RESEÑAS
Humano, demasiado humano
Con ánimo de ofender
Arturo Pérez-Reverte
Alfaguara
Madrid, 2001
446 págs., $29
Por Rubén Ríos
Los textos recopilados en Con ánimo de ofender (aguafuertes, crónicas, cuentos, panfletos, etc.) son una selección (correspondiente a los años 1998-2001) de la columna que, desde hace nueve años, Pérez-Reverte publica en el periódico El semanal. Coloquial y fina, lúdica y violenta a rajatabla, la escritura de Pérez-Reverte elige la vida de la sociedad española como objeto de sus sarcasmos y burlas; y a través de ella a toda la cultura posmoderna.
Con ánimo de ofender es más que un excelente título para una recopilación que practica el arte de la injuria, la ironía y la sátira más despiadada. Establece, en realidad, la posición de Pérez-Reverte (o del narrador de su columna) respecto de la humanidad occidental entrando en el tercer milenio, considerada, en apretada procesión, como una banda de mercaderes inescrupulosos vestidos por Armani, políticos analfabetos y corruptos, top models, mercenarios sangrientos, televidentes hipnotizados, científicos entregados a la clonación y los transgénicos, académicos ridículos, veraneantes adormecidos por el consumo light y la revista Hola!, estudiantes universitarios sin ninguna cultura, mujeres deformadas por la cirugía estética y las siliconas, obispos que se rasgan la vestiduras antes los apetitos de la sexualidad, gente que vive o sobrevive en un mundo artificial y frívolo dirigido por una turba adiestrada en la mercadotecnia y la estupidez.
Humanidad o más bien subhumanidad esperpéntica, a decir verdad, que anda y desanda los diversos escenarios de una España que ha sustituido el Día de Difuntos por Halloween o la prosa de Unamuno por Expedientes X. La colección de invectivas es incesante, y aburriría un poco hacer el listado, sobre todo porque se perdería lo más impactante: el aire casual y ditirámbico, el relámpago del insulto, el humor delirante, el tono de cascarrabias de alguien a quien esa Madrid –en sus palabras– le importa “un testículo de pato”.
No todo, sin embargo, se resuelve en el libelo o la diatriba sarcástica. También hay apologías, homenajes y celebraciones. A Pérez-Reverte le gustan los héroes anónimos a los que hay que ubicar aguzando la vista entre la muchedumbre mediocre de teleadictos y consumidores de todas las bazofias elaboradas por la barbarie del sistema. Individuos de cabo a rabo, guerreros en un mundo de soldados, que resisten apostando su vida a lo que aman y, si es necesario, mueren allí. “Las armas dependen de cada uno”, dice Pérez-Reverte, “amigos fieles, una mujer a la que amas, un sueño personal, una causa, un libro”. Todo aquello que nos atraviese el corazón de nobleza e integridad y nos permita vivir con orgullo la aventura de existir como personas que luchan por algo más que dinero. De esos héroes con minúscula, Con ánimo de ofender está lleno: la viejita de San Telmo –en una de las postales argentinas del libro–, que vende su libro de poemas tangueros en la zona, es un buen ejemplo de esas criaturas de fulgor propio y belleza existencial que pasan inadvertidas para la grosería de un montón de idiotas aferrados al teléfono celular y la Visa Gold.
En relación a esa barbarie de mercado, Pérez-Reverte exalta la cultura clásica y el saber humanista –la lectura de los libros que dieron forma a la civilización occidental– como única posibilidad de comprender cómo han sido posibles la fealdad y la decadencia actual. No sólo falta cultura en esa sociedad gobernada por el vacío y la ausencia de ideas, por losaxiomas de la mercadotecnia y el índice Dow Jones, sino también solidaridad y compasión, vergüenza y ética, sentido de la justicia y valentía. Por eso, Con ánimo de ofender sólo saluda con respeto a quienes miran de frente el absurdo y la crueldad de la vida para hacerse más humanos.