Domingo, 1 de noviembre de 2015 | Hoy
ANíBAL JARKOWSKI
La flamante editorial Clubcinco fue creada para recuperar textos argentinos contemporáneos que por distintas razones fueron quedando al margen de la circulación, e inauguran su catálogo con Rojo amor de Aníbal Jarkowski, una novela de diferentes planos y registros que alrededor de la Revolución Rusa plantea los dilemas del amor, el folletín sentimental, las revoluciones y el arte como hecho de creación.
Por Jorge Consiglio
A través de la relectura confrontamos con nosotros mismos. Vemos con claridad cómo cambió nuestra mirada, cómo se modificó nuestra percepción. En virtud de esta alteración del foco, muchos textos caen de los pedestales en que los habíamos puesto; ahora nos resultan charros y artificiosos, vemos las costuras que antes habíamos pasado por alto. O sucede todo lo contrario, nos volvemos a deslumbrar, en algunos casos mucho más que antes. Leí por primera vez Rojo amor en una edición de Tantalia a comienzos de la década del 90, ahora volví a leerla en la magnífica reedición de Clubcinco. El disfrute se multiplicó por mil. Rojo amor es la primera novela de Aníbal Jarkowski, pero por la complejidad de su belleza –la cadencia y precisión de su prosa, la eficacia de los procedimientos, el contrapunto con el que se abordan los múltiples nodos de la materia narrativa– parece la coronación de una obra.
Rojo amor es una novela vigorosa, en estado de fuerza. En realidad, se trata de tres novelas en una, tres novelas entrelazadas que se justifican y resemantizan. En el texto no hay un único tono que monopolice la enunciación; sino que en esta especie de novela total se articulan el dialogismo del reportaje con voces propias del folletín y la novela rosa. Rojo amor es una novela que aborda de lleno un tema histórico, pero que, sin embargo, no es una novela histórica. Desborda el género, lo amplifica, lo mezcla con otros. Rojo amor es una novela torrencial y esa es una de las claves de su vigencia. “Las ideas mueren, es cierto, también las ilusiones. Para eso está la Historia. Un cementerio donde los hombres entierran sus sueños. Pero la Naturaleza es un río secreto donde fluye el orden de todas las cosas”, dice Dimitri Pavlovich, uno de los protagonistas. Esta idea podría aplicarse al texto que la contiene, una novela fiel a su propia naturaleza –está naturalmente dispuesta a los artificios que el relato necesita– y ésa, sin duda, es una de las claves de su permanente actualidad.
La novela está dividida en tres partes. La primera contiene las grabaciones de un largo reportaje para una revista femenina que un periodista le hace al duque ruso Dimitri Pavlovich, último heredero de los Romanov; la segunda, un relato en primera persona del redactor de la revista, que está absolutamente comprometido con el tema ruso por una cuestión de filiaciones, y la tercera es una novela proletaria –homónima a la que la contiene– que escribe el periodista, inspirada en su propia historia y en el encuentro con el duque. La Revolución del 17 es el gran tema que atraviesa el relato; sin embargo, los variados procedimientos que emplea Jarkowski permiten una visión poliédrica y nada restrictiva del asunto. Porque como bien dice Soledad Quereilhac en el prólogo de la edición que nos ocupa, en Rojo amor ya aparecen otros temas que serán constantes en las novelas posteriores del autor: “la reflexión sobre el arte en las sociedades capitalistas, la relación del artista con su obra y su lenguaje –únicas posesiones “materiales” que la constituyen como tal–; las escenas de intimidad femenina”.
En la primera parte, la voz elegante –y, por momentos, implacable– de Dimitri Pavlovich se ocupa de narrar su exilio europeo luego de la Revolución Rusa. Si bien se detiene en la soledad, en el ardoroso ostracismo del destierro y en la complejidad de los vaivenes sociales, también considera el amor, la progresiva vulgarización del mundo y la compleja relación entre la creación y el mercado a través de la relación con una de sus amantes, la diseñadora de modas Coco Chanel.
La destreza narrativa de Jarkowski permite que la tensión de su relato no se debilite nunca. Quizá tenga que ver con el contrapunto formal en el que está asentado el texto, esa articulación de recursos narrativos disímiles que abren canales por los que se oxigena el relato. En consecuencia, la trama parece no fijarse nunca, se plantea a partir de una zona de inestabilidad, de perpetuo cambio. Rojo amor es un novela de tramado abierto, que guarda relación con esa idea de “literatura potencial” que Ricardo Piglia adjudica a los borradores. Son textos que se ofrecen desde el dinamismo más absoluto, están siempre en proceso. Rehaciéndose. Y ya que estamos hablando de recursos que multiplican la significación, es importante señalar el trabajo minucioso –propio de un relojero– que lleva a cabo Jarkowski con los detalles. Son lateralidades aparentes que se enhebran en la trama con total naturalidad. Se trata de dispositivos simples al servicio de la connotación. En la tercera parte, por ejemplo, se describe como la protagonista escurre su ropa interior y la cuelga de un alambre: “Luego Emmaia desliza sus manos en el interior de cada prenda, despega sus caras, las ahueca para que el viento del río las recorra. Sostenida de los alambres, la fina ropa blanca inicia un balanceo a merced de la brisa, como si la lucieran mujeres invisibles”.
Mediante estos chispazos –verdaderas epifanías cuya función es parecida a la de los microrrelatos–, los narradores de Jarkowski no solo terminan de describir a los personajes o consolidar un clima de época sino que también introducen una atmósfera lírica en el relato y varían su ritmo. Son cambios de velocidad. Si se lo compara con fotografías, sería el pasaje del zoom al primer plano. En suma, el estilo de Jarkowski es siempre sutil y preciso; cada giro de su prosa es certero –da siempre en el blanco– y es fruto de una reflexión minuciosa.
Rojo amor abre el catálogo de Clubcinco. Esta editorial –formada por Martín Hain, Virginia Gallardo, Yair Magrino y Edgardo Scott– está dedicada a la reedición de literatura argentina contemporánea. La idea de los editores es encontrar nuevos lectores para libros que si bien no pasaron desapercibidos cuando fueron publicados, no tuvieron la posibilidad de seguir circulando por coyunturas editoriales. El razonamiento de los Clubcinco es tan simple como contundente: “Si existen libros que permanecen en la memoria y en el discurso del campo literario, deberían permanecer también en el mercado”. Tenemos, entonces, dos motivos para celebrar. El primero es que nació una nueva editorial; el segundo, que tenemos a nuestra disposición la espléndida novela de Aníbal Jarkowski.
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