RESEñA
Perdidos en Tokio
Lo próximo y lo distante.
Japón y la modernidad-mundo
Renato Ortiz
Trad. Amalia Sato
Interzona
Buenos Aires, 2003
318 págs
Por Max Gurian
Como un recipiente de formas difusas, Japón suele aparecer atiborrado de connotaciones peregrinas. Todo lo que excede las supuestas atribuciones de Occidente se desplaza hacia sus afueras. Emblemas de lo desconocido, lo foráneo en sí y la otredad, Oriente (en general) y la Tierra del Sol Naciente (en particular) ven disiparse cada vez más su halo exótico en una era cuya instantaneidad comunicativa descalifica las distancias y sus mitos. Con esta premisa teórica el sociólogo brasileño Renato Ortiz se remitió a los textos de japonología para desarticular las falsas dialécticas sobre el ser nipón y las dicotomías geopolíticas suscriptas por las agencias de turismo.
“Viajar a Japón”, escribe Ortiz, “no significa conocer ‘otro mundo’, como creían los románticos sino dislocarse en el interior de un continuum espacial diferenciado”, aquello que a diario solemos llamar, sin más, recelosos, el mundo globalizado. Si bien la globalización impone políticas y patrones tecno-económicos por doquier, es siempre un proceso desigual en el que persisten las diferencias regionales, signadas por el factor cultural. Lo próximo y lo distante –título en homenaje a Roger Bastide y a su homónimo libro– pone a prueba esta hipótesis en el caso específico de Japón, el vecino menos pensado. Ortiz realiza un minucioso relevamiento de datos estadísticos de la producción y el consumo local, analiza modas y artes populares, recorre la historia de sus estructuras sociales y organizaciones políticas para ahondar al fin en dilemas que, literalmente, desbordan las fronteras japonesas. ¿Puede pensarse “lo nacional” en el contexto actual de disolución y ocaso de los Estados-nación? ¿Y cómo se reorganiza (y legitima) una identidad nacional si la función integradora de la cultura está mundializada, desarraigada? ¿Qué queda hoy de “nosotros”, de “lo nuestro”?
La literatura nihonjinron –el conjunto de escritos que debate la identidad japonesa– insiste una y otra vez en asignarle homogeneidad y centurias a un constructo ideológico reciente. Propone una ontología propia que se desentiende de la historia y erige una ideología nacionalista basada en la recurrente metáfora de la isla: dentro de un espacio bien delimitado, en el centro, desde siempre, nosotros; allende los mares, los forasteros, los otros. Ortiz desmonta esta oposición y a la vez advierte cómo la densa estructuración grupal repercute en la vida social.
En rechazo a toda concepción esencialista de la identidad, Ortiz equipara como construcciones ficcionales a Oriente y a Occidente. El contrapunto entre estas unidades míticas pierde relevancia en la nueva configuración planetaria. Para Ortiz no sólo la inescrutable identidad oriental es un mito made in Japan sino que ahora los japoneses, como los argentinos o los irlandeses, son parte (sin los privilegios de la pertenencia) de un nosotros problemático que trasciende clases, géneros y fronteras.