MáXIMO COSTAGLIOLA
Ganador del Premio Fondo Nacional de las Artes, Máximo Costagliola logra un notable debut literario con la historia de un joven que busca recuperar el tiempo que le robaron en un vuelo de avión. El arponero del aire es una novela que, con el recurso del humor y la sátira, no abandona una búsqueda de profundidad filosófica en su planteo.
› Por Sebastián Basualdo
La primera tarea de cualquier cultura es, en verdad, proponer una comprensión del tiempo de la conciencia, de las relaciones del pasado con el futuro, dice John Berger, entendiendo que si el hombre moderno se ha visto a menudo víctima de su propio positivismo, el origen de este proceso habría que buscarlo ahí, en la negación o abolición del tiempo creado por el acontecimiento de la conciencia. El arponero del aire de Maximiliano Costagliola, primera novela con la que obtuvo el Premio del Fondo Nacional de las Artes, aborda esta problemática de una manera original y para nada solemne, o dicho de otra manera: entre la sátira y el absurdo.
Costagliola construye de manera inteligente un narrador que pareciera no tomarse en serio a sí mismo pero sí a las circunstancias que lo llevarán lentamente a establecer una relación íntima con la problemática filosófica que abarca el vínculo entre el ser y el tiempo. Del tiempo perdido, diría Proust. Y también este narrador por momentos un tanto delirante que se hace llamar Franc Tireur; joven politólogo desempleado y devenido una especie de adolescente tardío que no le encuentra mucho sentido a su vida y pasa la mayor parte del tiempo sumergido en un videojuego que le permite abstraerse de la realidad y establecer todo tipo de teorías metafísicas que aparentemente no tienen ningún sentido. “He llegado a pasarme ocho horas diarias machacando el teclado, desplomando maniáticamente esos aviones virtuales uno tras otro. Ahora puedo decir que me encuentro en una etapa de rehabilitación y sólo juego dos horas por día, como quien despunta un vicio. Al iniciarse, el juego reclama una clave, un nombre de guerra. Yo tipeo Franc Tireur y todo vuelve a comenzar. Pero ya no confundo la ficción con la realidad; o solo lo hago en ocasiones”. Aparentemente, claro; porque detrás del tono de comicidad se encuentra una crítica feroz, la mirada lúcida de quien, por medio de una trama narrativa, cuestiona gran parte de los paradigmas que sostienen nuestra sociedad de consumo. Y sobre todo el tiempo, pensado como una mercancía más. ¿A qué nos referimos cuando afirmamos en determinada circunstancia que no tenemos tiempo que perder? Tener la sensación de que se perdió el tiempo en algo que no ha resultado provechoso tiene toda la fuerza de un crimen a la conciencia en una sociedad que, bajo sus discursos dominantes, expresa que el tiempo es oro, nada menos. Ahora bien, una cosa es vivir con la certeza de que se ha perdido el tiempo en algo inútil, si es que verdaderamente es posible perderlo y existe lo inútil, y otra muy distinta es comprender que la convención temporal ha materializado una estafa: el robo del tiempo. El propio. Y es justamente a partir de este momento donde El arponero del aire se torna una novela interesante.
A finales de los años noventa, Franc Tireur decide viajar a España como tantos otros jóvenes que emigran al viejo continente en busca de un futuro mejor. No hay nada de extraño en esa decisión. Además cuenta con una ventaja: por haber nacido en pleno vuelo, a bordo de un Boening 707-320 en el año 75, Franc Tireur tiene tickets de vuelos gratis de por vida. La compañía aérea lo apadrinó como “El bebé de Aerolíneas Argentinas”. Sólo que al momento de llegar al aeropuerto de Barajas, Franc sufre algo así como una epifanía. “Me quedé estupefacto al ver su dictamen: las 04:15hs. En un acto reflejo sacudí mi brazo izquierdo para liberar la pantalla del Citizen oculto bajo el suéter y poder corroborar la hora que marcaba: las 23:15hs. No lo podía entender. Por supuesto que sabía que en España regía otro uso horario, pero una cosa era saberlo y otra muy distinta vivirlo”, piensa Franc que de pronto entiende que le habían escamoteado una madrugada. Peor aún: le robaron parte de un día. “Me quitaron mi madrugada del 14 de Julio de 1999, pensé”. Esta revelación asume una forma compleja en la personalidad de Franc Tireur y toma la decisión de no entrar en España. Y peor aun: obsesionado con el tiempo perdido emprende una serie de viajes alrededor del mundo, 194 viajes en total durante un año y medio. Pero con una salvedad: jamás saldrá de los aeropuertos. “En muchos aeropuertos estuve más de una decena de veces. Jamás salí de ellos. Pasaba de esa suerte de aeronaves ociosas a las activas. Hubo días, cuando empezó todo, en que me bajaba de un avión y a las dos horas ya estaba embarcándome en otro”. Durante ese viaje interminable, Franc tendrá la posibilidad de conocer todo tipo personas y trabajos, mientras una idea inconfesable lentamente irá cobrando forma adentro suyo. Pero antes tendrá que hacer otro tipo de viaje: una experiencia espiritual. Un día se verá involucrado en una especie de secta llamada “La hermandad de los Navegadores del Espacio Cósmico” y a partir de entonces lo inconfesable se materializará: si él ha sido víctima de un robo temporal entonces hará lo mismo con las mujeres. Destruir los basamentos temporales con que se edifica el amor será la forma que asuma su venganza. El arponero del aire es una novela profunda escrita con un gran sentido del humor. Sin duda resulta para Maximiliano Costagliola un notable comienzo.
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