Dom 09.11.2003
libros

ANTOLOGíAS

El libro gordo de John Updike

A los 71 años, John Updike se puso a husmear en su pasado y resumió la fase inicial de su carrera en un centenar de relatos notables. El resultado es la autocompilación The Early Stories: textos tempranos, sí, pero cuyo lirismo clínico prueba que hay escritores que empiezan sabiéndolo todo.

Por Rodrigo Fresán, Desde Barcelona

La sobrecubierta del monumental The Early Stories: 1953-1975 (Knopf, 838 páginas, U$S 35: caro, pero uno de los mejores) viene con tres fotografías de John Updike. La primera –la de la portada– nos muestra al joven autor en 1968: cara de pájaro, saco de corderoy y suéter de cuello alto a la moda, promesa cumplida. La segunda –la del ancho lomo– exhibe al todavía más joven aprendiz en 1955, tecleando en una máquina de escribir portátil y casi virgen, anteojos de chico nerd. La tercera –la de la contratapa– es de 1975 y presenta a un hombre ya celebrado como uno de los más importantes narradores de su país revisando las galeras de lo que probablemente sea otra de sus escandalosas novelas de entonces, titulada A Month of Sundays y protagonizada por un sacerdote poco espiritual y muy carnal.
Los tres Updike nacieron en 1932 en Pennsylvania, y ahora comulgan en este libro del 2003 con modales de resumen parcial, pero no por eso menos contundente. Y, claro, cabe preguntarse: ¿por qué Updike decidió autoantologizarse? ¿No tenía nada nuevo –cosa rara, porque Updike escribe a la velocidad que filma Woody Allen– para publicar este año? ¿Sintió -después de haber ganado todos los premios existentes, menos el Nobel– la súbita necesidad de dedicarse un monumento al estilo del clásico y rojo The Stories of John Cheever, recopilado por uno de sus maestros hace un cuarto de siglo? Y lo que es más importante: ¿qué utilidad y sentido tiene The Early Stories para el seguidor de Updike que ya cuenta en su biblioteca, desde hace tantos años, con los ejemplares sueltos de The Same Door, Pigeon Feathers, Assorted Prose, The Music School, Museums and Women, Problems, Too Far to Go, Hugging the Shore y Trust Me?
Las respuestas a las tres primeras preguntas son asunto exclusivo de Updike. La respuesta a la cuarta pregunta –asunto nuestro– es que The Early Stories tiene mucho para ofrecer. Y, además de los placeres que ofrece al leerlo, The Early Stories es, digámoslo, un libro muy lindo de mirar y de sostener en las manos.

CONTAR LOS CUENTOS
Más allá del placer estético de tener toda junta esa prosa tan estética de Updike, hasta ahora repartida en libros de cuentos y volúmenes que agrupan ensayos críticos y el ocasional sketch narrativo -buena parte de los cuales jamás fue traducida al español–, está el apreciable valor extra de investigar el modus operandi del autor a la hora de reordenar su obra. En The Early Stories, los relatos no aparecen en el orden en que fueron escritos ni respetan el formato de los libros en que fueron apareciendo. Updike opta por un sistema mucho más interesante y revelador: los ciento tres relatos de The Early Stories –su autor apenas desechó dos especímenes ya rescatados para Golf Dreams, sólo hay una aparición de su escritor ficticio Bech, ya reunido in toto en el 2001 en The Complete Henry Bech, y otros dos fueron eliminados por considerarlos “reminiscencias en primera persona sobre mis días en el college que, me pareció, no envejecieron bien”– aparecen aquí concentrados en unidades temáticas que pueden leerse como micronovelas. Así, “Olinger Stories”, “Out in the World”, “Married Life”, “Family Life”, “The Two Iseults”, “Tarbox Tales”, “The Single Life” y la poco conocida y comentada faceta experimental de “Far Out” –en la que Updike coqueteó con ciertas técnicas más cercanas a Barthelme y a Coover que a su habitual naturalismo blanco, protestante y anglosajón– son los apartados donde los diferentes cuentos se juntan según el territorio en que transcurren o de acuerdo con los apellidos y estados civiles de quienes los protagonizan.
Y, claro, lo más asombroso de todo y, al mismo tiempo, lo que no es ninguna novedad: estas “historias tempranas” casi nunca delatan la obra en formación o el trabajo de un novato. Aquí, desde el vamos, abunda esa prosa tan clínica como lírica –responsabilidad del “Ultimo de los Grandes Narcisistas Americanos”, según el revulsivo David Foster Wallace– queremite tanto a la perfección formal nabokoviana como, también, a la suprema seguridad en sí mismo del Gran Narcisista Ruso Universal adorado por Updike como si se tratara de Dios. Sí: Updike parece haber surgido perfectamente formado desde el vamos, y así cuesta mucho precisar –sin consultar el índice cronológico– dónde termina el primerizo y dónde comienza el profesional en este libro que, nos explica Updike, “es una colección y no una selección: deja lo último para otros, cuando el escritor ya no esté vivo y no pueda obstruir el proceso”.

HACER HISTORIAS
El lugar de John Updike en el panteón de las letras americanas está, hoy por hoy, más que asegurado, aunque el autor no nos haya a dado hasta ahora la formidable sorpresa que nos ha venido ofreciendo Philip Roth a lo largo de sus últimos años y libros. En cualquier caso, Updike es el autor de una incuestionable Gran Novela Americana –la tetralogía con coda protagonizada por Harry “Conejo” Amstrong– y a esta altura poco y nada tiene que probarnos. Pero tal vez, quién sabe, su verdadera motivación para este The Early Stories –que, seguro, ya será complementado cuando corresponda por un intermedio The Middle Stories y un The Late Stories definitivo o algo así– sea la de funcionar como el perfecto trampolín desde el cual zambullirse con un clavado todavía más perfecto y final. Crucemos los dedos, y novelas freak como La belleza de los lirios, Hacia el final del tiempo o Seek my Face han dado evidencia suficiente de su afán por seguir investigando nuevos territorios.
Mientras tanto y hasta entonces, en el breve pero sustancioso prefacio que abre The Early Stories, Updike recuerda sus inicios; su llegada al semanario y alma mater literaria The New Yorker; un encuentro con Salinger, “que todavía no era notoriamente ermitaño”; las ayudas de sus editores Katharine White, Harold Ross y Roger Angell; y “el descubrimiento de lo que Freud definió como ‘la normal infelicidad humana’” como tema. Los años, la vida y la obra contenidos en estas páginas –confiesa Updike– fueron los de su primer matrimonio. Y la idea de concluir esta colección inicial e iniciática conectando la fecha de su propio divorcio con las muchas separaciones de sus héroes y heroínas le parece “el más apropiado de los cierres”. Así, paradójicamente, Updike se separó entonces y nosotros nos reencontramos ahora con ese muchacho que quería ser escritor y con ese escritor que ya no creía en el amor eterno para, finalmente, alcanzar la verdadera y más agradecible razón para la existencia de The Early Stories: el intenso y raro y exquisito y sabio y tan confiable placer que sólo se siente a la hora de la relectura de lo que más nos gusta.

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