Domingo, 17 de abril de 2005 | Hoy
EN EL QUIOSCO
Nº 8, Febrero/Marzo 2005
Dentro del dossier de notas que Oliverio le dedica al escritor Antonio Di Benedetto (con artículos de Jimena Néspolo, Graciela Maturo y Ricardo Romero, entre otros), sobresale especialmente la reproducción de un artículo que escribiera Daniel Moyano, meses después de su muerte. Amigo y colega, Moyano cuenta en “Di Benedetto y la culpa del verdugo” pormenores de la detención y tortura a la que fue sometido el escritor mendocino y su penoso exilio madrileño, al que llegó gracias a las gestiones de Ernesto Sabato, según se sostiene. El dossier se completa con un cuento del propio Di Benedetto, “El abandono y la pasividad”, publicado originalmente en 1958. En su octavo número, Oliverio también incluye una entrevista a Roberto Fontanarrosa, seguramente a punto de batir alguna especie de record en cantidad de entrevistas concedidas en los últimos meses, Congreso de la Lengua mediante. El rosarino vuelve una vez más a responder acerca de su inclusión o no dentro del canon de la literatura argentina, sus lecturas e influencias de escritores norteamericanos, el fútbol, el humor, “Palabras iniciales”, etc. Pese a las redundancias –inevitables a esta altura–, Fontanarrosa logra salir airoso de la experiencia. La edición también incluye una crónica sobre los encuentros organizados por la revista La otra en la terraza de un bar porteño y que tenían como tema al filósofo alemán Martin Heidegger. Además, una nota de Rosario Bléfari, el consultorio literario de Hugo Cella y un nuevo cuento inédito de Tom Lupo, entre otros artículos.
Centro Cultural Parque de España
Nº 8, Otoño 2005
Varios puntos destacables exhibe el último número de la revista Lucera que se edita en la ciudad de Rosario. Para empezar, la inevitable nota sobre el Congreso de la Lengua, pero esta vez transformada en una crónica “desde adentro”, ya que quien escribe es Elvio Gandolfo, participante en más de una de las actividades del encuentro internacional. No menos recomendable es la entrevista que Rubén Chabado le hizo al escritor y cineasta Edgardo Cozarinsky, en la que entre otras cosas rescata las palabras con que Susan Sontag saludó la aparición de su libro Vudú urbano en 1985: “Cozarinsky es un borgeano tardío cuyas referencias literarias mayores no pertenecen, con excepción de Borges, al castellano sino al francés, al alemán, al ruso, y que ha llevado aún más lejos el principio de duplicidad lingüística y el arte del desplazamiento cultural”. En tanto que por su parte Mairetta Gargatagli y Juan Gabriel López Guix, en “Borges, traductor de Henry Mond”, vuelven sobre una vieja traducción que el autor de El aleph hiciera de un escritor inglés más bien desconocido y que los autores (de la Universidad Autónoma de Barcelona) desconfiaban como falaz hasta que descubrieron la pista: Mond había existido y se trataba de un industrial inglés que había peleado en la Gran Guerra. Por último, Lucera incluye el artículo que preparó la curadora Andrea Giunta como ensayo de apertura del catálogo de la retrospectiva de León Ferrari 1954-2004, que con tantos contratiempos expuso hasta hace poco el Centro Cultural Recoleta en Buenos Aires.
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