Dom 18.05.2003
libros

RESEñA

Mesa de saldos

La librería argentina
Héctor Libertella

Alción
Córdoba, 2003
xx págs.

por Andi Nachon

¿Y si en vez del bronce que acuña la palabra literatura eligiéramos en términos de librerías? Espacios físicos y, por qué no, los mismos estantes incluso, o muebles —más o menos grandes— que contienen libros de acuerdo a un criterio: el de quien los ordena. Y entonces sí, ya no “lo literario”, más bien el terreno, no menos sinuoso, que plantea lo libresco. Y más vale no olvidar que son los libros aquellos que han secado la sesera del Quijote con historias que no le permiten discernir entre realidad y maravilla.
Con un digno espíritu quijotesco, Héctor Libertella se adentra en la narrativa argentina y aquí nos abre esta, su propia librería. En un tránsito propuesto desde las bodegas de un barco a la luz de estantes y congresos o el festejo en popa del mismo navío donde, dice él, todos, a veces, participan. Y sí, su librería está signada por lecturas hechas desde la pasión y gestos que van de lo amoroso al –siempre presente– capricho de un gusto. Librería y barco: la escritura como navegación y también como naufragio; tal metáfora signa este excéntrico libro que Libertella nos presenta entre el ensayo, la teoría y, sin dudas, la narración. Así nos entrega un mapa extenso cruzado por las voces guía de Osvaldo Lamborghini, quien desde el mismo acápite signa una mirada, Macedonio Fernández o el motor generador de una teoría de la imposibilidad vuelta paradoja al no poder dejar de narrar, o el mismo Borges, figura central en su contradicción dentro de cualquier intento de exhibir una visión posible de la literatura argentina.
Y es esa literatura argentina la que Libertella se anima a tratar en su misma intratabilidad. Por eso, tal vez, nos la entrega desde su sitio de lector, porque cada lector es el conjunto de esos libritos que ha portado y amado, cada escritor la intersección más o menos caprichosa entre sus lecturas y las lecturas que vendrán.
Pero sería poco digno pecar de ingenuos ante un texto que posee muchos dones mas no el de la ingenuidad. En esta gran llanura de los chistes, parafraseando el decir lamborghiniano, la librería argentina arma una constelación en la que encarna su propio canon. De hecho, Libertella se permite el tributo no nostálgico hacia aquellos que fueron —son— sus pares, en “Los ruidosos sesenta”, donde incluso lista en nota al pie aquellos sesenta nombres que parecen cruciales a la hora de pensar el signo de la intelectualidad argentina previa a la dictadura, y se plantea desde la anécdota del sueño cómo y qué aconteció entre ese pensamiento de vanguardia y la actualidad. O en “¡Quién vive! ¿Hay alguien en la Biblioteca de Babel?”, acercamiento a uno de los posibles mapas por venir que rastrea las nuevas voces, ya decididamente no tan nuevas.
Así, los distintos textos aparecen cruzados por preguntas que solamente orillean respuestas porque su intensidad reside en la pregunta misma: ¿cómo/ cuándo se instalan las Bases y Puntos de Partida Inconscientes para la Constitución Nacional de una Literatura?, o ¿cuál es ese lugar fundacional de encuentro siempre en movimiento entre nación y lengua? Pero también, presente detrás, el mercado, la idea de valor como otra de las aproximaciones a lo literario.
Ahí, entonces, se encuentra uno de los aciertos de esta Librería Argentina, siempre en fuga y siempre pensada desde la pasión de la lectura como recurso para contar la historia —y contarse— de otra manera. Y así,pareciera insinuar nuevamente Libertella, jaquear y al mismo tiempo revelar los espacios del poder. Porque la lectura es lo que instala y sostiene uno de los tantos poderes otros.

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