de tener una personalidad que permita identificar como mío. Escribo desde siempre, desde chico. A mí en el colegio me preguntaban qué quería ser de grande y decía “escritor”. No es mi caso el de haberme empezado a relacionar con la escritura a partir de Internet. Sí podría decir que lo que me brindó a mí internet fue el hecho de convertirme en autor, ser leído, vincularme con otros poetas, con editores, en fin, hacerme “conocido”.
¿De dónde nace la poesía para vos entonces?
–Del lenguaje. Del uso del lenguaje. La poesía es el uso del lenguaje. Uso libre pero a la vez reglamentado; uso personal pero a la vez social; uso extraño pero a la vez frecuente. Poesía es lenguaje: sonido, sentido y forma física de las palabras. Dibujo. Sobre esas tres dimensiones del lenguaje, el poeta construye, experimenta. El resto no es poesía, es otra cosa. Por ejemplo: un plano muy lindo en un video no es poesía, es un plano muy lindo en un video; un beso entre dos chicos en la playa no es poesía, es un beso entre dos chicos.
En tus primeros poemas, que son de 2005, ya empiezan a aparecer cuestiones que vas a seguir desarrollando después: el amor, los chicos, la melancolía, la cerveza. ¿Sentís que empezaste escribiendo desde una descripción sensible de lo que te rodeaba inmediatamente o había una imaginación más literaria?
–Creería que una mezcla de las dos cosas: ese imaginario estaba cercano a mí (me gustan los chicos, me gusta el amor, me gusta la cerveza); pero eso no significa que todo lo que haya escritor era “real”, tenía asidero en mi autobiografía. Más bien, de hecho, si iba a escribir sobre eso, voy a aprovechar la escritura para inventar, o al menos para torcer un poco las cosas para que se parecieran más a lo que me hubiera gustado que pasara que a lo que estrictamente pasó. Hay una etapa en la escritura, bah, no sé si una etapa, hay una posibilidad en la escritura que es la de volcar un deseo no satisfecho, ¿no?
Interrogado sobre el asunto, Blatt menciona como maestros a Andi Nachon de quién dice que “despertó en mi la fascinación por la poesía”, Daniel Durand quién “me mostró las posibilidades a las que un poeta virtuoso debería aspirar” y por último un espacio ícono de los 90: “Todo el mundo vinculado a Belleza y Felicidad me mostró el modo en que yo quería vincularme y convivir con mis pares: de fiesta”. Todos estos afluentes pueden aun percibirse en la poesía de Blatt, pero fundamentalmente el último. Casi como si su poesía pudiera pensarse como un desprendimiento del pop festivo y sentimental, y de las formas de escritura que habilitó B & F. Pese a todo, la síntesis a la que llega Blatt está anclada fundamentalmente en sus intereses y su propia experiencia. Su poesía habla de eso: de las pandillas de amigos, los paseos en bicicleta, la cerveza, la música electrónica, los flashes de drogas delirantes y luminosas, Agronomía, Lobos, los aviones, el cielo, la seducción entre varones, el fútbol, el mate, la tranquilidad del hogar, o del pasto donde recostarse una tarde de verano.
El fútbol aparece bastante desde el principio como un gran relato abarcador que va a enmarcar, entrar y salir en tus poemas. ¿Qué te atrae o cómo vas incorporando el futbol?
–Encuentro en el fútbol, jugadores, hinchadas, estadios, luz en los estadios de día y de noche, hinchas, violencia, una fuente inagotable de belleza y de ritual. Ir a la cancha es, para mí, desde muy chico, algo fascinante. El clima que se vive ahí, o que se vivía. Hoy en día, sin hinchada visitante, ir a la cancha en Argentina es un embole. Miles de chicos drogados, en cuero, cantando, queriendo pelearse con otros miles de chicos en cuero, drogados, cantándose cosas como “sólo te pido que me vengas a buscar” que es ¡la canción de amor más linda que existe! o “los putos de Vélez, nos chupan la pija, a todos los pibes de paternal que se la vengan a chupar”. Una de las experiencias homoeróticas encubiertas más hermosas de la actualidad.
Pensaba que un poema del 2006, “El pibe de oro”, es tu primer pequeño gran poema, tu primer hito. Por extensión, por pregnancia, por cómo estaban condensadas muchas cosas de tu poética ahí: Un poema de amor entre varones en el Tigre, que se va contando fragmentadamente, mientras aparecen el paisaje y las emociones del protagonista.
