Hay un inspector demasiado culto que se apellida Suárez, un hombre que está solo y espera llamado Arguelles y también la clásica pareja-despareja entre un crítico y un escritor de vanguardia, Rebolledo y Anselmi. Hay viejas, borrachos y amantes; hay noches, muchas noches, y también libros, poetas y faroles. Hay de todo en las mesas de los bares que parecen ser los auténticos protagonistas del último libro de Elvio E. Gandolfo, aunque difícil saber cuál es efectivamente el último entre la reciente andanada de libros del autor de La Reina de las Nieves, que acaba también de ver reeditado –por Eudeba– aquel indispensable debut que lo tenía todo, y lo sigue teniendo, a más de tres décadas de distancia. Una distancia que es casi la misma que tiene hoy Gandolfo con los breves textos añejados que integran este Libro de mareo, un pequeño y atesorable volumen con formato casi de revista con lomo, o de álbum de historieta. Pero sólo el formato, porque no hay dibujos en sus 58 páginas, apenas pequeñas historias breves, que raramente exceden la carilla, suerte de cafecitos cortos pero bien cargados –ristretto, que le dicen– que destilan lo mejor de una literatura que siempre se ha mantenido en los márgenes de los mapas confeccionados por los cartógrafos literarios mas o menos oficiales. “Circular por el reverso de la vida contando todo con esta naturalidad y autoridad sólo puede hacerlo alguien tan intrépido y agudo como Elvio”, es como lo presenta Marcial Souto en un prólogo en el que explica haberlo conocido 45 años atrás, presentado por Mario Levrero. Y la mención al pasar de Levrero recuerda que ese margen donde siempre se escondió la literatura de Gandolfo y se sintió cómoda, fue casi el mismo donde descansó la de Levrero, con la que en sus comienzos dialogaba –o se complementaba– recurrentemente. Y de alguna manera este Libro de mareo es el libro más levreriano de Gandolfo en mucho tiempo, tal vez porque es un libro compuesto por textos de hace –justamente– mucho tiempo, como revela Gandolfo en una nota previa, donde señala que fueron escritos entre 1976 y 1984, “época en la que escribir ‘en serio’ resultaba un poco estúpido a pesar de uno mismo”. Mas o menos por la época en que el nombre de Gandolfo empezó a hacerse cotidiano escribiendo otra clase de textos cortos, en este caso noticias vinculadas al mundo de la ciencia ficción y la fantasía, en las páginas de la revista El Péndulo. El otro lado de aquel Gandolfo es el que se puede disfrutar en un libro demasiado breve para necesitar dos editoriales, como las que consigna Libro de mareo: El 8vo loco y Tren en movimiento. El término mareo, señala Gandolfo en la misma nota previa, responde tanto a la acepción del diccionario, como a otra que recuerda de su infancia, que remite a lo que en el fútbol de su infancia se llamaba “driblear, gambetear, despistar al contrario y al espectador, para que se interesen constantemente con la incógnita de hacia dónde irá la pelota en el instante siguiente”. Quiebres de cintura y condición clínica, entonces. Talento y enfermedad: eso es lo que detentan estos viejos cuentitos de Gandolfo, que aún aparecen como increíblemente joviales, recién escritos, brillantes. Y que se pueden descargar online en las páginas de las dos editoriales responsables, aunque sea preferible conseguirlo en papel, porque su delicioso formato atípico se corresponde casi mágicamente con su contenido. “Pocas obras se parecen tanto al autor como Libro de mareo”, escribe Souto. “Leerlo es lo más parecido a escuchar su voz en un bar, donde también suele aprovecharse de su innegable imaginación para adelantarse a nuestras palabras y taparnos la boca con ocurrencias sin fin”.