Domingo, 15 de enero de 2006 | Hoy
ADIEU
En su último disco, Dear Heather, Leonard Cohen dedica la primera canción, “Go No More A-Roving”, a quien fue su maestro y amigo. El poema de Lord Byron (que podría traducirse como “No iremos más de parranda”) navega sobre una hermosa melodía, y en boca de un poeta “vaginal”, místico e inspirado, que le ha compuesto a Dios y a sus mujeres por igual algunas de las canciones más conmovedoras del siglo, esa dedicatoria es un homenaje y un agradecimiento a quien de tanto aprendió.
Israel Pincu Lazarovitch, o simplemente Irving Layton, nació el 12 de marzo de 1912 en Tirgul Neamt, una pequeña localidad rumana. Un año después, la familia emigró a Canadá, estableciéndose en un barrio obrero de Montreal, muy cerca del lugar donde creció otro grande de las letras canadienses: el novelista Mordecai Richler.
A los 13 años, luego de la muerte de su padre, Irving ingresa al mundo de los negocios, vendiendo casa por casa algunos productos domésticos. Repentinamente, abandonó su vida de vendedor ambulante para inscribirse en la Baron Byng High School. Si es factible creer en la posibilidad de que una sola decisión pueda cambiar para siempre la vida de un hombre, el destino de Layton no sería el mismo desde entonces.
Ya en los inicios de su vida literaria (sus influencias más importantes eran los románticos Wordsworth, Coleridge, Byron y Shelley, aunque también Shakespeare y Darwin), su lenguaje colmado de explícito contenido sexual escandalizó a los críticos, convirtiéndose así en el niño terrible de la poesía canadiense. También ávido lector de Marx, se unió por poco tiempo al partido de jóvenes socialistas, donde pudo sacar a relucir sus ideas radicales. Sin embargo, todavía no se le prestaba demasiada atención como poeta. Tal vez por eso, luego de fracasar en un matrimonio, abandonar y volver nuevamente a Montreal, decidió enrolarse en el ejército canadiense en 1942. Durante el servicio, conoce al primero de sus grandes amores (su lista de mujeres es inagotable y entre todas le dieron 4 hijos), Betty Sutherland, cuyo hermano era también poeta y editor de la publicación literaria First Statement. En 1944, Layton escribe su primer gran poema “The Swimmer” (“El nadador”). Por esos años, empezó a destacarse también como un carismático y respetado profesor de inglés, historia y ciencias políticas en la escuela judía de Herzliah. Entre sus alumnos se destacaba Leonard Cohen. Y al igual que Cohen, Layton supo volverse popular en los años ‘50, desde la publicación de The Black Huntsmen en 1951 hasta la aparición de A Red Carpet For The Sun en 1959, con el que obtuvo el Premio del Gobernador General de Canadá, el más alto galardón literario del país. A tal punto que apareció en Fighting Words, un programa de debates donde Layton impuso para siempre su voz estruendosa y todas sus actitudes antiburguesas, al tiempo que sus libros empezaban a traducirse a muchísimos idiomas. En 1969, famoso y prolífico, publica Bloody Bird, su libro favorito que, a diferencia de sus primeros trabajos, intercala observaciones diarias sobre la vida, que transforma en ingeniosos aforismos. En 1980 fue nominado para el Premio Nobel de Literatura por Italia y Corea, que ese año quedó finalmente en manos de Gabriel García Márquez.
A lo largo y a lo ancho de su carrera, Layton cultivó un estilo take it or leave it que, como suele suceder, ganó tantos admiradores como detractores. Lo que es seguro es que su incansable fuerza hizo estragos al conservadurismo y la complacencia de la poesía decimonónica, guiando a la nueva poesía con su riqueza y profundidad. Layton murió en Montreal a los 93 años el miércoles 4, aunque la noticia tardó una semana en hacerse pública, quizá como una resistencia a aceptar que algo tan vital pueda morirse. O como lo dijo Leonard Cohen: “Sí, estamos muy parejos. Yo le enseñé a vestirse bien, y él me enseñó cómo vivir para siempre”.
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