Domingo, 12 de octubre de 2003 | Hoy
Poemas
de Shimon Adaf
Shimon Adaf, hijo de judíos marroquíes, nació
en Sderot, Israel, en 1972, y vive en Tel Aviv. Es miembro fundador de Ev, un
grupo literario que busca introducir, en el moderno idioma hebreo, un nuevo
lenguaje poético. Recibió numerosos premios por sus dos libros
de poesía, Monólogo de Icaro (1997) y Lo que yo creí sombra
era cuerpo real (2002). Traducido a numerosos idiomas, traductor él mismo
de John Cage, Mallarmé, De Chirico y Blanchot, Adaf es famosísimo
en Israel por su actuación como músico de rock en el grupo Haaztula
(Aristocracia), de cuyas letras también es autor. Desde la aparición
de su primer disco en 1997, la mayor parte de los cantantes de Israel han interpretado
canciones suyas. Actualmente participa del Programa Internacional para escritores
de la Universidad de Iowa.
¿Cómo querría presentar su poesía a un lector
argentino?
–Bueno, dicen que la misma poesía –esa cualidad elusiva que
nace de la conjunción de la estructura (sintaxis), una música
(fonética), un flujo (dinámica), e infinidad de connotaciones
culturales (alusiones, tradición, contexto, etc.)– se pierde en
la traducción. Pero yo creo que la traducción daña mi poesía,
ante todo (aunque no solamente) en el nivel de la sintaxis. Desde que fue resucitado
como habla, el hebreo se enfrentó con la necesidad de elegir una sintaxis
normativa entre los varios sistemas sintácticos que se habían
usado a lo largo de los siglos y desde la edad bíblica. Dado que este
aspecto formal no tiene, superficialmente hablando, ninguna relación
con los aparentes temas de mi poesía, mi trabajo en el nivel sintáctico
se pierde totalmente en estas traducciones. Ténganlo en cuenta.
Leopoldo Brizuela,
desde Iowa
De Ars poética
3
Viniendo de Marruecos, el
viento no dibuja arabescos
ni hay aroma de especias
ni oscura luz, por cierto
sobre los acantilados el cielo no grita como un pájaro.
No es verdad lo que dicen del Oriente.
Gaviotas en los mástiles, reposan del viento y de la altura.
Olas sin ruido.
Un estruendo cae sobre cubierta
no el estampido de algo que chocara
sino el crujir de una cosa que se abre
paso, emergiendo de otra:
una luna desde el día,
mi madre de su calma.
4
madre, el momento de nacer
que no dejo de sentir, aun en el aire guillotina
de la mañana temprana, Tamuz
la carne
es mortal
pero
más duradera que el espíritu.
Vengan golpéenme, viento, y sol
con los filos ardientes del amanecer.
Si supiera tan sólo como el poema
la verdadera espada,
pende
como siempre
quitándome el aliento hasta el borde de lo dicho.
Versión del hebreo e inglés por Leopoldo Brizuela en colaboración con el autor.
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