–Sí, estoy de acuerdo. Hasta ese momento yo escribía poemas, poemas sueltos. Cuando escribí ese sentí que me acercaba a algo más parecido a un libro, a una unidad. Ya no eran muchos, o algunos, poemas sueltos, dispersos. Era algo distinto, que si salía en forma de libro, me iba a dejar más conforme. Creo que esto es algo de “deformación profesional”, por mi rol como editor. Siempre tratando de convertir en libro las cosas.
Hay muchos textos que rescatan giros de la oralidad. Como ese poema que dice “Todo el tiempo lo que decía era como si fuera diciendo una poesía”, que pareciera ser un verso que habla de una forma compositiva tuya. ¿Qué encontrás en el lenguaje oral?
–En el lenguaje oral encuentro todo lo que te decía al principio que es la poesía: sonido y sentido. Y también instante: el lenguaje oral es todo el tiempo instantáneo. De ahí los errores, los furcios, los fallidos, las malas pronunciaciones. En el lenguaje oral está la poesía: el sonido, el sentido y el instante. Aunque no lo parezca, soy un gran conversador. En confianza, hago chistes todo el día, me viene de mi papá; chistes malísimos, pero porque tienen que ver con la literalidad del sentido. Poesía y chiste son, en realidad, casi lo mismo.
Un formato al que los poemas de Mariano han arribado casi naturalmente es el “poema lista”. Así como algunos de sus poemas más impresionistas fueron virando hacia casi una anotación infraleve de un momento, otros avanzan hacia la repetición mántrica y absoluta de las mismas palabras. Si bien en poemas como “El paraíso/ El espacio exterior” o “El pibe de oro” ya estaba presente la idea de estribillo –cantito de cancha, música electrónica, canción pop– que puntúa el poema, como si se tratara de un lei motiv que nos hace volver a casa, esto se radicaliza con poemas como “Diego Bonnefoi”: “Mataron a un pibe por la espalda en Bariloche/ Mataron a un pibe por la espalda en Bariloche/ Mataron a un pibe por la espalda en Bariloche/ Que se llamaba Diego Bonnefoi/ Que se llamaba Diego Bonnefoi/ Que se llamaba Diego Bonnefoi/ Pero la vida sigue igual/ Pero la vida sigue igual/ Pero la vida sigue igual/ Te compraste zapatillas nuevas/ Te compraste zapatillas nuevas/ Te compraste zapatillas nuevas/ Ese es un hecho de la realidad/ Ese es un hecho de la realidad/ Ese es un hecho de la realidad/ A lo mejor algún día/ A lo mejor algún día/ A lo mejor algún día/ Diego Bonnefoi vuelva en formato de música electrónica/ Diego Bonnefoi vuelva en formato de música electrónica/ (..)” Y sigue así hasta que sonido y ritmo empiezan a dislocarse y generar nuevos sentidos.
Hay poemas que empiezan a aparecer que son como grandes listas, enumeraciones eternas, sobre todo esos poemas que decis que vas a seguir escribiendo toda la vida...
–Sí, el género “lista” es muy amigo del poema. Primero por una razón obvia: físicamente es igual que un poema, las listas se escriben como los poemas, cada elemento de la lista puede pensarse como un verso, una lista, igual que un poema, no se escribe todo a lo largo del ancho de la página. Luego la enumeración es algo que yo conocí por primera vez en el poema “California (que el cielo existe)”, de Esteban García, uno de mis poetas favoritos. Mi poema “Ahora” es, en un punto, un pequeño plagio del de Esteban. El chiste ese de escribirlos toda la vida, no sé, un día se me ocurrió y dije “claro, buenísima idea, así al menos sé que siempre voy a seguir escribiendo, aunque sea al menos estos dos poemas”. Ya está, sé que voy a ser poeta para siempre. A la vez uno se pregunta qué raro que a nadie se le haya ocurrido antes. Quizá sí y yo no estoy enterado.
¿Creés que hay una generación, de la que formás parte, que es distinta a la de los 90? ¿Hay una generación poética del 2000? ¿O te parece forzado pensar en esos términos?
–No, no sé. Creo que no tenemos generación. Primero que el tema ese de las generaciones suele tener que ver con algún interés extraliterario, ya sea periodístico, editorial, académico, o de gestión cultural. Antes que nosotros estuvieron los de los 90, que fue una idea de generación taaaaan fuerte que todavía sigue resonando, entonces todos los intentos que hubo de armarnos a nosotros una generación hasta ahora vienen fracasando porque la idea de generación anterior todavía no se desinfla. Así que nosotros quedamos acá, sin generación, lo cual no me va ni me viene. Yo sigo escribiendo, leyendo, conociendo poetas, de mi generación, de las que vienen y de las que pasaron hace un montón.
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